Washington, Lucía LEAL

Estados Unidos evitó ayer la parálisis administrativa de su Gobierno por falta de fondos con un acuerdo in extremis mediante el cual el Congreso prorroga el presupuesto anterior el tiempo suficiente para redactar una normativa que impondrá los «mayores recortes anuales» de la historia del país, en palabras del presidente, Barack Obama.

Una hora y media antes de la medianoche del viernes (seis de la mañana de ayer en España), cuando vencía la última prórroga, los republicanos del Congreso aún seguían reunidos intentando solventar sus diferencias con los demócratas para financiar el ejercicio 2011.

De no haber logrado un acuerdo, las oficinas de la Administración federal, que hasta ahora han financiado sus actividades mediante extensiones puntuales del presupuesto de 2010, habrían cerrado sus puertas a partir de ayer, lo que habría significado la suspensión de empleo y sueldo de 800.000 funcionarios.

Sin embargo, una hora antes de que venciera el plazo, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, compareció ante los medios para anunciar un acuerdo que permitirá prorrogar los fondos actuales hasta la medianoche del próximo jueves.

La nueva prórroga es un mero trámite para dar tiempo al Congreso de redactar y votar, la próxima semana, una normativa que cubra los seis meses que restan de este ejercicio, y sobre la que ya existe un acuerdo verbal.

Según fuentes legislativas, el presupuesto que se aprobará en los próximos días llevará incorporado un paquete de recortes de 38.500 millones de dólares (26.600 millones de euros), una cifra más cercana a la impulsada por los republicanos que a los 33.000 millones de dólares (unos 22.797 millones de euros) propuestos por los demócratas en las negociaciones de las últimas semanas.

«El acuerdo entre demócratas y republicanos es sobre un presupuesto que invierte en nuestro futuro, al tiempo que hace los mayores recortes anuales de gasto de nuestra historia», dijo Obama en una declaración televisada desde la Casa Blanca, minutos después de anunciarse el acuerdo.

El presidente reconoció que algunos de los recortes aprobados «serán dolorosos», ya que afectarán a «programas en los que la gente confía» y a «infraestructuras que son necesarias» y «no se habrían hecho en mejores circunstancias». «Pero comenzar a vivir dentro de nuestras posibilidades es la única manera de proteger las inversiones que ayudarán a Estados Unidos a competir por nuevos trabajos; aquellas que afectan a la educación de nuestros hijos, los préstamos a estudiantes, la energía limpia y la investigación médica para salvar vidas», aseguró.

El cierre de las oficinas federales habría obligado a 800.000 funcionarios a abandonar temporalmente sus puestos; pero, lejos de traducirse simplemente en enormes montones de papeles sobre la mesa de los burócratas, esas sillas vacías habrían afectado desde a los turistas que esperan la aprobación de su visado hasta a los astronautas de la NASA, y desde la recogida de basuras en Washington hasta el sueldo de los militares destacados en Afganistán e Irak.

En 1995, en tiempos de la «revolución conservadora» de Newt Gingrich, el partido del elefante obligó al entonces presidente demócrata, Bill Clinton, a cerrar parcialmente las oficinas federales. Una medida que, según posteriores sondeos de opinión, creó tal insatisfacción entre la población que al final terminó beneficiando a Clinton, que fue reelegido un año después.