La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

MELQUIADES ÁLVAREZ | Artista plástico

"En el Bilbao de 1975 dejé crecer pelo y barba y, como todos, grité a favor de ETA"

"Por indicación de una hermana, los Reyes me pusieron una caja de acuarelas a los 10 años: me gustó y me concentré en ello; a los 13 compré óleos"

El pintor Melquiades Álvarez, en el patio del edificio central de la Universidad de Oviedo. IRMA COLLÍN

-Soy gijonés, del barrio de La Guía, de 1956, el último e inesperado hijo después de dos hermanas y dos hermanas seguidos. El anterior, Eduardo, me lleva cuatro años.

- ¿Le quisieron?

-Eso noté. Estuve muy bien atendido. Mis hermanas Carmen y Lourdes fueron mis segundas madres.

- ¿A qué se dedicaban en su casa?

-Mi padre era albañil autónomo. Era un artesano: sus obras en casa le sobrevivieron intactas. Le acompañé a muchas casas donde le llamaban y le apreciaban.

- ¿Cómo vivían?

-Convivíamos bien en una casa de planta con bastante densidad de población: con nosotros siete vivían mi abuela materna, ciega, que decidió no salir más y estaba presente como una sombra, y una tía soltera, Palmira, que la cuidaba y echó muchas manos.

- ¿Como era La Guía de su infancia?

-Dos calles, una iba a Somió y otra a Cabueñes, que se podían cruzar sin demasiada precaución. Por la de Cabueñes pasaban los autobuses que llevaban a los alumnos de la Universidad Laboral, entre ellos mi hermano José Luis. Había muchos niños y mucha actividad. Mi infancia es el río: fuentes, peleas de territorios, pesca y ayudar a mi madre cuando iba a lavar a unas piedras en forma de rampa para cuatro puestos, donde hacía algo de vida social liberada de la casa. Volvía con la ropa húmeda en un caldero de zinc sobre la cabeza.

- Su madre.

-Carmen, de La Guía. Era curiosa para coser. Como había muy pocas cosas, tejía y en verano hacía conservas de tomate y fruta. La recuerdo vareando la lana de los colchones. Era introvertida, muy atenta a todos y, supe de mayor, con dotes artísticas: me contó que lo que más le gustaba de la escuela era dibujar y bordar, cualidad manual que heredamos.

- ¿Cómo era su padre?

-Se llamaba Melquiades. No tenemos nada que ver con el político, pero seguro que mi abuelo era melquiadista. Mi padre era de la aldea de Tremañes, festivo y despreocupado. Había sido futbolista en el Arenas Club Deportivo y seguía pagando cuota. Le gustaba la caza y yo le acompañé por Deva, Cabueñes y Las Charcas, donde había patos, garzas y agachadizas al atardecer.

- ¿Le gustaba la caza?

-No, pero sí la aventura de un mundo distinto al doméstico. Me marcaron los anocheceres de luna saliendo, las charcas evaporando la humedad, los días fríos de invierno... la sensibilidad por la naturaleza. Mi padre tenía conmigo un relajamiento de abuelo y me tocó mayor bonanza social: pude estudiar más que mis hermanos y decantarme por lo que quería, y eso antes de mí era más complicado.

- ¿Cómo le educaron sus padres?

-Mi madre era afectuosa y estricta. Entonces no se consentía: la supervivencia producía esa rigidez. En general el ambiente era autoritario: en la escuela, en la iglesia. La política era un tema muy oculto. Y no eran religiosos, pero fuimos a la iglesia por el formalismo social. Me rebelé a los 11 años sin presentar batalla, haciendo mi vida.

- ¿Dónde fue a la escuela?

-En el barrio, con un maestro -bueno pero con vara- para alumnos de 5 a 14 años. Luego fui al grupo escolar de la calle La Merced e hice Bachiller en el Jovellanos.

- ¿Qué chaval era usted?

-Tranquilo y con iniciativas manuales. Dibujaba y hacía libros elementales -doblaba hojas y las grapaba- o guitarras de cartón, de cuernos, a imitación de las de "Los Brincos", "Los Mustang", "Los Bravos". Me gustaba la música y en La Guía había bailes y orquestas en las que nos infiltrábamos a los 7 años. No había peligros ni fronteras del río al merendero, del merendero al hipódromo de Las Mestas, de ahí a Viesques con otras pandillas.

- ¿Era niño dibujante?

-No. Otros copiaban mejor los tebeos del Capitán Trueno y del Jabato. Yo no era bueno.

- ¿Cuándo empezó a pintar?

