Parroquia a parroquia

Villardeveyo, tierra ferroviaria y minera que esconde una celosía prerrománica

La parroquia atesora el palacio de Villabona y cuenta con una estación de tren "inglesa" que quieren convertir en viviendas para Erasmus

Sara Arias

La parroquia de Villardeveyo de Llanera guarda viejas historias de una iglesia con una celosía de origen prerrománico y un palacio que se convirtió en condal dejando tras de sí un importante patrimonio arquitectónico y artístico. También es territorio de progreso con una temprana industrialización que dejó sus huellas en forma de actividad minera y de ferrocarriles, lo que favoreció unas buenas conexiones de vías de comunicación que en la actualidad hacen que esta zona rural esté a 20 minutos de Gijón y a 15 de Oviedo.

José Mon, delante de las viviendas de ferroviarios de Villabona, con la  estación y los murales al fondo. | S. A.rias

José Mon, delante de las viviendas de ferroviarios de Villabona, con la estación y los murales al fondo. | S. A.rias / Sara Arias

"Villardeveyo creció como zona de caseríos de buen estatus, de ahí viene el nombre de Villabona, una villa buena, aunque hay un origen anterior vinculado al castro de El Castiello, en el alto del Cume", comenta José Mon González, secretario de la Asociación de Vecinos "San Miguel" de Villardeveyo.

Villardeveyo, tierra ferroviaria y minera que esconde una celosía prerrománica

Villardeveyo, tierra ferroviaria y minera que esconde una celosía prerrománica / Sara Arias

Uno de los primeros testigos de la antigua historia de la parroquia es la iglesia de San Miguel Arcángel de Veyo, cuya fundación se atribuye a Alfonso III en torno a los siglos IX y X. Aunque el templo no ha resistido al paso del tiempo y el actual inmueble ha sido reedificado, sí se conserva una celosía en el muro oriental con más de mil años de historia vinculada al estilo prerománico. Se trata de una pieza con dos arcos de herradura y un rosetón calado que es visible al ver la iglesia, sobre unas grandes ventanas.

"La iglesia de ahora se hizo en el siglo XVIII pero la celosía prerrománica se puede ver perfectamente. Es lo único que queda del templo primigenio", destaca.

Durante los siguientes siglos, Villardeveyo comenzó a florecer con importantes caseríos con tierras entre los que destaca el palacio de Villabona, del siglo XVII. "Era de los Alonso de Villabona y luego pasó a ser condado cuando un miembro de esa familia contrajo matrimonio con una condesa", detalla. Fue uno de los linajes de mayor abolengo del concejo en la época, a los que pertenecían la mayoría de tierras de la parroquia. "El resto era una población que se dedicaba a la ganadería y al campo y se dice que era una gran extensión de carbayera, con mucho roble y también castaño", señala Mon.

Las labores rurales fueron la tónica dominante hasta llegado el siglo XIX, cuando se abrió la mina de carbón en la década de los años treinta. Esta actividad dio mucho empleo y la población comenzó a crecer. Y, aunque la extracción tuvo algunos parones, a partir de los años sesenta del siglo XX, se dejó la hulla para explotar el espatofluor que se mantiene en la actualidad. "Los vecinos iban a un arenero y vieron que la arena tenía mucha dureza y resultó que no era arena, sino espatofluor. Entonces lo empiezan a comercializar de forma muy arcaica, a pico y pala con carretillas y llevándolo en carros tirados por bueyes pero la mina los denunció y se hizo cargo del yacimiento", comenta.

La actividad minera motivó la llegada del ferrocarril a Villardeveyo por la necesidad de transportar el mineral. Esta nueva infraestructura de comunicación trajo consigo la construcción de la estación de Villabona y las viviendas de ferroviarios, de estilo inglés, que conforman un conjunto histórico y arquitectónico que está catalogado pero perece ante el deterioro imparable por la falta de conservación.

Las obras de la estación de Villabona comenzaron en 1887 con el impulso de la construcción del ramal a Avilés de la Compañía de los Caminos del Hierro del Norte de España. La inauguración oficial tuvo lugar en 1890 y en la década de los sesenta del siglo XX llegó a tener más de cien trabajadores. "Ni Adif ni Renfe quieren saber nada de la reparación pero nosotros luchamos por ello", señala Mon.

El colectivo vecinal apuesta por reparar la estación y destinarla como centro cultural. Para las casas, donde aún viven exferroviarios, también tienen un proyecto para el resto de viviendas: una residencia para Erasmus. "Tienen Oviedo y Gijón muy cerca y sería una experiencia distinta en el medio rural", apunta. Esperan que, con la ayuda del Ayuntamiento, puedan dar luz verde a estos proyectos en el entorno de la estación, donde desde hace algunos años luce un mural de grafitti que atrae a numerosos visitantes.

También llegan a Villardeveyo muchas personas para realizar las rutas que hay en la parroquia, que pasan por los lugares más destacados como el palacio o la iglesia. En concreto tienen dos sendas muy bien señalizadas. "Una sale de la estación y va al palacio y la otra viene por La Vega, Alvares y llega a la iglesia de Veyo, son unos nueve kilómetros. También hay otra, más agreste, que sube desde el palacio a Santu Firme. Se ven muchos grupos de gente mayor caminando", detalla.

Además, los caminantes tienen parada gastronómica en la parroquia, donde hay conocidos establecimientos hosteleros que surgieron con el empuje de la actividad minera y de los ferrocarriles: "Llegó a haber ocho bares, tres tiendas de ultramarinos, una carnicería, una ferretería, estafeta y oficina de Correos, tres barberos y una peluquera". Cuenta Mon que incluso venían personas desde Gijón a comprar filetes y chuletas de la buena calidad que se servía en la tienda de cárnicos. También hubo cine y sala de baile "con mucha movida".

En Villardeveyo también se ubica el centro penitenciario de Asturias que durante muchos años fue llamado como la cárcel de Villabona. Una denominación contra la que la asociación vecinal luchó con esmero. "Mucho nos llevó", reconoce Mon. A pesar del cambio, aún hoy en día muchos siguen refiriéndose al penal vinculado a la localidad de la parroquia, lo que deja a los vecinos con cierta impotencia. De lo que sí sacan pecho es de la charanga "L’Alborotu" de Villabona, con más de 30 integrantes.

Villabona es una parroquia muy viva con ganas de mantener el tipo ante la despoblación. Las industrias de antaño ya no son las empleadoras de la zona pero las comunicaciones por tren la convierten en el deseo rural a menos de 20 minutos de la ciudad.