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MERCEDES GARCÍA UREÑA | Presidenta de Amigos Contra la Droga de Avilés

"Cuando me enteré de que mi hijo de 17 años consumía drogas todavía no se sabía qué hacer"

"Quería entrar en Ensidesa, pero llevaba el fichero del doctor Pedro Solís, una bellísima persona, que me enchufó para entrar en el ambulatorio"

Mercedes García Ureña, en el centro de día de Piqueros de Abajo (Avilés), sede de Amigos Contra la Droga. mara villamuza

-Nací en Ferrol (La Coruña) hace 75 años y viví hasta los 15 años en Pontevedra. Mi padre, Adriano, nació aquí en Miranda y a los 12 años se fue a Cuba con unos tíos. En La Habana se hizo perito mercantil y creó una empresa. Cuando tenía veintipocos años, enfermó su madre y vino a verla para despedirse de ella antes de que falleciera. Cuando murió, decidió hacer el servicio militar para poder ir y volver a España cuando quisiera. Cuando estaba cumpliendo, estalló la guerra civil y le tocó en el bando nacional. Luchó en la zona de Brunete y luego tuvo que seguir haciendo la mili en Ferrol, donde conoció a mi madre, Mercedes. Se casaron al terminar la guerra.

-Y dejó el Ejército.

-No, tuvo que seguir por narices. Lo destinaron a Pontevedra, donde un día salió vestido de militar, se licenció y regresó a casa de paisano. Puso una fábrica de camisas con un socio durante 15 años hasta que las cosas empezaron a irle mal y volvió a Miranda.

-Por la familia...

-Por la promesa de entrar en Ensidesa. Nunca entró. Fue contable en varias empresas y se jubiló en Huarte. Mi madre tenía una peluquería en casa en Galicia. La abrió en Avilés pero la cerró al poco. Tengo un hermano cuatro años y medio menor.

-Cuente su infancia en Pontevedra.

-Estudié en las Doroteas y en una academia privada para hacer Magisterio. Vine a Avilés con la reválida de sexto hecha y, al llegar, lo de Magisterio ni se planteó y empecé a estudiar mecanografía. Con 16 años empecé a trabajar en las oficinas de Seguros Santa Lucía en la calle Llano Ponte. Un año y pico después iba a llevar el fichero de don Pedro Solís, doctor de pulmón y corazón, muy famoso en Avilés y con gran prestigio. Trabajaba por temporadas, cuando se juntaba trabajo. Tenía que pasar fichas a máquina y rellenar decenas de recetas al día que él firmaba. Era una bellísima persona y sus hijos también. Luego, en la democracia, fue presidente del PP de Avilés.

-¿Cómo era el ambiente en su casa?

-Una familia de clase media. Mi madre rezaba mucho pero no íbamos a misa todos los domingos. Mi padre políticamente no era nada. Una parte de la familia de mi padre en Miranda era muy de derechas y a algunos los fusilaron los rojos, pero en casa no hubo persecución por ningún lado.

-¿Dónde vivían?

-En Buenavista, un barrio nuevo, en las casas de la Sindical. Mi padre entró por sorteo y le tocó. Mi hermano vive allí.

-¿Cómo era usted cuando llegó a Avilés?

-Bailonga, me gustaba salir. No era como ahora. Se salía de día y no todos los días. Nunca di problemas en casa, donde había normas, pero no imposiciones. Tuve muy buena relación con mis padres.

­­-¿Querían que usted se formase?

-Que estudiara, pero, al no hacerlo, había que ponerse a trabajar. Quería entrar en Ensidesa, pero, a través de don Pedro Solís, entré a trabajar de auxiliar de clínica en el ambulatorio de Llano Ponte, entonces recién inaugurado. Tenía 20 años, era 1960.

-¿Cómo fue?

-Me dijo que había una plaza en el ambulatorio y que, si quería, me enchufaba. Dije que sí, claro.

-¿Y qué tal le fue?

-Tuve que acostumbrarme porque yo era de las que cuando le ponían una inyección a mi madre me marchaba al otro extremo de la casa. Fui a escribir recetas y lo hacía sobre todo en pediatría y en medicina general, pero luego en el ambulatorio tuve que hacer de todo. En las consultas de cirugía había pequeñas intervenciones y vi de todo. Las anginas eran muy sangrientas y tenía renegrones en las piernas de las patadas que daban los niños al agarrarlos. Me enseñaron a poner inyecciones. No se las podía poner al público, pero sí a la familia. Ahora no me atrevo.

-¿Pero tenía que trabajar en eso?

-No, había enfermeras tituladas, pero algunas tareas no se diferenciaban. Al principio me asusté mucho de ver esas cosas, sin llegar a desmayarme pero casi. Allí trabajé con Laura González. El ambiente era muy bueno, fueran tituladas o no. Al año de entrar, conocí a mi marido, que no tenía nada que ver con ese mundo.

-¿Dónde lo conoció?

-En el baile, en una "boîte" que se llamaba Bohème, que estaba en la calle Doctor Graíño. Ponían música del "Dúo Dinámico".

-¿A qué se dedicaba su marido?

