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Miguel Solís Santos Profesor de Secundaria jubilado, pintor y escritor

“Conceyu Bable trataba el asturiano como un vehículo de expresión y no como una pieza de museo”

“La primera clase que di en mi vida fue en el aula que estaba enfrente del departamento de Ciencias del Carreño; la última fue en el mismo sitio”

Miguel Solís Santos Mara Villamuza

El escritor y pintor avilesino Miguel Solís Santos (1956) se acaba de jubilar. “Pero sólo de la enseñanza”, aclara. De lo otro no. Y lo otro es mucho: investigar, escribir, pintar... Y, ahora, conversar con LA NUEVA ESPAÑA para resumir su vida en estas páginas: hoy y mañana lunes.

Familia

“Nací el 8 de mayo de 1956. Mis padres se llamaban Carlos Solís y Geima Santos, un nombre exótico y muy raro que no tengo ni idea de dónde viene. Mi madre fue durante muchos años directora de coros y esas historias. Profesora de Música, era organista aquí en Sabugo. Ya lo último, en el año en que murió, que fue 1986, estaba organizando coros en la cárcel, un coro de presos con poco delito, de estos tratables. Iba allí a darles clase. También fue directora de Sabugo ¡Tente firme!, del Centro Asturiano. Mi padre era cajero del Instituto Nacional de Previsión, que estaba en Llano Ponte. Fue él quien me enseñó prácticamente a leer. Le gustaban muchísimo las Matemáticas. Las primeras reglas las aprendí con él. Fue una ayuda enorme en mis primeros pasos en la pintura. Iba más animado que yo. Tengo dos hermanos: Carlos, que está jubilado, fue catedrático de Filosofía de la Ciencia de la UNED y Geyma, que fue catedrática de Bachiller de Música. Fue pianista. Y psicóloga”.

Avilesino de toda la vida

“Estudié el origen de una de las ramas de los Solís y también de los Rodríguez Maribona. Toda esta gente está relacionada. Me retrotraje hasta finales del siglo XVII. Me considero sabuguero: soy del Tuluergo para acá. Mi familia vivió aquí toda la vida. Las ramas familiares son montones. En las primeras veinte generaciones todos somos parientes y, además, todos somos parientes de Carlomagno. Nací en Sabugo, en la misma casa donde vivo. Las primeras escaleras que bajé cuando me llevaron a bautizar son las que bajé para venir a LA NUEVA ESPAÑA a hablar de mi vida. Dicen que una diferencia entre avilesinos de siempre y los de toda la vida. Nunca la supe. Al fin y al cabo todos venimos de Atapuerca”.

Archivo familiar de Miguel Solís Santos Miguel Solís Santos, en la playa de Salinas, en 1958.

Primeros estudios

“Lo primero que estudié fue con la señorita Jovita en Párvulos, que estaba donde estaba el Instituto de Avilés, donde está ahora el colegio Palacio Valdés. Allí había desde Párvulos hasta Preu. Allí empecé con la señorita Jovita: cantando ‘La casita chiquita’ y cosas de estas. Allí hice Párvulos I, Párvulos II y, después, hubo una cosa que no sé cómo se llamaba –algo así como Intermedia– con la señorita Cristina. Cuando tenía que pasar con Apolinar García Hevia –el colegio no, el individuo– algo pasó. Covadonga Figueras me parece que daba clase a las niñas y Apolinar Hevia, a los niños. Aquel año estaba muy malo, iba a morir y murió. Entonces, no sé muy bien –quizá porque no había sitio–, pasamos todos los guajes a los agustinos. No era donde está ahora el San Fernando. Era la Quinta de Colunga, un paisano que se llamaba Colunga que tenía vacas. Estaba donde está ahora el restaurante Jose’s, en el Carbayedo. Muy cerca de donde luego construyeron el colegio que terminó siendo el San Fernando. Aquella quinta era preciosa: un palacete del siglo XIX, con las clases en las habitaciones: una preciosidad. Allí hice la Primaria, hice Ingreso y cuando se hizo el colegio nuevo, hice todo el Bachiller”.

Vocación

“Me acuerdo de que siempre quise ser astrónomo: me gustaban las Letras, pero también me gustaban las Ciencias. Me pasó en Avilés lo que a Copérnico en Polonia: que no tenía cielo limpio para ver las estrellas y ser astrónomo, que era lo que a mí siempre me había gustado. Había mucha contaminación por Ensidesa y no veías nada. Eso, quizá, cercenó mi primera vocación. Cuando llegó en 1986 el cometa Halley me fui a verlo a Palencia porque no podía verlo aquí. Y me castigó Dios porque tampoco lo pude ver en Palencia”.

