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Javier García CellinoJUAN PLAZA

"Ahora veo que como escritor le debo mucho a mi vida política y sindical"

"Fui a vivir a Pola de Laviana para tener más fácil hacer autostop para ir a trabajar como secretario municipal al Ayuntamiento de Caso, siempre viajé así"

Javier García Cellino (La Felguera, Langreo, 1947) está satisfecho de lo que ha hecho en la vida e ilusionado con lo que le queda por hacer. Se cuenta con pasión pero sin alardes. Estudió Derecho, fue sindicalista, candidato en dos ocasiones a la alcaldía de Langreo encabezando la lista de La Liga (Comunista Revolucionaria). Se licenció en Geografía e Historia en la especialidad de Arte, fue árbitro de fútbol y llegó a ser juez de línea en Segunda División.

Hace 10 años se jubiló como secretario municipal del Ayuntamiento de Caso e intensificó su actividad literaria. Como escritor ha ganado una treintena de premios, entre ellos el "Gerardo Diego", el "Juan Ramón Jiménez" o el Premio de la Crítica de Asturias. En su mesa de trabajo siempre están René Char, Salvatore Quasimodo y Antonio Gamoneda. Es colaborador habitual de LA NUEVA ESPAÑA pero, por encima de todo, es hijo de Jesús y Manolita. No aparenta ni por asomo los 75 años que tiene. Hoy y mañana narra sus memorias en dos entregas.

Javier García Cellino, de niño, subido a un caballo de cartón en la Playa de San Lorenzo, en Gijón.

El vívido recuerdo de la prima fallecida

"Nazco en 1947 en La Felguera, en las calle que ahora es Melquiades Álvarez, frente al barrio de San Pedro. Estoy en esa casa hasta los cuatro años y ya tengo un recuerdo especial. Mis tíos, Luisa Cellino y José María Munárriz, que fue portero del Sporting en Primera división, antes de tener a mis primos Miguel y Chema, tuvieron dos hijas gemelas. La primera murió al día siguiente de nacer. Cuando teníamos tres años, estábamos mi prima y yo en esa casa en la que yo había nacido, jugando en el suelo de madera con unas muñecas. Mis padres y mis tíos se habían ido al cine y nos habían dejado con mi abuelo. De repente, mi prima se estira para atrás y se queda quieta, no se movía. Empecé a hacerle cosquillas y nada, me asusté y llamé a mi abuelo, "que la guaja no se mueve". A los 15 días murió de meningitis. El día en que murió, el Sporting jugaba en Gerona. Mi tío era el portero y el médico le había dicho que la cría estaba un poco mejor. Al acabar el partido le dieron la noticia y el Sporting le puso un taxi. Ese día jugando con mi prima es el primer recuerdo que tengo. A los cuatro años voy a vivir al barrio Urquijo. Estoy allí hasta los 16 años, más o menos. Aquí estudié en el colegio San Pedro, pero a los 14 años a mis padres no se les ocurre otra cosa que la genial idea que mandarme interno a Gijón, al Corazón de María. Entro en el 61 con 14 años y ahí estoy ni más ni menos que cuatro años. Mi padre y mi madre querían hacer de mí un crío modélico. No me pusieron al hilo sino todo lo contrario".

De joven en una boda con sus padres.

Jesús y Manolita

"Mi padre, Jesús García, fue una persona muy importante a lo largo de toda mi vida. Era profesor mercantil y topógrafo. Fue el primer profesor particular que hubo en La Felguera. Salía de trabajar en la Duro Felguera y por mi casa pasaron todos los alumnos de La Felguera. Daba clases de francés, de matemáticas y de inglés. Era de una familia humilde, se formó a sí mismo, nunca estuvo en Francia ni en Inglaterra. Aprendió los idiomas a través de los libros. Con 12 o 13 años trabajaba en los altos hornos, descalzo, y cuando salía, mojándose, iba caminando a Mieres a estudiar. Era un hombre de una familia muy humilde que se lo hizo todo en la vida. Era una persona que desde pequeño tenía afán de saber. Para mí fue la luz, lo más importante de mi vida. La familia era de izquierdas. Tenía un hermano, Aquilino, que era un comunista destacado. Mi padre estuvo unos meses en el campo de concentración de Arnao. Le llevaron a ver sin conseguían información sobre mi tío. Nunca supimos más de Aquilino, estará en una cuneta. Manolita Cellino, mi madre, era ama de casa, una mujer maravillosa. Mi familia es italiana. Mi abuelo, el padre de mi madre, se llamaba Francisco Cellino Perote Negri Cantamesi Masuero Saco. Somos de Turín. Cuando se crea la Duro Felguera, a finales de XIX, vienen con el que llamaban el conde Sizzo. Mi madre ya nació en La Felguera. Ella era un poco señorita. Mi abuelo era jefe de los almacenes de Duro así que vivían bien. Las señoritas de aquella tenían que saber un poco de música, un poco de francés..., así que mi madre fue a una clase de taquimecanografía y allí estaba mi padre, el obrero, el de la familia humilde, porque Jesús García García, era de una familia muy humilde. Se casaron en 1945".

Cellino, primero por la derecha, dirigiéndose al público en un acto de la Liga Comunista Revolucionaria a finales de los 70.

