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Los extremos y la media

Salud

Los extremos y la media

Las conclusiones de los experimentos del epidemiólogo Geoffrey Rose también son aplicables a problemas como el de la corrupción

Venimos de África, allí se formó nuestra especie, que en oleadas fue invadiendo la tierra hasta ocuparla de tal manera que la hemos transformado, más o tanto como los accidentes geológicos y climáticos que dieron lugar a las eras. Esta nuestra, el Holoceno, comenzada hace 10.000 años, parece que toca a su fin sustituida por el Antropoceno: la actividad en los últimos 100 años de Homo sapiens ha cambiado la corteza terrestre y la atmósfera de tal forma que ya no se enclava en el Cuaternario.

Los hijos de aquellos cazadores recolectores que buscando mejores territorios de subsistencia colonizaron Europa regresaron a África en la edad moderna para capturar a sus padres y esclavizarlos. Más tarde, abolida la esclavitud, volvieron para expoliar sus recursos. Y cuando en el siglo XX, tras los horrores de las grandes guerras, se reconoció el derecho de los pueblos sometidos a regir sus destinos, concretado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, parecía que África podría salir de su miseria y opresión. Pero no fue así porque, como dice el escritor guineano Donato Ndongo, " la descolonización no abolió el ideario colonial. El poderosísimo entramado de intereses que sustenta la prosperidad y seguridad del mundo industrializado introdujo la fórmula lampedusiana: cambios cosméticos sin alterar las estructuras del sistema".

Las colonias del inmenso imperio británico fueron un lugar perfecto para la experimentación. Muchos médicos desempeñaban allí una doble labor: colaborar y formarse. Algunos, buenos observadores, contribuyeron con sus estudios al desarrollo de la ciencia. Por ejemplo, Burkitt, cirujano en Uganda en su juventud, describió el linfoma de su nombre. Y Geoffrey Rose, gran epidemiólogo, nos explicó cosas de la hipertensión que todavía hoy son leyes.

Rose examinó la tensión arterial de los kenianos no occidentalizados. Descubrió que, además de ser baja, al contrario de lo que ocurre en Occidente, ésta no se incrementaba con la edad. Por tanto tiene que haber algo en el comportamiento que produzca ese fenómeno. Desde entonces empezó a jugar con las curvas de distribución de los factores de riesgo, que tienen forma de campana: pocos en los extremos, muchos en el centro. Ese centro que es la tensión arterial media de la población es lo que él propone reducir. Es lo que se denomina el abordaje poblacional. El sistema sanitario se centra en el abordaje individual: detectar al hipertenso y tratarlo. Con ello lo que se logra es desmochar el extremo de la derecha de la curva. Como los estudios demuestran que los que están algo a la derecha del centro también tienen riesgo, cada cierto tiempo se rebaja la cifra que define hipertenso, y cuanto más cerca del centro, más personas hay bajo ese tramo de la campana. Lo mismo ocurre con el colesterol. De manera que cada vez tratamos a más gente, con el consiguiente daño -todos los medicamentos tienen efectos secundarios- y coste. Cuánto mejor, decía Rose, sería mover la tensión arterial media hacía la izquierda para que se parezca a la de los kenianos. ¿Cómo hacerlo?: adoptando un estilo de vida que no facilite la arteriosclerosis y otros trastornos que eleven la tensión arterial, es decir, manteniendo el peso, haciendo ejercicio, evitando el exceso de carnes rojas, de alcohol, comiendo mucho vegetal y cereal integral y moderando el uso de sal.

La sal era una obsesión para Rose. Para saber cómo ésta se relacionaba, universalmente, con la tensión arterial diseñó y dirigió el estudio Intersalt. Consiguió involucrar a más de 10.000 personas en 52 centros. Los participantes, casi siempre elegidos al azar, recogieron orina de 24 horas donde se medía la cantidad de sodio, un indicador del consumo de sal. Demostró que se correlacionaba con la tensión arterial. Y que el potasio también, pero este en relación inversa. El potasio es abundante en los vegetales. También observaron que la tensión arterial se correlacionaba con el peso y que el consumo de alcohol por encima de 34 gramos/día (tres vasos de vino) la elevaba.

De la variedad enorme de curvas de distribución estudiadas Rose sacó una conclusión muy interesante: los extremos predicen la media. Quiere decir que cuando en una sociedad observamos a varias personas que consumen mucha sal, es que la media de consumo allí es alta. Lo mismo para el alcohol o la obesidad: si vemos por la calle personas con obesidad mórbida es fácil que la media del peso allí sea alta. No son, en general, "outliers", como se denomina en estadística a los "hechos aislados".

El hecho aislado puede tener un tratamiento individual, pero de nada sirve abordarlo si el problema está en la media. Hay que lograr que ésta se comporte como deseamos. Esta lección de Rose sirve para juzgar otros comportamientos sociales, como la corrupción. No son hechos aislados: la corrupción extrema de algunos denota que la media está desplazada hacia allí, lejos de la honradez. Tratarlos con cárcel es necesario y saludable, pero más importante es lograr que la sociedad modifique sus valores. Que hurtar el albornoz en el hotel no sea normal.

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