Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El bien que hizo un mal

Salud

El bien que hizo un mal

La aparición del VIH aceleró la introducción masiva en la medicina de normas de precaución universal y para reforzar la práctica de sexo seguro

El sida, una enfermedad devastadora que produjo daño y dolor a muchas personas y familias, nos ha traído también algunos beneficios. Aunque hubiéramos preferido no tenerlos por esa vía. El más inmediato fue la introducción masiva de las normas de precaución universal. El temor a ser infectado por el VIH en la actividad sanitaria produjo un incremento del cuidado en el manejo de estos pacientes. Pronto nos dimos cuenta de dos cosas. La primera, que se discriminaba. Recuerdo cómo se marcaban las historias clínicas con un círculo rojo. Y aunque ya se sabía que no se transmitía por contacto con la piel o aliento, se aislaba a estos pacientes con las medidas más estrictas. Duró poco. Se dictaron normas de precaución para todos bajo dos premisas: no discriminar y reconocer que cualquiera podría ser portador y no saberlo, es decir, tratar a todo el mundo como posible infectado. El uso de guantes se disparó. La segunda, relacionada con la anterior, se fortalecieron las normas de salvaguarda de la intimidad. Creo que el sida, más bien la infección por VIH, aceleró lo que hubiera llegado inevitablemente.

Un tercer beneficio, consecuencia en parte del activismo de algunos enfermos y personas de su entorno, es el avance en el conocimiento de la biología de la infección por virus, conocimiento necesario para el diseño de fármacos y estrategias de prevención. El primer favorecido ha sido el infectado por VIH. Ahora se puede frenar el desarrollo de la enfermedad e incluso si ya ha progresado se consigue con medicación una buena calidad de vida.

Como saben ustedes, los virus son seres, si así se les puede llamar, que para reproducirse necesitan incrustarse en el DNA o RNA de un huésped, de una célula. Allí ponen a trabajar a esa máquina, haciendo copias de sí mismos hasta acabar con la célula. Rota, multiplicados, salen al exterior, a la sangre, al aire o al agua. Y si encuentran otra víctima repiten el ciclo. El virus del VIH infecta células de la sangre: los leucocitos CD4, que se llaman helper, porque ayudan a otros, los asesinos, a matar a los microbios invasores y los macrófagos, que se comen los microbios y sustancias extrañas al organismo. También infectan a las células dendríticas, involucradas en la defensa, en la inmunidad.

Timothy Brown sufría una leucemia que no respondía a las más modernas y agresivas quimioterapias del momento, hace 12 años. Sus médicos le propusieron un trasplante de médula ósea. Para ello tuvieron que limpiar toda su sangre, matar todas las células, o casi todas, también allí donde se producen, en su médula ósea. Estuvo a punto de morir, tan enfermo estaba que le indujeron un coma durante un mes. Se recuperó. Hoy vive en Palm Springs, está curado. Y lo más curioso es que el trasplante hizo desaparecer el VIH que le infectaba. Es que el donante tiene una mutación que le impide fabricar una proteína, la CCR5, proteína que necesita el virus para entrar en la célula. El Sr. Brown tiene una buena calidad de vida pero sus médicos le aconsejan que tome diariamente un fármaco contra el VIH. Porque hay una cepa de este virus que no necesita la proteína CCR5 para entrar en la célula. Es menos frecuente, pero hay ese riesgo.

En este momento, el banco de datos de IciStem, un grupo colaborativo que investiga el VIH, tiene recogidos 22.000 donantes con la mutación. También sabemos que hay 38 pacientes con VIH que recibieron un trasplante de médula, 36 de sujetos mutados. Precisamente el paciente 36 es el nuevo caso de curación o de supuesta curación. En 2016 recibió un trasplante de médula porque padecía la enfermedad de Hodgkin, un cáncer de la sangre, que no se lograba curar con medicamentos. El donante tiene la mutación. Desde entonces este paciente, un inglés, está libre de virus. Hay todavía un tercero que lleva 5 meses sin rastro de virus.

Estos éxitos han despertado la esperanza de una vacuna o algo parecido que proteja universalmente contra el virus. Habría que introducir esa mutación en las células receptoras del VIH. Precisamente, CCR5 es la proteína que He Jiankui, un científico en China, afirmó haber modificado con la edición de genes en al menos dos niños para, pretendidamente, hacerlos resistentes al HIV. Un experimento que desencadenó la condena internacional. Otra opción es modificar células del sujeto en el laboratorio y reinfundirlas. De momento eso no funciona. Supongamos que la ciencia y la tecnología avanzan al punto de lograr introducir esa mutación sin efectos secundarios. Esto no garantizaría una protección universal porque sería susceptible a la otra cepa de VIH, el que usa para entrar la proteína CXCR5.

La aparición del VIH aceleró cambios en la práctica médica que debemos conservar: las normas de precaución universal y el derecho a la intimidad. Pero tan importante como eso, el VIH nos hizo reforzar la recomendación de practicar sexo seguro. Bienes que produjo un mal.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.