Archivo familiar de Miguel Solís Santos El pintor, en una manifestación por la autonomía, en 1977.

Pintor

“El primer concurso de pintura al que me presenté fue en 1965: tenía nueve años. El fin de semana pasado me presenté también al concurso de pintura rápida de Avilés: me dieron un áccesit. Pinté una cosa cubista y me dieron un áccesit. Sigo pintando que es una cosa que me gustaba desde pequeño: mis padres siempre me apoyaron mucho y siempre me animaron. Me animaron también a ver las cosas de otra manera. ‘¿Por qué no dibujas esto de esta manera?’ Me gustaba Picasso; el cubismo me gustó siempre. No sé por qué. Me gustó también Van Gogh. La pintura figurativa en plan impresionista no me gusta, me gusta el figurativismo que tiene el cubismo o el expresionismo. Me acuerdo de que, siendo muy pequeño, acudí a una de las exposiciones que acogía la sala de la antigua obra social de de Cajastur. Era una muestra de grabados de Picasso y había algunos estudios de lo que luego iba a ser el ‘Guernica’, curiosamente. Estamos hablando de 1965 o 1964. Entonces, aquel cuadro, no llamaba el ‘Guernica’. Eufemísticamente se llamaba ‘La Guerra’. Me acuerdo de que a partir de aquellos estudios hice yo una serie de dibujos que todavía conservo. Primero me puse a dibujar y fui fijándome en las cosas y así aprendí. Mi padre siempre nos traía a casa libros de pintura. El primer libro de estos que tuve en mis manos era uno que se llamaba ‘Museos de Madrid’, un tochazo impresionante lleno de cuadros que estaban allí, en la capital. Desde el siglo XIV hasta Picasso. Me fijaba mucho en ellos y a partir de ahí empezaba a dibujar. Me acuerdo de una cabalgata de Reyes Magos. Quedé fascinado. Como no tenía forma de hacer fotos, en casa intenté dibujar la cabalgata: así empecé. Pasé una temporada dibujando cabalgatas para retenerlas en la memoria. Tengo algunos dibujos en casa”.

Archivo familiar de Miguel Solís Santos En la presentación de «Les llamuergues doraes», en 1982.

Artista

“Nunca me definí como dibujante, ni como pintor. Ni siquiera la primera vez que me dieron un premio: 150 pesetas. En el concurso ese de 1965. Por las fiestas del Bollo. En ese sentido sí, era pintor . Considerarme pintor no es una cosa que haya planteado nunca: ni pintor, ni dibujante, ni ilustrador. El primer dibujo que me contaron que hice fue un tren en la playa: en la arena. Cuando en casa estaban cocinando o lo que fuera yo estaba ahí dibujando. Gastaba papel por un tubo, había momentos en que estaba todo el día dibujando”.

La primera exposición

“Fue en la sala de exposiciones de la Caja. En 1978. Fue por abril. Por Semana Santa. O después. En primavera, en todo caso. No recuerdo cómo fue. No sé si tenía material suficiente para organizar una muestra o si me ofrecieron la sala de alguna forma. Es que no me acuerdo muy bien. Fueron óleos todos”.

Archivo familiar de Miguel Solís Santos Entrando en la meta de Candás, en 2016.

Cubismo

“El estilo pictórico es como la firma: tu firma es siempre tu firma. Y lo mío siempre fue el cubismo. Y esto es así porque siempre he dibujado o pintado lo que de alguna manera me ha prestado. Muchas veces se pinta por necesidad. A mí nunca me ha gustado que me encargaran cuadros: quiero pintar para contar lo que a mí me interesa. Pinté las cabalgatas por una necesidad: para que no se perdieran en mi memoria. Imaginaba pueblos y esa imaginación la plasmaba en dibujos: el pueblo ideal que a mí me gustaba. Pinto por necesidad, para contar algo. Hay quien dice que pintar le relaja: a mí no. Desde que empiezo y hasta que termino es un proceso de una cierta visceralidad. Es un proceso muy mental. Lo que busco es controlar yo al cuadro y no que el cuadro me controle a mí. Es una cosa muy rara de explicar. A mí pintar me produce mucha tensión. Me pasaba igual cuando corría medias maratones. Era muy mediocre: los hacía en hora y tres cuartos. Cuando entrenas, lo pasas muy bien, pero en la competición no. Es una tensión, una agonía con el significado que tiene el término en griego: es una lucha y esa lucha es lo que te hace avanzar y no adocenarte”.

