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El incesante batallar de una institución que refleja a Asturias

La reapertura de los tres edificios permite conocer "la calidad y la densidad de la colección", en palabras de su director, pero ahora los retos son la segunda fase de las obras y la dotación de personal

Alfonso Palacio, ante su rincón favorito del Museo de Bellas Artes, que dirige y de cuya reordenación es responsable. miki lópez Una mujer contempla la fotografía panorámica de emigrantes asturianos en La Habana. miki lópez

El Museo de Bellas Artes de Asturias nunca fue un ejemplo de grandonismo. Jamás se concibió como un proyecto por encima de las posibilidades del país, sino como su reflejo. Su historia fue y es un incesante batallar en el que sus anteriores directores -José Antonio Fernández Castañón y Emilio Marcos Vallaure- fueron consiguiendo objetivos que parecían irrealizables.

Al principio, ordenar los fondos, gran parte de los cuales procedía de la antigua Diputación Provincial, con el objetivo de mostrar un panorama de la pintura desde el siglo XIV hasta nuestros días, con atención especial al arte asturiano.

Más tarde, fue el empeño de incorporar a la colección a los grandes artistas asturianos de la Corte en los siglos XVII y XVIII y, poco a poco, a base de trabajo, una inteligente política de adquisiciones, rigor y la feliz incorporación como pago impositivo de la colección Pedro Masaveu, se configuró una colección de casi 15.000 piezas, entre pintura, escultura, dibujo, grabado, fotografía, artes industriales y otras actividades artísticas.

Aquel pequeño y digno museo que se inauguró en 1980 en el ovetense Palacio de Velarde, un edificio del siglo XVIII construido por el arquitecto Manuel Reguera, se ha convertido esta semana, con la apertura de los tres edificios que lo acogen -la Casa de los Oviedo-Portal y el nuevo de la ampliación son los otros dos- en uno de los más grandes e importantes de España, con una colección que impone.

Su actual director, Alfonso Palacio, artífice de su reordenación, no oculta sentirse "abrumado por su dimensión, escala y envergadura". "Uno se da cuenta en el momento en que abre los tres edificios, es otra dimensión. Habla de la calidad y la densidad de la colección, también de su complejidad".

Organismo autónomo adscrito a la Consejería de Cultura y al Ayuntamiento de Oviedo, el Museo está gestionado a través de la Fundación Pública "Centro Regional de Bellas Artes". El patronato o junta de gobierno lo componen 14 miembros, la mayoría nombrados por la Junta General del Principado y el Ayuntamiento, lo que lo convierte en un órgano bastante politizado y poco especializado en cuestiones museísticas y artísticas.

A lo largo de sus 36 años de historia, las relaciones institucionales nunca han sido tranquilas. A los sucesivos gobiernos regionales no les resultaba fácil entenderse con una institución que, pese a consolidarse como una potencia cultural y artística, nunca fue sumisa.

El museo se convirtió, en algunas etapas, en arma arrojadiza entre los gobiernos socialistas de Vicente Álvarez Areces y la Alcaldía de Gabino de Lorenzo. La consecuencia más palpable fue la semiclandestinidad de un equipamiento que los representantes institucionales ignoraban y nunca mostraban y que, hasta hace pocas fechas, tampoco estaba bien señalizado en la capital. Los mayores elogios siempre venían de destacados especialistas y coleccionistas de fuera.

Esta ocultación institucional no ha desaparecido del todo. Tanto la apertura, hace un año, del nuevo edificio diseñado por el arquitecto Patxi Mangado, reciente premio "Asturias" de arquitectura, como la de los tres edificios del pasado martes, fueron inauguraciones políticas, alejadas de la cultura y la sociedad.

El presidente del Principado, Javier Fernández, recorrió con placer las salas y dio muestras de su conocimiento de los personajes históricos españoles, pero evitó las preguntas de los periodistas. Firmó en el Libro de Honor. Sorprendió que desconociera el dato de que el Apostolado de El Greco se había incorporado a la colección mediante dación de la antigua Aceralia.

Con tres edificios y 15.000 piezas, el Museo de Bellas Artes de Asturias tiene un presupuesto anual de 1,7 millones de euros cuando en 2004 podía disponer de 4 millones. Desde el año 2011 carece de partida para adquisición de nuevas obras, pero tal vez lo más sorprendente, por incomprensible, es que su director sea, a la vez, el único conservador técnico de la institución.

El Museo de Bellas Artes de Bilbao, al que suele compararse en cuanto a colección el de Asturias, tiene para atender las colecciones dos conservadores, un auxiliar técnico con contrato parcial y dos ayudantes, uno con contrato relevo, además del director. En el departamento de restauración y conservación de Bilbao, son 4 personas; 2 en el de Asturias, que tiene 21 trabajadores fijos.

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