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Irlanda brinda muchas oportunidades a los trabajadores asturianos

La joven comunidad crece y se tiene que enfrentar a una vivienda carísima y una sanidad desastrosa

Miguel Álvarez, Claudia Hevia, Carmen Fernández y Daniel López. brindan en un pub de Dublín,

Hace días que se han ido agotando los vuelos directos de Dublín a Asturias para estas Navidades. Constituye el éxito de una nueva conexión aérea que ya daban por hecho los asturianos que residen en Irlanda. Miguel Álvarez llegó desde Oviedo para cinco meses y ya lleva 17 años. Trabaja en la farmacéutica Pfizer. Le supera la langreana Sandra Sánchez, que a sus 43 años lleva casi la mitad de su vida en la isla esmeralda ejerciendo de profesora. La ovetense Elena Vega suma dos años y medio en Cork, lo mismo que Carmen Fernández o el gijonés Daniel López en Dublín.

Ninguno de ellos se ve "a corto plazo" volviendo a Asturias. Irlanda les da la oportunidad de trabajar por un buen sueldo. Aunque con algunos peros reseñables.

La historia de Miguel Álvarez o de Sandra Sánchez no es ni mucho menos infrecuente. "Desde mi experiencia y la de los asturianos que conozco aquí, los que acabamos quedándonos lo hacemos por las oportunidades laborales y/o por tener pareja aquí", explica ella. Ambos cumplen ambas premisas.

Las perspectivas de lograr un buen contrato o cambiar de trabajo si uno se lo plantea, es la gran diferencia con Asturias. Un punto en el que coinciden todos.

Sandra Sánchez junto a su familia en Irlanda: su marido y su hijo, ambos con nombre gaélico (Tadgh) y su hija, con nombre asturiano, Xana.

"Para mí, lo más destacable del modelo laboral de Irlanda es que aquí se nos dan muchas oportunidades muy buenas al finalizar las carreras. No pasas años trabajando como becaria, sino que consigues fácilmente un trabajo decente con muchas oportunidades de avanzar. Los trabajadores estamos mucho más protegidos, ya que la ley se sigue y no se buscan agujeros para perjudicar al trabajador, como a veces veo que ocurre en España", señala Sánchez.

La historia de emigración de Miguel Álvarez es un claro ejemplo. "Acabé Químicas en Oviedo y no tenía expectativas de futuro en España. Solicité una beca Leonardo y me respondieron de Irlanda. Me hicieron la entrevista por teléfono y vine por cinco meses. Era becario, no tenían siquiera obligación de pagarme, pero me daban 1.600 euros al mes. Algo impensable en Asturias, donde en una gran empresa en prácticas nos tuvieron tres meses sin cobrar y portando cajas, sin aprender nada", explica Álvarez, beneficiado, además, por la atracción a multinacionales que generó Irlanda con su política de impuestos muy bajos. "Era un paraíso, aunque ahora menos, para grandes empresas. Pagaban muy poco y se vinieron todas las farmacéuticas y tecnológicas. Apostaron por ello y no por otras cosas, como el turismo, y eso les ayudó a crecer un montón. Encontrar trabajo es muy fácil", relata el químico ovetense, que pasó por varias firmas antes de recalar en Pfizer.

El efecto de la agresiva y polémica política fiscal irlandesa tiene eco en las cifras de emigrados españoles en el país. El Instituto Nacional de Estadística (INE) tenía constancia de 4.363 en 2009, una cifra que asciende a 11.786 en los datos de 2022. Más del doble: un 170% más. La facilidad para moverse en el mercado laboral irlandés la corroboran también los asturianos que llevan menos tiempo.

Carmen Fernández, ovetense de 25 años, estudió Magisterio y encontró plaza en una guardería irlandesa, donde permaneció dos años. Ahora cambió de sector y trabaja para una tienda de Inditex. "Es fácil encontrar trabajo incluso sin carrera, en los sitios te dan formación si hace falta", explica.

Trayectoria similar siguió su amigo y compañero de carrera Daniel López, de Gijón. "Mandé dos currículos, no contaba con que me llamaran; pero, tras la primera entrevista, me cogieron". Tras diez meses en una guardería optó por cambiar hacia uno de los sectores pujantes en Dublín y entró en una subcontrata de Google Maps, aunque poco tenga que ver con su formación de maestro. "Valoran más la entrevista que la formación para empezar. He ido promocionando en la empresa, algo impensable en Asturias. Intenté volver al Principado este pasado verano, pero es imposible", agrega López.

