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Santiago García Arquitectura personal

"Mis seis años interno en el Auxilio Social fueron la cárcel"

“Chavales como yo estábamos acomplejados porque en Oviedo había unas diferencias de clase tremendas, y eso lo aprendíamos en seguida”

El fotoperiodista Santiago García, en la Facultad de Ciencias de Oviedo. | | MIKI LÓPEZ

–Nací en Ore (Valdés) en 1949 y soy el octavo de diez hermanos. Mi madre tuvo doce partos, un hijo murió en el parto y otro a los pocos meses. En Ore había una escuela que se llamaba Casa Raúl, donde aprendí las primeras letras. Mis padres tenían un monte cercano y a los 4 años iba con mi hermano Luis, que es trece meses mayor, a coger piñas para venderlas a peseta el saco en Casa Elías, en Pontigón, donde vivía un niño de mi edad que tenía un triciclo que me mataba de envidia. Nosotros no teníamos nada. Éramos muy pobres y tuvimos mucha ayuda de los vecinos, Telva, su hijo Aurelio y otros.

–¿A qué se dedicaban en casa?

–Mi padre, Manuel García Negrón, a la labranza. Iba hasta Salas, 22 kilómetros, porque de aquella de los árboles hacían carbón.

–¿Cómo era?

–Era hijo de moza soltera, Magdalena. Con 15 años se fue a Cuba, donde decía que pasó los mejores nueve años de su vida. Su madre le escribió que quería verlo antes de morir, volvió, lo cogió aquí la Revolución de 1934, se casó y tenía dos crías cuando entraron las columnas gallegas en la Guerra Civil. Al final, la abuela murió con 90 años. Cuando vinieron a Oviedo trabajó por las noches en el garaje Campoamor, donde ahora Cortefiel. Cuidaba los coches y como no sabía conducir los movía a mano. Lo metió allí el de “La feria del punto”. Tengo ido con mi madre a llevarle la cena. Era muy listo, leía el periódico todos los días de arriba abajo y escribía muy bien, de caligrafía y de redacción. Murió con 79 años, en 1985.

–¿Y su madre?

–Mi madre se llamaba María Adonina López Cernuda y era de Llaneces, al lado de Ore. Se crio con una tía porque su madre murió en el parto. Era encantadora, una gran cocinera y muy trabajadora. Fue ayudante de cocina en el Rialto. Murió de cáncer de colon con 56 años, cuando yo tenía 20. Un dolor.

–¿Qué ideología tenían?

–No eran de derechas ni de izquierdas. Nunca les vi ir a misa. Sí recuerdo a mi madre ir a buscar la leche en polvo a la parroquia, en Ventanielles, de don Hermógenes, que colocó a mucha gente del barrio porque era capellán del Hospital.

–¿Cómo fue su infancia?

–A los 6 años, junto a mi hermano Luis, nos internaron en el hogar de Auxilio Social Pedro Menéndez de Avilés. Pasé seis años y solo uno fui de vacaciones a casa.

"Tenía tres hermanas sirviendo en Oviedo y, por medio de conocidos, en 1961 conseguimos una vivienda social en Ventanielles

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–¿Recuerda la llegada?

–Claro, el viaje en la baca del Alsa por La Espina, entre las maletas, esquivando las ramas de los árboles, sin saber dónde ibas. ¡Qué tristeza! El colegio estaría bien para la época, pero estaba mal dirigido y organizado porque después de comer te tenías que quedar en cuclillas en el salón, cuando tenían un campo para correr los chavales. Para mí fue la cárcel.

¿Cómo era?

–Vivíamos allí cien chavales de toda Asturias, humildes como nosotros. Ya había tenido dos hermanas, Dolores y Olimpia, en el colegio de chicas de Auxilio Social en Colombres. Éramos tantos en casa y no había dinero...

–¿Tenía mucha disciplina?

–Muy fuerte y, a veces, se pasaba hambre y los más atrevidos bajábamos por la noche a buscar algo de comer a la cocina. No se probaban la carne ni el pescado.

–¿Y la formación?

–Cara al sol y gimnasia sueca en el patio. Las chicas no eran profesoras. Aprendí a leer y escribir y las cuatro reglas. A los 12 años nos mandaban a las duchas en fila y las chicas te enjabonaban por todos lados. Una vez cuando me enjabonaron tuve una erección y me pegaron. ¡Qué mal lo pasé!

–¿Y los compañeros?

–Buenos compañeros. Hice una colección de “El capitán Trueno” sin tener dinero. Fui un poco defensor de mi hermano mayor porque ante el miedo hacía frente.

–Salir fue una liberación...

