La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una vida que es la historia del pozo Montsacro

Nicanor Suárez, que comenzó a trabajar en la mina con sólo 12 años, vio nacer la explotación y se retiró en ella después de más de cinco décadas

Nicanor Suárez, en su casa de La Foz de Morcín, junto a la máquina del tren que construyó en 1941, cuando tenía 18 años.

Hace un mes y medio, el pasado 1 de enero, el cierre del pozo Montsacro, a caballo entre los concejos de Morcín y Riosa, puso fin a más de medio siglo de actividad minera. La vida de Nicanor Suárez, "Canor el fontaneru", quien con 12 años comenzó a trabajar allí, encarna la historia de una explotación que fue motor de la zona, primero como Hulleras de Riosa y luego como pozo Montsacro. A sus 92 años, este vecino de La Foz recuerda con detalle muchos de los episodios de una mina que está apenas a 10 minutos de su casa. Y es que 52 años de trabajo dan para mucho.

El 10 de enero de 1935, Nicanor Suárez empezó a trabajar en Hulleras de Riosa como pinche. Su padre, Manuel, falleció en la mina a los 26 años, y tanto él como su madre y sus tres hermanos se quedaban sin sustento. Por eso, a los 12 años, asumió la responsabilidad que los acontecimientos exigían y se puso a trabajar. Canor aún guarda en su casa de La Foz aquel primer el carné de identidad, con sus huellas dactilares, su foto, y su categoría profesional. "Aquí pone que tenía 12 años", asegura señalando el documento, para aclarar que no era verdad. "Yo cumplo los años en agosto, pero viendo mi situación familiar, me hicieron un favor y me pusieron la edad necesaria para entrar", recuerda.

Con el paso del tiempo, Nicanor Suárez fue cambiando de oficio. Pasó por la lampistería, volvió a ser pinche en el control de minas, y más tarde estuvo destinado como fogonero en las máquinas de vapor durante unos años. Después de especializarse en este trabajo logró la categoría de oficial. Años después se incorporó al mantenimiento de maquinaria, donde desempeñó la mayoría de su carrera, 35 años. Canor se jubiló en 1987, después de más de medio siglo de trabajo, en concreto, 52 años. El mote de "fontaneru" es caso aparte. En sus ratos libres, Nicanor se dedicaba a hacer instalaciones y reparaciones de fontanería a sus vecinos: "Nunca me gustó, pero sacaba unes perruques que venían muy bien", confiesa.

Este vecino de La Foz, el más longevo del pueblo, recuerda perfectamente el nacimiento del pozo Montsacro. "Yo vi hacer la primera piconá cuando aún no había pozo", asegura Canor. Recuerda que "donde está el pozo antes era un prao a la orilla del río, y todo eso se rellenó con escombro que nosotros carretábamos". A partir de ahí, relata, "recuerdo cómo pintaron el círculo del pozo sobre el suelo, y empezaron a excavar". "Como había que postiar aquel pozo se hacían unos anillos enormes de cemento para evitar que aquello se derrumbara", rememora Canor.

En aquella mina primeriza, Nicanor pasó muy buenos momentos, pero también muy duros. "Me tocó vestir muchos muertos de los accidentes de la mina", cuenta con los ojos humedecidos. Él asumió, por orden de un superior, encargarse de adecentar los cadáveres de los compañeros que habían perdido la vida. "Era el especialista, vi cosas muy desagradables", asegura, recordando varios accidentes como un derrabe del que tardaron tres días en sacar los cuerpos de cuatro mineros.

Entre los buenos momentos, Canor recuerda con mucho mimo cuando inventó una máquina automática para la limpieza de vagones. "Aquello fue una revolución, pero por mala suerte perdimos la oportunidad de registrar la patente, porque hubiéramos ganado mucho dinero", asegura. Habla en plural porque en aquella aventura le acompañaron otros dos compañeros.

Desde entonces, han pasado muchos años hasta el cierre de la explotación. "Me entristece mucho ver que haya cerrado el pozo donde pasé toda una vida", asegura Canor con cierta pena en su rostro. "Si no hubiera sido la minería, ¿que hubiéramos hecho?", afirma mirando por la ventana: "Este pueblo sin la minería no hubiera tenido casi vida, y ahora que la hemos perdido, ya casi no la tiene".

A sus 92 años, ahora vive en la tranquilidad de La Foz de Morcín, el pueblo que le vio nacer y crecer. Con dos hijas, cinco nietos y tres bisnietos, reside junto a su mujer, "que ta un poco malina", en una casa en la que guarda un gran tesoro: una máquina de tren que construyó cuando contaba 18 años y que luce orgulloso en su garaje, donde pasa muchas horas del día.

Hace un año, Canor fue reconocido por el Ayuntamiento como el abuelo más longevo del concejo. El secreto para su eterna juventud: mucho trabajo, beber mucha agua y una buena alimentación.

Compartir el artículo

stats