“Un escándalo, una ruina”. Los conductores, especialmente los transportistas con vehículos pesados, agotan todos los calificativos negativos ante el alza de los precios del combustible. “Estamos viendo subidas de siete céntimos en un día, es intolerable”, aseguraba ayer el transportista Juan Alberto Rodríguez en la gasolinera del polígono de Silvota, en el corazón industrial de Llanera. “Del mes pasado a este, llenar el depósito del camión me sale 10.000 euros más caro al mes, a este paso no sé dónde vamos a llegar ni quién va a poder soportar los precios, porque los costes de los viajes ya eran elevados antes de esta subida”, asegura. Unas cifras de vértigo que también padecen los trabajadores que acuden a su puesto en coche. El sierense Luis Cueto explica que “antes llenaba el depósito con 50 euros, ahora no da ni para la mitad, pero tengo que seguir viviendo a trabajar a diario desde Siero hasta Llanera, más de 300 euros al mes de gasto”, lamenta.

 Hay quien opta por “ir mucho más despacio para reducir el consumo, porque si no, no me alcanza”, apunta el camionero Enrique Melón tras pagar más de 300 euros por repostar. Y el caso es que “nadie se queja de verdad”, clama indignado, y convencido, como muchos, de que la unión debería hacer la fuerza para hacer ver que “esto no se sostiene, es inasumible”. El sector del transporte “sigue cobrando lo mismo, y parece que nosotros tenemos la culpa de estos precios”, subraya impotente el profesional, asalariado de una compañía de reparto de paquetería con “nueve camiones más como este”, apunta mientras llena el tanque y prefiere no pensar en las cuentas que le saldrán a su jefe a final de mes. “Es un desastre y va cada día a peor, la pregunta es hasta cuándo”, finaliza antes de emprender viaje de nuevo.

Fernando Villa, presidente de la asociación de vendedores de combustible de Asturias, en la gasolinera de Asipo. L. Palacios

En el polígono de Asipo, idéntico panorama. “Menos mal que ahora estamos en una obra cerca, cuando salimos por toda España no sé cómo lo vamos a asumir”, apunta Ignacio Álvarez, de una compañía de construcción, cansado de ver cómo cada día que pasa se hace más difícil afrontar los costes. “Con resignación”, resume.

Fernando Villa, presidente de los vendedores de carburante de Asturias y responsable de la gasolinera del polígono de Asipo, advierte: “Ya hay quien trabaja con pérdidas, van a desaparecer muchos empleos”. Lleva desde 1990 al frene del establecimiento y “nunca como hasta ahora”, en un punto en el que “las empresas de paquetería y distribución están al borde de tener que parar, porque no pueden asumir estos precios”, vaticina. A ello se suma que “mucha gente es autónoma, y no alcanza para todo”, señala, antes de recordar que “las tarifas del transporte son exiguas y la gente no es consciente de que los servicios tienen un valor; no se puede llevar un paquete al último pueblo por un euro”. Así las cosas, la sensación en la gasolinera de Asipo es la de que “el tráfico ha bajado mucho desde enero, sobre todo entre particulares”.

Enrique Melón, repostando en Silvota. L. Palacios

En la gasolinera de Posada repostaba ayer Javier Llana un enorme tractor de una empresa de Silvota. Le echó diésel normal, y pagó 266 euros. “Eso son 20 horas de trabajo, así que echa cuentas. No alcanza para dos días ”, apunta. Además de trabajar en el polígono, Llana también trabaja para una ganadería, y “para ellos es más insostenible aún, los márgenes no dan para nada: la leche no sube, pero los forrajes y los abonos están por las nubes”.

Javier Llana, con el tractor con el que trabaja en Posada de Llanera. L. Palacios

La conversación se repite machaconamente en todos los puntos de repostaje. “La gente nos dice que es una vergüenza, alguno hasta se enfada, como si nosotros tuviéramos la culpa”, explica José Ángel Cuervo, empleado en una gasolinera de la capital mientras se vuelve loco mirando las tablas de los precios. “Cambian todos los días, y uno ya no sabe. Hoy (por ayer) está a 1,779, así que ya hay profesionales que han decidido tener su propio depósito, lo llenan y les sale más rentable, porque todos los días sube”.

En medio de tanto dispendio, hay un pequeño puñado de afortunados. “Yo echo 30 euros cada vez, y aunque cada vez dura menos, tiro todo el mes con esa cantidad”, asegura Miguel Álvarez. La suerte de “tener el trabajo al lado de casa”, que cada vez más envidian.