–Recuperé el cariño de mis padres y volví a estar entre hermanos. Cuando me llevaron mis padres a casa, doña Mercedes, la mujer del gerente de Mantequerías Arias, en cuya casa era muchacha mi hermana mayor, nos dio un bocadillo de queso con dulce que todavía recuerdo.

–¿Por qué se instaló su familia en Oviedo?

–Tenía tres hermanas de muchachas en Oviedo, una de ellas en casa Cuadrado, los del negocio Politecna –yo usé mucha ropa que había sido de ellos– y como conocían gente, en 1961 consiguieron que tuviéramos una vivienda social en Ventanielles, una casa de cuatro habitaciones. Yo llegué en 1962 y estudiaba en el colegio Padre Ferrero, donde está ahora el edificio de Salesas.

–¿Qué tal?

–Muy diferente. Subíamos los hermanos desde Ventanielles y después de clase íbamos al Campo Maniobras, a Abuli...

–¿Era muy aventurero?

–¡Qué va! Éramos muy apagados, con mucho miedo, acomplejados... Había unas diferencias de clase tremendas, y eso en Oviedo se aprendía muy rápido. Don Fulanito, don Menganito.

–Empezó a trabajar muy joven con el fotógrafo José Vélez, su maestro.

En Politecna trabajaba Evaristo, que era el marido de mi hermana María Luisa, que murió a los 27 años en mis brazos, en casa de mi madre, de un infarto fulminante. Como Vélez era fotógrafo gastaba mucho en la tienda. Cuando salió la revista “Fruela 63”, mi cuñado habló de mis hermanos y de mí para repartirla en bicicleta. La revista era de Ricardo Vázquez-Prada, el sastre Armando Álvarez y de Vélez.

–Y empezó a trabajar de repartidor.

–Sí. Oviedo no era nada: la calle Asturias, Fruela... La casa de Cervantes donde ahora está el hotel me daba miedo porque era muy oscura. En las casas bien, los porteros te mandaban subir en el montacargas.

–¿Cuánto ganaba?

–A la semana, 105 pesetas, de las que me quedaban 75 porque alquilaba la bicicleta de reparto en el garaje Ramón, en la calle Quintana, el sábado por la tarde y el domingo, por 30 pesetas. Repartía con mis hermanos pequeños Julio y Delfín, que tenían 11 y 10 años. También la vendíamos por la calle, a la peluquería Calzón, al bar Paredes, al Pelayo, al Riesgo y al café bar Rialto. Por venderlo no cobrábamos, pero nos daban alguna propina. Yo daba el dinero en casa. Así muchos años. Una vez, años después, llevé 11.000 pesetas, y mi madre nunca las había visto juntas.

–¿Cómo era Ventanielles?

–En el mismo edificio, Paco “El Andaluz” tenía otros 10 hijos; “El Chato”, del segundo, tenía 4; los de enfrente eran 7, y Luisa, la de abajo, 3. Y jugábamos al fútbol donde el matadero casi hasta las 11 de la noche.

–¿Cómo llegó a ser fotógrafo?

–Cuando cerró la revista, Vélez necesitaba un chaval para atender el teléfono porque él andaba para aquí y para allá, y así entré en el sexto del número 10 de la calle González del Valle. Allí tenía un salón y el laboratorio donde revelaba. Andaba por los treinta y tantos años y estaba soltero, hasta que conoció a Aurora, que trabajaba en Garrido. Y empecé a hacer fotos en romerías con una cámara Foca que me dejaba y aprendí a hacer los líquidos y el fijador y a revelar.

Una actitud inquieta que le ha procurado muchas vidas en 71 años

A Santiago García López (Ore, Valdés, 1949) su actitud le procuró varias vidas en la única que tiene y cuando rememora sus 71 años se asombra de que nadie le habría podido decir cuánto cambiaría.

Nació en un familia numerosa muy pobre y desde ahí fue moviéndose muy atento y situándose hasta llegar al periodismo, donde reconoce que aprendió cuanto sabe y conoció cuanto pudo.

Trabajó 22 años en la plantilla de LA NUEVA ESPAÑA y 11 en la de “La Voz de Asturias” y sus fotografías se publicaron en “El País”, “Interviú”, “Asturias Semanal”, “Época” y muchos más medios impresos. Ha viajado a una docena de países.

A los 51 años conoció el paro, el negocio inmobiliario, los trabajos administrativos y cobrar la ayuda familiar. Ahora está jubilado, tiene buena salud y hace bastante deporte. Lleva casi 50 años jugando a fútbol sala los martes y viernes con los mismos amigos, anda en bicicleta por Luanco, juega al pádel.

Tiene tres hijas –Vanesa, Leticia y Silvia–, la mayor de 45 años, la pequeña de 18, de dos matrimonios.

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