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"Esto no es un hospital científico, sino un hospital de campaña"

Un grupo de enfermeras, ante el ordenador de una planta. lne

... Y tomar distancia. Además de veterano médico y gestor sanitario, el doctor Matallanas es el mejor conocedor del traslado desde el viejo edificio del Cristo al nuevo de La Cadellada. Difícil contradecirle cuando argumenta que a un hospital del tamaño del HUCA no se le puede exigir pleno rendimiento en un plazo de un año. Conviene detenerse, distanciarse del día a día, planificar a medio y largo plazo, analizar con frialdad la marcha de un hospital llamado, según sus promotores, a prestar servicio durante cien años. Los cuatro o cinco años de tregua que pide Matallanas no son gran cosa en el contexto de un siglo. Pero todo apunta a que a algunos profesionales del Hospital Central cada día se les hace un siglo. Quieren soluciones, y las quieren cuanto antes. No están dispuestos a seguir caminando cinco mil y pico pasos diarios sin percibir contrapartida alguna, sin constatar que sus demandas -no sólo económicas, quede claro- son escuchadas y atendidas.

De trincheras y remos. ¿Cómo resumir las sensaciones de la plantilla del HUCA? Las metáforas nunca son del todo exactas, pero aún no se ha inventado un método más adecuado para sintetizar lo complejo: "Esto no es un hospital del máximo nivel científico, es un hospital de campaña y estamos en la trinchera", dicen unos. "Somos como un trasatlántico movido por remeros", señalan otros. "Lo único que importa a los gestores es sacar pacientes de la lista de espera", tercian los de más allá.

Motivación y automotivación. Naturalmente, también hay partidarios de conceder esa tregua que reclama el gerente. Profesionales que tratan de no ser engullidos por la inmediatez, de ver el vaso medio lleno: un edificio nuevo, unas instalaciones espléndidas, unos espacios amplios y confortables, un hospital plagado de posibilidades una vez que supere el inevitable periodo de rodaje... Algunos han sido testigos de cómo viene un superexperto de un megahospital norteamericano y se asombra de la factura arquitectónica del HUCA. Luego están -no son mayoría, pero están- los que abogan por buscar la motivación en su trabajo cotidiano, en la gratitud -que trasciende menos que la protesta- que les transmiten tantos pacientes y sus familias. "Quejarse es inevitable en muchos momentos, pero tenemos que buscar la automotivación", afirmaba recientemente un jefe de servicio.

Pacientes satisfechos, pacientes angustiados. Mutatis mutandis, algo similar puede decirse del paciente que ha visto aplazada una y otra vez la atención que necesita, ya sea una consulta, una prueba diagnóstica o una intervención quirúrgica. Las demoras son elevadas. Ya lo eran antes, pero en los últimos tiempos todo se ha complicado a causa del envejecimiento de la población, las demandas de una sociedad cada vez más exigente, la escasez de algunas plantillas... A lo largo de estos doce meses, han proliferado los enfermos que permanecían ingresados varios días, y hasta alguna semana que otra, sólo a la espera de que se les realizase un escáner o una resonancia. Todo un monumento a la ineficiencia en el empleo de los escasos recursos disponibles. O los que veían cómo su operación era aplazada por falta de anestesista. O pospuesta en varias ocasiones su consulta con un especialista para recibir un diagnóstico que inquieta...

Los secretos atractivos del HUCA. Con todo, conviene insistir en que muchos han sido los que han salido del Hospital Universitario Central de Asturias encantados de la asistencia recibida. No hay más que pensar en las confortabilísimas habitaciones individuales de las que disfrutan las mujeres que dan a luz. O en las instalaciones de la uvi pediátrica. O los que incluso acuden al centro sanitario animados, entre otros factores, por algunas de sus prestaciones. Por ejemplo, el parking. Los médicos de urgencias señalan que ésta es una de las razones -seguramente no la principal- por las que están recibiendo cada mes entre 500 y 800 pacientes más que en el viejo HUCA , donde no había manera de aparcar en un radio de muchos metros a la redonda.

