La canciller alemana, Angela Merkel, cerró ayer una intensa gira por Europa en la que se reunió con 18 jefes de Estado y Gobierno para bosquejar el futuro de la UE y tratar de subsanar sus dos grandes crisis: el "Brexit" y la de los refugiados.

La "ofensiva diplomática" de la canciller, como la denominan los medios alemanes, se centró en los países del este y el norte de Europa. Su meta era llegar con un plan consensuado al encuentro informal de líderes en Bratislava, a mediados de septiembre.

En Polonia, Merkel aseguró que el "Brexit", de no gestionarse convenientemente, podría llevar a un "punto de ruptura" a la UE. Sobre la crisis de los refugiados, según quedó constancia en estos contactos, las posiciones siguen enfrentadas, con la canciller y Bruselas, de un lado, exigiendo cuotas nacionales, y de otro lado países como Hungría, Polonia y República Checa, que se niegan a un reparto obligatorio de peticionarios de asilo.

El primer ministro checo, Bohuslav Sobotka, evidenció sin ambages, tras reunirse con la canciller, sus diferencias: "no podemos aprobar ningún sistema que conste de cuotas obligatorias para el reparto de refugiados".

La gira de Merkel sí deja la impresión de cierta sintonía en la apuesta por un integración en defensa y seguridad común, áreas que abarcan desde la defensa de las fronteras exteriores a la lucha contra el terrorismo internacional.

Pese a los esfuerzos diplomáticos, la canciller es consciente de que el encuentro de septiembre, por muy bien que vaya, no cerrará las crisis que asedian a la UE. "Bratislava no será el fin, sino el principio", afirma.