Menos tiempo lleva Claudia Hevia, también de Gijón y de 25 años. Casi una recién llegada a Dublín, ya ocupa un puesto de consultora técnica en Deloitte. Llegó para mejorar el idioma, como Carmen y Daniel, pero tiene perspectivas de quedarse algo más. "Trabajo, nivel de vida... Dublín te ofrece las posibilidades de una capital de país pero en una ciudad relativamente pequeña". Ella es una de las que ha hecho crecer, año tras año, la lista de asturianos en Irlanda: había constancia de 247 en 2018, que ya son 337 en 2022. Y se da por seguro que hay más de los reflejados en las estadísticas oficiales del INE.

Elena Vega en la localidad irlandesa de Cobh.

En una localidad de menor tamaño, la segunda de Irlanda y la segunda que más españoles recibe, viven Elena Vega y Armando Campa, de 25 y 24 años. En Cork, donde también se han instalado empresas norteamericanas de gran tamaño, encuentran buenas perspectivas. "Mucha gente, cuando viene, se queda un poco atrapada por el tema laboral. Una vez te acostumbras a tener ciertas condiciones y ves que en Asturias no sale nada, es un poco frustrante intentar buscar trabajo desde aquí para volver a casa y ver que no es factible", resume Vega. En su caso, llegó en 2018 para ejercer de "aupair" un verano. Luego volvió a España y, tras el primer confinamiento del covid en 2020, "dos años después y con la situación que había, la familia en la que había estado de ‘aupair’ me ofreció quedarme en su casa y buscar trabajo desde Irlanda". Estuvo en un colegio, en guarderías y ahora en el servicio al cliente de una empresa norteamericana.

¿Volver a Asturias? "Ahora mismo no me lo planteo y me veo aquí en un futuro bastante lejano. Tengo aquí mi vida, mi pareja, mis amigos… Aunque echo mucho de menos estar en casa, cuando pienso en volver no me veo haciendo nada allí. Es increíble la cantidad de trabajo que hay aquí y las condiciones laborales son bastante buenas en general, comparándolo con España".

Campa, de Avilés, aún está estudiando. "Vine un año de Erasmus, después volví a Asturias con el covid, y luego volví a Irlanda de nuevo a terminar aquí los estudios. Este es mi segundo año como estudiante a tiempo completo". Aún no tiene claro si se quedará a trabajar en el futuro, pero desde luego es una opción que sopesa. "A los asturianos el tiempo irlandés no nos asusta, y compartimos algunas cosas con los irlandeses; entonces aquí estamos muy cómodos, además, de forma general, hay mejores sueldos".

Por la izquierda, Daniel López., Miguel Álvarez, Carmen Fernández y Claudia Hevia, junto a la famosa estatua de Molly Malone, en Dublín. | P. T. Pablo Tuñón

Elena Vega ejemplifica el dinamismo del mercado laboral irlandés: "Cambié de trabajo hace poco y antes de terminar en uno ya había encontrado otro en un par de días. No estuve ni un día sin trabajar. Esto, teniendo en cuenta que soy una persona joven y sin mucha experiencia laboral... Aquí se toman el tiempo de enseñarte cuando encuentras un nuevo empleo y te dan muchas oportunidades, tienen paciencia, y a los españoles nos valoran mucho porque nuestro ritmo es mucho más rápido y somos bastante resolutivos y eficientes".

Hay unanimidad total en la razón por la que Irlanda atrapa a centenares de asturianos y también en los puntos por donde hace aguas la isla. Vivienda y sanidad se llevan la palma. "La atracción de multinacionales mejoró el mercado laboral, pero, por contra, los precios subieron, no hay tanta protección social para las clases medias y se nota. Los servicios públicos no son tan buenos y hay problemas enormes de vivienda. Hace ocho años se pagaba por un apartamento de dos habitaciones a unos cuantos kilómetros de Dublín 1.000 euros al mes, ahora por uno similar se paga 1.820", explica Miguel Álvarez con la perspectiva que dan casi 17 años en la isla.

La misma que tiene Sandra Sánchez. "Hay un problema enorme. Ahora mismo, no hay suficiente vivienda y la poca que hay está a precios desorbitados.

Un apartamento de una habitación a unos 30-40 minutos del centro, cuesta entre 1.500 y 2.000 euros al mes. No vale pensar que los sueldos son más altos porque, aunque lo son, no todos llegan para pagar un alquiler así, las facturas y la comida", matiza esta filóloga langreana que formó familia en Irlanda, donde vive con su marido y dos hijos.

"No veo factible volver a Asturias porque tengo dos hijos cuya vida está hecha en Irlanda y no puedo pensar en lo difícil que sería encontrar trabajo para mi marido y para mí y asentar a los niños allí. Por ahora no pienso en volver, aunque echo mucho de menos a mi familia y amigos", explica.

Armando Campa añade un ejemplo gráfico sobre el problema de las casas: "Tengo amigos que empezaron a buscar habitación en mayo y no la encontraron hasta mediados de octubre: más de un mes yendo a clase con un trayecto de 3 horas en cada dirección".

