No irán a "OT": ni hacen gorgoritos ni entonan complejas melodías. Ni siquiera suenan muy musicales. Pero son, por derecho propio, voces de la primavera (y del verano), pese a su papel de eternos segundones de las aves canoras. El canto de ranas y sapos tiene más intríngulis de lo que parece; un ejemplo: ellas eligen pareja analizando al detalle la voz de sus pretendientes, de la que infieren su calidad como progenitores.