-Trabajaba en la multinacional Siemens. Era seis años mayor que yo. Se llamaba Juan Gutiérrez. Era de Barcelona, pero su familia vivía en Gerona. Falleció hace 7 años.

-¿Qué hacía en Avilés?

-Era montador jefe y estaba construyendo la central térmica de Aboño. Hizo muchas obras en Avilés: la LD-III de Ensidesa y Asturiana de Zinc...

-¿Cuánto tiempo fueron novios?

-Tres años. Le salió hacer una azucarera en Motril (Granada) y, como lo iban a trasladar, acordamos casarnos el 5 de septiembre de 1963 en la iglesia de La Magdalena.

-¿Cuánto pasaron en Motril?

-Once meses.

-¿Cómo le fue?

-Se me hizo raro estar recién casada fuera de casa, pero me gustó. Dejé de trabajar porque al casarse se dejaba de trabajar en los sitios oficiales. No sé si era obligatorio, pero sé que lo hacíamos todas. Mi aventura de Motril duró poco. Lo pasamos muy bien. Los andaluces son muy abiertos e hicimos unas amistades que luego se enfriaron con el paso del tiempo, pero regresamos algo de vacaciones. Vine antes que mi marido, embarazada de siete meses, para casa, con mamá. Eran dos días de tren.

-Tuvo su primer hijo.

-Juan, en agosto de 1964. En casa de mis padres pasamos tres años hasta que decidimos que nos íbamos a independizar. Nos fuimos a una casa de alquiler en la avenida de San Agustín.

-¿Su marido quedó estable?

-No, siempre anduvo trabajando aquí, en Barcelona, en Madrid... A los cuatro años y medio tuve a mi segundo hijo, Carlos y, siete años después, nació Javier. Quedé siempre en Avilés con mi familia y Juan. Él iba y venía. A veces me acercaba yo. Los primeros años fueron los que más tiempo estuvo fuera. A veces, me acercaba yo. Tengo una anécdota en Rentería (Guipúzcoa).

-Cuente.

-Era 1968. Juan estaba haciendo una factoría papelera. Hizo amistad con unos vascos y fui a pasar unos días con él desde finales de julio hasta principios de agosto, dejando al niño con mi familia. Un día fuimos a tomar algo a Fuenterrabía. Al salir de Rentería vimos un control de la Guardia Civil que nos paró, nos metió la metralleta dentro del coche, nos pidió la documentación y nos advirtió de que más adelante nos iban a parar de nuevo. Así fue. En Fuenterrabía tomamos unas cervezas con el compañero de mi marido que nos tenía alojados en su casa y con otro y nos comentaron: "algo pasa, porque los guardias civiles están rabiaos". Volvimos a Rentería y en el mesón donde cenábamos, que estaba en un monte cercano, había una cantidad de gente que no era normal. No sabíamos qué había pasado hasta que en el telediario dijeron que habían asesinado al comisario de Irún.

-Melitón Manzanas, el primer atentado premeditado de ETA.

-Así es. Franco declaró el estado excepción y no podía volver a casa. Iba a ser el cumpleaños de mi hijo el 12 de agosto y para llegar a tiempo tuvimos que pedir un salvoconducto en el Ayuntamiento que permitía viajar por carretera y que nadie nos pidió.

-¿Cómo era su marido?

-Campechano, muy abierto y, contra la fama de los catalanes, muy espléndido. Fue muy buen marido y muy buen ­padre.

-¿Volvió a trabajar después de criar a los hijos?

-Cuando mi segundo hijo tenía cuatro años y pico me dio por poner un negocio: una tienda de lanas en Las Meanas, en la calle José Manuel Pedregal. Mi madre solía tejer y me había enseñado a hacerlo. Eran los setenta y fue el "boom" de las lanas. Mantuve la tienda 15 años, hasta que empezó a menguar el negocio porque había tal competencia que las tiendas de lana estábamos puestas casi en fila, empezó a resultar más barato comprar las prendas hechas y se abrieron los grandes almacenes. En esos años tuve a mi tercer hijo y una chica que me ayudó a criarlo.

-¿Ganó dinero?

-Para mí era más bien un "hobby". Cuando mi padre se murió y las cosas empezaron a ir mal decidí cerrar. Logré un traspaso bueno porque se empezó a construir El Atrio muy cerca, y aquello se revalorizó.

-¿Y después?

-Me fui a casa muy tranquila, con mi marido en Avilés haciendo la nueva acería de Ensidesa, y empecé a hacer vida de ama de casa, de ir al gimnasio con las amigas, algo más de vida social. Entonces surgió el problema de mi segundo hijo.

-¿Cómo fue?

-Carlos era mal estudiante, extravertido, simpático, revoltijo. A los 17 años, mi marido lo metió a trabajar en una compañía eléctrica. Allí nos enteramos de que tenía un problema de droga porque un día le faltó la dosis en el trabajo y se lo contó a un ingeniero. El ingeniero vino a contárselo a mi marido. Yo vivía en un edificio de 10 plantas y se me cayó entero cuando me enteré. Entonces no se sabía qué hacer.

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