Si Irlanda gana a Asturias por goleada en oportunidades laborales, ocurre a la inversa en el sistema sanitario público. "En una ocasión tuve que ir a Urgencias por una lesión importante en la pierna. Fue un desastre. Me tuvieron ocho horas. Pensaba que me libraba de pagar, pero me llegó a casa una factura de 100 euros. También te cobran por cada consulta", cuenta Daniel López.

No hay sanidad gratuita para el común de los trabajadores. "Es un desastre y además muy caro. Si necesitas ir al médico de cabecera porque tienes una infección de oídos, por ejemplo, la visita te costará 60 euros y el antibiótico alrededor de 30", explica Sandra Sánchez.

Algunas empresas incluyen seguros privados de salud en el contrato laboral. "Tocamos madera para no tener que ir al médico", sonríen Carmen Fernández y Claudia Hevia.

Otra situación levanta ampollas entre no pocos trabajadores en Irlanda: los subsidios sociales que permiten a un porcentaje de la población tener casa y sanidad –las dos cuestiones que más escaman a los trabajadores– completamente gratuitas. "Esas ayudas que les dan hacen que no quieran trabajar y sigan viviendo sin trabajar", corrobora Miguel Álvarez.

Hay barrios y zonas extensas donde abunda este modelo. Un taxista irlandés, molesto por esta situación, expresa la polémica con un juego de palabras: "No son barrios de clase obrera, sino que nosotros decimos que son de ‘clase no obrera’ porque no quieren trabajar, lo tienen todo gratis".

Irlanda suma un fuerte gancho para los jóvenes asturianos: vida juvenil. "Aquí la gente tiene hijos porque les dan ayudas", confirman los asturianos, que cuando regresan a su ciudad natal se encuentran un panorama diametralmente opuesto.

"Voy en Navidad a Gijón y veo el ambiente que hay por la calle... En Asturias no se ve la vida que hay aquí", expresa Daniel López. "Si comparo Dublín con Oviedo, aquí puedes hacer planes a diario, cada fin de semana conoces gente nueva", resalta por su parte Carmen Fernández.

En el otro lado de la balanza se sitúa la comida. "Ahí en Asturias estamos a años luz", afirma Claudia Hevia. Armando Campa coincide con ellos, aunque con algún reparo a la forma de ser irlandesa por su experiencia en Cork. "La comida asturiana ye mucho mejor, y el horario. Tanto el horario en el que están abiertos los sitios como el horario en el que la gente está fuera es extraño. No hay una cultura de sentarse en una terraza a tomar algo un viernes después de trabajar: o te quedas en casa o vas totalmente de copas", opina el estudiante avilesino.

Quizás sea un problema de fuera de Dublín. Desde Cork lo comparte Elena Vega: "En Asturias tenemos otro ambiente, aunque llueva o haga frío. Echo mucho de menos la cultura de salir a tomar algo o estar en la calle. Somos mucho más sociables que ellos en ese sentido. Aquí, cuando salen, suele ser al pub a beber y a mí a veces se me hace un poco monótono. Aunque Cork es la segunda ciudad más grande de Irlanda, es bastante pequeña y no hay mucha oferta cultural o cosas diferentes que hacer. Eso sí, hay un montón de rutas y de sitios preciosos donde ir".

Los asturianos que viven en la isla esmeralda tienen conocimiento de causa para hacer la comparativa. ¿Es mejor rebajar impuestos a las empresas para generar puestos de trabajo y un mercado laboral dinámico, como en Irlanda; o hay que mantener una presión fiscal elevada, como Asturias, costeando unos servicios públicos gratuitos de calidad?

"No hay porque renunciar a todo, se puede coger lo mejor de unos y lo mejor de otros", sentencia Miguel Álvarez.

"Lo que está claro es que en Asturias parece que algo no funciona", tercia Claudia Hevia en referencia a la cuestión laboral y demográfica. Tan claro como la diferencia en la tasa de desempleo: la de Irlanda, un 4,4%, es tres veces menor a la de Asturias, del 12,81%.

El resultado sobre el terreno es que los asturianos que aterrizan en Dublín para vivir experiencias que se presumen cortas acaban, en no pocas ocasiones, alargando su aventura.

Miguel Álvarez lo tiene muy presente: "Volveré a Asturias cuando me jubile. Si pudiera tener lo que tengo aquí, o cobrando un pelín menos, volvería antes. Pero no lo hay".

Irlanda, uno de los países que mayor éxodo demográfico sufrió históricamente, engorda ahora la lista de españoles incorporados a su mercado laboral. Entre ellos, jóvenes asturianos que se van a la isla esmeralda, y no tan jóvenes que posponen para su retiro el regreso al paraíso natural... de la jubilación.

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