Malas fechas para nacer. A estas alturas del análisis, ya puede decirse que el nuevo HUCA llegó a este mundo en un momento poco propicio. No es lo mismo nacer en la España de los paupérrimos años 40 del siglo pasado que en los prósperos años 90. El nuevo Hospital Central fue concebido en la época de vacas gordas, pero abrió sus puertas rodeado de vacas famélicas. La crisis económica impidió hacer una transición un poco más sosegada. Propició unos ajustes de personal que generan sobrecargas de trabajo en una plantilla envejecida. Obligó a unos recortes salariales que en parte están justificados -el modelo retributivo sanitario ha premiado a menudo la ineficiencia-, pero que en otras tal vez han sido aplicados de forma un tanto rígida, hasta soliviantar a una porción importante de la plantilla. La jornada laboral fue aumentada por el Gobierno central en dos horas y media semanales, y el Ejecutivo asturiano quiso aprovechar esta coyuntura para activar el hospital por las tardes... Demasiados ingredientes en un caldo de cultivo que ya hervía de antemano.

Una legislatura convulsa. Pero la crisis económica no lo explica todo. La coyuntura política de Asturias, con una legislatura dividida entre el año de Gobierno de Foro y los tres del PSOE, tampoco facilitó las cosas. Tres meses y pico después de la apertura del HUCA, se produjo un relevo en la gerencia. Es casi unánime la impresión de que la gestión de Manuel Matallanas -el actual director- ha sido mejor que la de su antecesor, Jaime Rabanal. Pero es que en menos de cuatro años el Hospital Central ha tenido cuatro gerentes. Y tanto cambio lastra de forma profunda el establecimiento de un rumbo para un trasatlántico cuyas estructuras chirrían ante cada golpe de timón.

Sindicatos y movilizaciones. Por otro lado, este primer año de andadura del Hospital Central ha coincidido con la precampaña y la campaña de las elecciones sindicales celebradas el pasado mes de abril. En estas circunstancias, todas las centrales sindicales han tratado de singularizar su oferta, actividad que suele ir acompañada de acciones reivindicativas que tienden a tensar los ánimos. Otro puñado de ingredientes en una olla que ya estaba a presión desde la huelga de médicos desarrollada en el último trimestre de 2012, que dejó no sólo un notable engrosamiento de las listas de espera, sino también una serie de heridas cuya cicatrización requiere años.

Búsqueda de culpables. Subrayan los trabajadores que el cambio del viejo al nuevo HUCA está gravitando sobre sus hombros. Son numerosos los trabajadores que en este año de funcionamiento han prolongado en muchas ocasiones su jornada oficial para dar respuesta a las necesidades de los pacientes. Es cierto que las autoridades sanitarias lo han reconocido y han manifestado su agradecimiento. Pero esos gestos verbales no mitigan la búsqueda de responsables de la fatiga y la desmotivación, y los dedos acusadores apuntan a los responsables políticos, a los gestores e incluso a los mandos intermedios.

Transatlántico o bote salvavidas. Un año cumple el Hospital Central. Es poco más que un bebé, pero ya se le exige como a un adulto. Tal vez haya llegado el momento de definir con nitidez el rumbo del barco. Determinar si se quiere un transatlántico o si, definitivamente, las futuras condiciones macroeconómicas y sociales imponen convertirlo en un bote salvavidas en el que lo fundamental es salir del paso como buenamente se pueda. "Si queremos ser un gran hospital no podemos considerar que tres operaciones de cataratas fuera de plazo sean un problema", indica el responsable de un servicio medular. Habrá que pensar, habrá que decidir y, mientras tanto, tal vez haya que seguir gastando suela. Eso sí, evitando en la medida de lo posible la fascitis plantar.

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