-A los 10 años. Por indicación de alguna hermana, los Reyes me regalaron una caja de acuarelas y unas láminas. Le cogí gusto y me concentré en ello. A los 13 años compré óleos. Luis Pardo, catedrático de dibujo del instituto, me animó: vio que tenía cualidades y que prefería dibujar a salir al recreo. No era asocial, me relacionaba bien, pero los juegos de competencia física no me interesaban.

- ¿Cuándo notó que quería ser pintor?

-En 1972. Una hermana me llevó al bajocubierta del antiguo Instituto Jovellanos, donde se reunían, de manera amateur y libre, personas interesadas en las artes plásticas y la música. Lo llevaba Josechu Jaureguizar, muy buena persona, pintor aficionado y con obra interesante. La mayoría eran personas mayores que se conocían. Había una generación intermedia en la que habían estado Adolfo Bartolomé y Fernando Redruello para preparar la entrada en Bellas Artes. Había libros de Noguer Rizzolli, algún tomo sobre el Renacimiento y monografías de artistas asturianos. De mi edad conocí a Pelayo Ortega, que había venido de Mieres, a Luis Acosta y a Francisco Fresno. Amigos junto a Rodolfo Pico, al que conocí luego.

- ¿Dónde más veían arte?

- En Marcos y Molduras Félix, en el mercado de San Agustín. La abundante colección de "piñoles" del montañero José Ramón Lueje fue enmarcada entonces y eso nos permitía ver material inédito. Para nosotros, Piñole era un mito, no por él -que no era un santo que se proclama a sí mismo, sino un hombre muy discreto-, sino porque su obra nos chiflaba porque comprendimos su poesía y sus fuentes. Pelayo y yo, muy amigos, salíamos a pintar y de montaña por las inmediaciones de Gijón y por el Aramo con Jorge, Antonio y Raúl Lombas, de Oviedo. Fue a los 17 años, cuando murió mi padre, de infarto, a los 65.

- ¿Su muerte desbarató la casa?

-No. Estábamos encauzados. Por indicación de mi padre trabajé con un aparejador e hice los dos últimos cursos de Bachiller en el nocturno. Hacía méritos visibles para que se viera que era pintor.

- Como exponer por primera vez.

-En el Ateneo Jovellanos, unos cuadros con voluntad grande y cierta maestría. "Till" los elogió y vendí alguno. La OJE organizaba certámenes de pintura y obtuve unos fondos.

- Entró en Bellas Artes de Bilbao.

-Por la proximidad y porque unos conocidos me ofrecieron instalarme provisionalmente hasta que lograra un piso de estudiantes. El primer año el Ayuntamiento de Gijón me dio una bolsa de ayuda con 30.000 pesetas.

- Bilbao en 1975 era una olla a presión.

-Pasé de vivir en casa en una ciudad tranquila a ser autónomo en una ciudad en ebullición social y política. Dejé crecer pelo y barba y corrí delante de los grises, sin que me alcanzara el tolete, en manifestaciones donde, como todos, grité a favor de ETA.

- ¿Militó en algo?

-No. Asistí con mucha curiosidad a uno de los primeros mítines del PSOE, en Económicas, donde Felipe González saludó, estratégicamente, a los compañeros anarquistas y comunistas. Vivía en Las Arenas y muchos días los puentes estaban cortados. Coincidió con el desmantelamiento de la siderurgia.

- ¿Qué aprendió en esos años?

-Evolucioné mucho. Pasé de lo más local y la pintura más emotiva a estar en contacto con la modernidad. Bilbao tenía una gran potencia económica, gran museo, galerías insólitas y había artistas vascos muy interesantes. La escuela pasó a segundo plano. Mi actividad pasó a mi estudio. Lo ligo al descorche de la sociedad española. No acabé la carrera -hice tres cursos y medio- y nunca me arrepentí. Dicho esto, daban una enseñanza muy moderna y crítica, de mucho pensamiento. La escuela y los profesores eran jóvenes, y los más modernos eran catalanes.

- ¿Y la técnica?

-Estaba bien atendida por la asignatura de procedimientos, que me interesaba porque yo era experimental, intentaba lo nunca visto, y lo aprendí también porque tenía el atrevimiento para hacerlo.

- ¿Cambiaron sus temáticas?

-Empecé a hacer obras de inquietud social. Nació mi interés por la ecología. Leía a Russell, Hesse, Musil y ensayos sociales.

- ¿Qué aprendió para la vida?

-A administrar la soledad. Tenía escarceos, pero mi prioridad era la expresión plástica.

Segunda entrega, mañana, lunes:

"Fui al Madrid de la Movida cuando sentí que la sociedad local provinciana me estaba cercando"

Compartir el artículo

stats