La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Deshielo entre cuatro paredes

La Embajada cubana en Washington, una mansión del siglo XX, contrasta con el bloque de hormigón que alberga la legación de EE UU en La Habana

ESPÍAS EN EL MALECÓN. Aunque la Embajada en La Habana funcionará aún en un entorno restrictivo, se reducirá la rigurosa vigilancia policial frente al edificio, construido en 1953 en la costanera del Malecón. La revisión de los visitantes pasará a manos de los estadounidenses.

"El Gobierno revolucionario ha decidido que, antes de 48 horas, la Embajada de Estados Unidos no tenga aquí ni un funcionario más de los que nosotros tenemos en Estados Unidos". Fidel Castro lo ordenó en enero de 1961 y lo cumplió a rajatabla hasta que el pasado lunes la diplomacia del mojito se impuso al largo desencuentro entre los dos países. El deshielo entre Estados Unidos y Cuba culmina con el restablecimiento de relaciones diplomáticas, máximo grado de cordialidad entre dos estados, y los escenarios físicos en los que se desenvuelven esas relaciones serán los mismos más de medio siglo después.

La sede habanera de la antigua y recuperada Embajada americana es un enorme edificio de hormigón en pleno malecón, que vuelve a llenarse de "yankis", bienvenidos a golpe de pancarta. El mamotreto de cemento rompe la estética de la zona y, a la vez, es todo un símbolo, considerado por los cubanos un nido de espías y lugar de peregrinaje para conseguir visados y documentos.

El bloque gris de seis pisos y grandes ventanales ha sido estos años la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. El próximo mes de agosto, será John Kerry, el secretario de Estado estadounidense, quien presidirá el izado de la bandera de barras y estrellas en su nuevo mástil mirando al Caribe.

La enseña cubana se ha adelantado y ya ondea en Washington desde el pasado lunes. La Embajada en la capital federal no tiene nada que ver con el rascacielos de La Habana. Se trata de un palacete de inicios del siglo XX, mezcla de casona indiana con pretensiones y palacete neoclásico, una imponente mansión ubicada en el número 2.630 de la calle 16th Northwest, en el barrio de Adams Morgan de Washington, DC.

El edificio fue construido originalmente en 1917 como la Embajada de Cuba y ese uso tuvo hasta la ruptura de relaciones en 1961. Hace unos meses Patricia Gutiérrez Menoyo, hija del asturiano Eloy Gutiérrez Menoyo, comandante de la Revolución y opositor a Castro, ya fallecido, se entrevistó allí con José Ramón Cabañas, desde 2012 encargado de la Sección de Intereses y actual responsable de negocios, provisional, desde el 20 de julio. La casona de tres pisos, entre las embajadas de Lituana y Polonia, en el barrio donde se encuentran las residencias de los embajadores en la capital estadounidense, también cuenta con el Bar Hemingway, inaugurado en 2011, dedicado al escritor Ernest Hemingway, uno de los mejores embajadores que ha tenido la isla en el mundo. Los mojitos que se sirvieron con su hielo picado el pasado lunes fueron todo un canto a ese deshielo que no convence a todos. "En Miami hay mucha gente enfadada porque no quieren este cambio. A muchos les asusta quedarse sin trabajo. Como decía mi padre, el anticastrismo se convirtió en una industria", añade la hija del legendario militar, que regresó a Cuba para pasar sus últimos años, tras ser liberado en 1986 del cautiverio al que le sometió Castro, gracias a la mediación de España.

Patricia Gutiérrez, continuadora de la labor política de su padre, al frente del partido Cambio Cubano, se hizo una foto frente a la placa que ponía Sección de Negocios. "Sabía que en poco tiempo la quitarían; tengo una foto histórica". La historia ha estado presente en su propia casa. El restablecimiento de relaciones es el resultado de la labor callada de muchas personas que han defendido el diálogo a lo largo de los años, entre ellas su padre. "Y, especialmente, el Papa Francisco. En septiembre iré a Cuba para estar presente durante su visita", asegura. En Washington la enseña nacional fue izada en una solemne ceremonia que encabezó el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla.

En Asturias, Margarita Collado, vicepresidenta de la Asociación Contra el Cáncer en la región, nacida en Cuba, vivió ese día con interés. Ella también quiere ser testigo de la visita del Papa a su país natal. "Quisiera volver a La Habana coincidiendo con la visita de Francisco. Es la primera vez que me apetece ver a un Papa. Quisiera que estos cambios beneficiaran, sobre todo, a los que viven en Cuba, que creyeron en la Revolución y la sufrieron".

Los cambios llegan a borbotones. Y otra de las pruebas de esa recuperada amistad, es que esta semana la bandera cubana de la legación en Washington ha ondeado a media asta, como señal de luto por las cinco víctimas fatales del ataque de la semana pasada contra instalaciones militares en Tennessee. El propio presidente Barack Obama ordenó rebajar las banderas en la Casa Blanca y los edificios federales, embajadas americanas, bases militares y e instalaciones castrenses del país a través del mundo.

Ahora que hay embajadas llega el momento de repartir consulados. En Miami hubo uno hasta la llegada de Castro al poder. Ahora, las facciones más radicales del exilio, y el propio alcalde del condado, Tomás Regalado, se oponen a su reapertura. "Sería una provocación abrir un consulado aquí", señala el gobernante municipal.

Mientras arrecia la discusión, "Villa Paula", sede del antiguo consulado, un edificio blanco y neoclásico, en el 1926 de North Miami Avenue, conserva sus detalles arquitectónicos, jardines exuberantes, techos altos y obras de arte. El Gobierno cubano construyó la casa en 1926 con mano de obra cubana y materiales de la isla.

Sus actuales dueños lo están restaurando, según el proyecto original. Han recuperado contraventanas originales, puertas y azulejos cubanos. Lo que no será tan fácil de reubicar es el fantasma de Paula Milord, que, dice la leyenda, vaga por la mansión. La esposa del cónsul cubano, en cuyo honor fue bautizada la villa, fue enterrada en el patrio trasero. Dos veces al año, alguien entra en la propiedad -no se sabe cómo- y deja flores en la tumba. Cuentan que el alma en pena de la dama hace cosas extrañas. Al artista Joe Chirichigno, que trabaja en el edificio, un día, le cayó un bastón antiguo de un árbol en el patio trasero. Tal vez Paula quería enviarle un mensaje, quizás sólo pretenda aprovechar la reanudación de los viajes para sacarse un visado y descansar por siempre en Varadero.

Compartir el artículo

stats