Universidad

“Antes de hacer Biológicas hice un año de Químicas porque pensé que era lo que me gustaba. Tenía en casa un laboratorio químico montado. Me acuerdo de cuando estuve en Madrid, en la calle Desengaño, detrás de la Gran Vía, y me vendieron clorato potásico, nitrato de amonio, permanganato potásico... o sea, todo lo necesario para hacer una bomba. Me vendieron también mercurio. Yo hice en casa experimentos con ácido sulfúrico. No había la seguridad que hay ahora, pero aprendí una química práctica del demonio. La Química me gustaba, pero lo que me gustaba era ver la naturaleza. En segundo me pasé a Biológicas. Me convalidaron el primer curso que había hecho de Química y terminé licenciándome. Allí disfruté como un enano. No se trataba de que hubiera encontrado mi vocación porque si hubiera podido estudiar Astronomía lo hubiera hecho todo feliz. Me gustaba también la Paleontología. Andaba también todo el día buscando minerales, o sea, la Geología también me gustaba mucho. Es más, uno de mis proyectos para cuando tuviera tiempo era hacer Geológicas”.

La curiosidad

“Posiblemente, la curiosidad es lo que haya movido mi vida. La curiosidad, pero también la felicidad por encontrar cosas y descubrir para qué sirven: una planta que clasificas y que luego ves toda su historia y te sorprendes porque la habías tenido en el prao, en el bosque. Para mí es todo interesante”.

La enseñanza

“La verdad que estudié Biológicas porque me gustaba, no para ser profesor. Iba a ser no sé sabe. Primero estudia lo que te guste y después ya buscas las salida práctica. Ahora quizás tengas que mirar las dos cosas, entonces, cuando estudié yo, no”.

Profesor

"Cuando me enteré de que había aprobado las dos oposiciones fue cuando supe que iba a ser profesor de Ciencias. Antes de eso había dado clases particulares: en casa, con mi mujer, con Vivi Marquínez. Estuvimos así hasta que nació la primera hija. Tenemos dos. Una es Nataya y la otra es Toya. Cuando nació la primera, en 1987, es cuando me puse a preparar las oposiciones. Me presenté en Madrid. Salieron dos convocatorias:_en FP y en Bachiller. Me presenté a las dos y tuve la suerte de que salí en las dos. Con la LOGSE se unieron los dos cuerpos. Mi primer instituto fue el Carreño Miranda, donde me jubilé. Pero, entre medias, pasé por unos cuantos centros. La primera clase que di en mi vida la di en el aula que estaba enfrente del departamento de Ciencias; la última, en 2020, fue en el mismo sitio". 

Boda

"Nos casamos en 1981, una semana después de acabar ‘Les llamuergues doraes’, recién terminada la carrera. Aquella fue la primera novela escrita en asturiano".

Asturianista pionero

"Para hablar de esto tenemos que irnos a 1975. Avilés es uno de los sitios donde quizá menos asturiano se habla. Todos sabemos que donde más se habla es en Les Cuenques, en el Occidente y el Oriente. Por parte de mi padre siempre hubo un apego muy grande por la lengua asturiana. Mi padre siempre se lamentaba de que el asturiano podría perderse. ‘Mira, ¿conoces esta palabra?’. Y cuando decía que no, él volvía sobre lo mismo:_‘Si es que se está perdiendo’. En mayo de 1972 protagonicé mi primera pequeña rebelión contra la ausencia del asturiano en los carteles. En la iglesia de Sabugo había un cartel a la entrada en muchos idiomas, incluso en catalán. Así que, a bolígrafo, puse "bable" y empecé a poner la frase, pero no terminé. La frase que estaba traducida a tantos idiomas me la sé solo en italiano: ‘Il tempio è la casa de Dio e rechiede rispetto’. Empezó a entrar gente y no acabé de escribir. Siempre tuve cierto aprecio al asturiano. Cuando fui consciente, quizá fue en el verano de 1975".

Conceyu Bable

"Leía en la revista ‘Asturias Semanal’, la de Graciano García, la página que hacían los de Conceyu Bable todas las semanas. Ahí escribían Xosé Lluis García Arias, Lluis Xabel Álvarez, Xuan Xosé Sánchez Vicente y, a veces, Amelia Valcárcel. Una de las cosas que me gustaron mucho de este grupo es que trataba el asturiano de una forma muy revolucionaria. Hasta la llegada de Conceyu Bable, el asturiano tenía su espacio: poesía triste que llora la pérdida del paraíso, teatro sainetudo. No salía de ese límite. Conceyu Bable trataba el asturiano como un vehículo de expresión y no como una pieza de museo". 

Normalización

"Si quieres hacer del asturiano un vehículo de expresión, es preciso también hacer una normalización. Eso es lo que hicieron los académicos de la lengua desde los inicios del siglo XVIII. Esto es un vulgarismo y esto no. ¿Por qué quedó ‘haya’ y no ‘haiga’? Pues por una cuestión de prestigio o normalización". 

