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Cargada de beneficios

Su alto contenido en fibra y su riqueza en vitamina C, más que los cítricos, son dos de las características nutricionales más conocidas de los kiwis, pero ni mucho menos las únicas. Según la Fundación Española de la Nutrición (FEN), "es posible que los supuestos efectos beneficiosos para la salud de este alimento estén relacionados con sus propiedades antioxidantes, atribuibles no solo a la vitamina C, sino también a la existencia de otras sustancias bioactivas que evitan el daño en el ADN, previniendo así el desarrollo de algunas enfermedades como el cáncer". Los expertos en nutrición añaden que comer kiwi "fortalece el sistema inmunitario, actúa como antioxidante, combate los altos niveles de colesterol y mejora la calidad de la piel".

Además, el kiwi también contiene actidina, una enzima similar a la papaína (de la papaya) que favorece la digestión, y miosmina, "un alcaloide del tabaco del que algunos estudios han sugerido que puede tener un papel beneficioso ante el cáncer de esófago", prosigue la FEN.

Esta fruta también es una buena fuente de ácido fólico (vitamina B), que ayuda a prevenir anemias y a reducir el riesgo cardiovascular. Los especialistas resaltan que según un estudio de la Universidad Complutense, dirigido por la catedrática Rosa Ortega, "se ha demostrado que el kiwi mejora la digestión, tiene un efecto positivo sobre el estreñimiento y mejora el estado de ánimo". Su alto contenido en fibra también convierte al kiwi en un alimento saciante. Y por su abundancia de potasio y bajo aporte de sodio, resulta muy recomendable para aquellas personas que sufren de hipertensión arterial o afecciones de los vasos sanguíneos y del corazón.

ORIUNDO DE CHINA

El kiwi tiene su origen botánico en el Extremo Oriente; lleva muchos siglos cultivándose en China, donde recibe el nombre de "yang tao" (fruto del Yang), en alusión al valle del río Yang-Tse-Kiang, en cuyos márgenes abunda la planta. No fue hasta principios del siglo XX, en 1904, que el kiwi llegó a las costas de Nueva Zelanda, cuando una viajera neozelandesa, Mary Isabel Fraser (1863-1942), se hizo con unas cuantas semillas de "yang tao" durante un viaje a China, las entregó al horticultor Alexander Allison al regresar a su país y éste las germinó. Sería el principio de una industria frutícola que ahora tiene ramificaciones mundiales.

A las primeras plantas de kiwi les dieron uso ornamental, pero poco a poco la planta fue ganando prestigio y comenzó a cultivarse con interés agrícola en el archipiélago del Pacífico en la década de 1930 hasta convertirse en uno de los productos neozelandeses más apreciados y populares. La expansión en Europa comenzó en 1971 en Italia, y poco después en Francia y España. Se trata, por tanto, de un cultivo de implantación reciente.

Los neozelandeses bautizaron inicialmente al exótico fruto como "grosella china", aparcando el genuino nombre chino de "yang tao". No obstante, el verdadero giro llegó en 1959, cuando la fruta adoptó, por una cuestión de marketing de cara al mercado de Estados Unidos, el nombre de kiwi en homenaje al pájaro nacional de Nueva Zelanda. Y es que la fruta y el pájaro tienen tres cosas en común: ambos son pequeños, marrones y peludos.

En contra de la creencia generalizada, el primer productor de este fruto no es Nueva Zelanda, sino China, que monopoliza la mitad de la producción mundial: 1,7 millones de toneladas de un total de 3,5 millones de toneladas. El segundo puesto en el ránking lo ocupa Italia. El país que dio popularidad mundial al fruto es el tercero que más toneladas produce en un listado que sigue con Chile y en el que España viene ocupando regularmente la décima posición.

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