Primer asturianismo

"En el siglo XIX ya empezó a haber una liga asturianista, pero un asturianismo que no salía del espacio que le tenían reservado. Los primeros que utilizan el asturiano como una lengua normal, que lo mismo puedes estar hablando del tiempo que de medicina, fueron los de Conceyu Bable. Ahí es donde está la revolución fuerte del asturiano. Hasta ahí el asturiano tenía su rincón, su hueco etnográfico o emotivo. Lo mismo que puedes decir en castellano lo puedes decir en asturiano. Leyendo aquellas páginas es cuando me doy cuenta de que eso que defienden los de Conceyu Bable es lo que defiendo yo mismo". 

Día de la Cultura

"Fui a la fiesta de la Cultura, donde está ahora el Jardín Botánico Atlántico. Allí montaron toda la romería. Salían autobuses de Avilés que fletaba el Club Delta, que estaban el PCE y toda esta gente. Me apunté. Bueno, nos apuntamos unos cuantos. Había puestinos: de partidos políticos, de asociaciones... Estamos hablando de 1975:_todavía no había muerto Franco. Uno de aquellos puestinos era de Conceyu Bable. Me acerqué a ellos, interesado. Me acuerdo de que estaba allí Xosé Lluis García Arias. Fue con el que primero contacté. Y me dijo:_‘¿Tienes interés por esto del asturiano?’. ‘Sí’, le dije. ‘¿Por qué no vas a Avilés y allí formas un núcleo? Es que no tenemos a nadie’. Me dijo que iba a haber una campaña de recogida de firmas para poner el bable en las escuelas. Estoy hablando de 1975, con Franco vivo. El segundo domingo de agosto de aquel año. El día 24, el de la noche de San Bartolomé, es cuando todos los años se abre el concurso de ganado de Avilés, que estaba entonces en La Exposición, en Las Meanas. Allí pusimos una mesuca unos cuantos de los que había contacto para crear el núcleo avilesino de Conceyu Bable. Éramos unos rapacinos: estoy hablando de que entonces debía de tener 19 años. Montamos una mesa y pusimos unas hojas multicopiadas –o fotocopiadas–: ponías el nombre y el apellido; estoy a favor del bable en las escuelas. No sé si fue que nos contactaron o que llamamos nosotros, pero un día estábamos escribiendo en ‘La Voz de Avilés’ los domingos. Esto se consolidó a finales de aquel año. Estaba mi mujer, Vivi Marquínez, estaban Fernando Gallego, Andresín Treceño... A partir de ahí fue como tirando para adelante. Conceyu Bable de Avilés". 

Funcionamiento

"En realidad, no éramos una asociación. Funcionábamos más o menos de una manera federal. Estaba el de Oviedo, el de Gijón, el de Madrid y el de Barcelona. Y, después, había otro en Urbiés, que era muy activo. De vez en cuando hacíamos un conceyu general en Oviedo, generalmente era en la Facultad de Filología, y allí decíamos:_‘¿Cómo escribimos?’. El problema que teníamos es que no había una norma ortográfica porque no existía. Cada escritor escribía de una manera distinta. Teníamos que ponernos de acuerdo. Allí había filólogos. Allí estaba García Arias. Muchas veces tenías que escribir como podías, aunque siempre con el ojo puesto en los escritores que habían llegado antes que nosotros. Decidíamos cuál era la forma correcta de las palabras basándonos en la tradición escrita. Estaba todo por hacer. Solo teníamos un diccionario de rimas para poder trabajar. Solo podías adaptar a tu propia tradición u optar por adaptaciones a tu sistema lingüístico. Por ejemplo, la palabra ‘biología’, pues ‘bioloxía’. Igual había pasado en castellano. Durante unos años estuvimos escribiendo tirando para delante, como podías, a la espera de una norma lingüística que dejara claras las condiciones".

Literatura asturiana

"Conceyu Bable convocó en 1977 el primer concurso de narraciones cortas. Me presenté y lo gané con ‘L’últimu home’. Era un fugao; no sé qué historia contaba. A partir de ahí empecé a escribir con mayor asiduidad. Me gustaba mucho escribir: me escogieron los de Coca-Cola por la redacción que había presentado y fui a Oviedo". 

Escritor

"Yo escribía, pero no me decía ‘escritor’. Si miro por un telescopio y descubro un cometa, ¿soy un astrónomo? Cuando corría, ¿puedo decir que soy un atleta? Un atleta es el Discóbolo. No es que no me dé importancia, es que tú eres tú y no lo que haces". 

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