La camisa de los domingos

"Cuando yo era crío La Felguera era un sitio horroroso. Los domingos, cuando salíamos al paseo por el parque, nos ponían una camisa blanca. No íbamos a misa, íbamos a pasear, ya tuve bastante misa, traje y corbata después durante cuatro años, me computó para toda la vida. La cosa es que los domingos, de crío, salías a pasear al parque con la camisa blanca. La Felguera estaba lleno de industria y a los cinco minutos el cuello de la camisa ya estaba negro. Al mismo tiempo era el sitio en el que jugabas, tenías los amigos, ibas al colegio, cortejabas, era tu sitio. Estaba lleno de vida, había mucha industria y mucha gente. Las comparaciones siempre son malas, pero desde el punto de vista de la salud, el medio ambiente o el disfrute, La Felguera de ahora es incomparablemente mejor. La gente dice que antes había trabajo, sí, es verdad, pero también habría que ver qué tipo de trabajo. Había dinero pero tampoco éramos Las Vegas. Se vivía relativamente bien pero a base de soportar jornadas de trabajo muy fuertes. Ya te digo que mi padre tenía 12 añinos e iba a los altos hornos. Esa era la vida de la gente".

De árbitro antes del comienzo del partido de fútbol femenino entre El Rayo de Carbayín y Les Pieces.

De Gijón a Oviedo

"Estuve cuatro años interno en el Corazón de María, en Gijón. Fue duro. Me sobraba tanta disciplina, me sobraba tanta misa y me sobraba estar todos los días con la corbata. Allí empecé a tener chispas de rebeldía. Cuando salgo de allí voy a Oviedo a hacer Derecho, en 1965 o 66. Aquí empiezan todas mis vicisitudes. No fui un estudiante aprovechado en aquellos primeros años, me dedicaba más a pasarlo bien. En Oviedo asistí a aquella famosa manifestación del Vietnam de abril del 67. Yo siempre estaba por allí, en esos saraos, pero creo que muchas veces estaba en esos sitios por pirar clase no porque estuviera involucrado directamente. En segundo de Derecho empecé a trabajar en la Fábrica de Tubos, en Perfrisa, como administrativo, y dejé la carrera. Ahí sí empecé a tomar conciencia social que luego derivó en actividades sindicales y políticas, empiezo a tenerla a partir del 73 en Perfrisa".

Trabajo, sindicalismo y política

"En 1975 entro en Comisiones Obreras y al año siguiente en la Liga Comunista Revolucionaria. En 1977, con las primeras elecciones democráticas, participo en toda la campaña y en las primeras constitucionales, las del 3 de abril de 1979, me presento de cabeza de lista para alcalde de Langreo, fíjate qué ingenuidad, un partido que sacamos 400 votos. Me presento también de cabeza de lista en las terceras. Lógicamente, nunca sacamos representación en el Ayuntamiento. En el 79 que son las elecciones es mi despido en Perfrisa. Guardo una deuda impagable a mis compañeros. Por mi despido estuvimos de huelga tres meses. Fue un despido claramente sindical y político que cuando se sustanció en los juzgados tardaron cinco minutos en darme la razón y volver a trabajar. Simplemente se querían deshacer de mí. Mis compañeros tuvieron una actitud realmente ejemplar. Me despidieron por ir como testigo a un juicio de un compañero, que también era de La Liga, al que habían despedido. Me citaron como testigo y tuve que ir. A las once de la mañana, cuando acabó el juicio, volví a trabajar, pese a que tenía todo el día libre. Me despidieron diciendo que había faltado a mi trabajo. Se formó un follón enorme, tres meses de huelga, pintadas de Cellino readmisión por toda Asturias. Estuve encerrado 15 días, vinieron a verme todos los alcaldes, Horacio Fernández Inguanzo, todo el mundo. A los 15 días llegó un batallón de la Policía, con cascos y escudos. El poli bueno me dijo que si no salía me tendrían que sacar, le dije que ya salía yo, que llevaba 15 días y estaba cansado. Me metieron una multa y Antonio Masip se ofreció a defenderme si la cosa iba a más. También me encadené a una portería del Ganzábal antes de un partido contra un equipo de Madrid. El entrenador de ese equipo vino a decirme que aquello se retrasaba y ellos tenían que coger un avión, le expliqué que no estaba allí por gusto, que me habían echado del trabajo y que era el cocido de mi familia. Llamaron a la policía y me llevaron. Nunca tuve muchos problemas con la policía. No me tocó el comisario Ramos. Nunca estuve en la clandestinidad, tan solo un año hasta que se legalizaron los partidos, así que no puedo decir que tuve actividad clandestina. Sabías que al estar en La Liga no eras una persona muy querida por la Policía, pero nada más".

La librería Lorca y el 23 F

"Mi primo, Miguel Munárriz y yo tuvimos una librería en La Felguera que se llamaba ‘Lorca’. Cuando el golpe de estado del 23 F estaba en la librería. Nos fueron a avisar y, por si acaso, cerramos. Marché para el local del partido con el alma en vilo. Teníamos ordenes de escapar a Portugal. No lo hice, pero hubo gente que me dijo que si el golpe salía bien yo no lo contaba. La librería nos duró poco, menos de dos años. En La Felguera, o Sama no se puede tener una librería que solo venda libros. Yo ya tenía actividad literaria pero de aquella estaba muy involucrado en la vida política y sindical. Mi primo y otro grupo ya tenían la revista ‘Luna de Abajo’ pero nunca formé parte. Estaba allí, sí, pero más dedicado a otras cosas".

La odisea de ser árbitro de fútbol en los 70

"En 1970 entro en el arbitraje. Siempre me gustó mucho el fútbol y en el Codema decían que no lo hacía mal. Mi tío Munárriz después de dejar el fútbol profesional en el Sporting y el Avilés se hizo árbitro y yo creo que me contagió, de hecho debuté con él siendo juez de línea en un partido en Oviedo, jugaban el Vetusta y un equipo gallego. Estoy siete años en el fútbol y llego a ser juez de línea en Segunda División. Tengo muchas anécdotas. Recuerdo un partido de fútbol femenino entre el Rayo de Carbayín y Les Pieces. Oigo a una señora desde la grada que grita ‘árbitro, cornudo’. Yo no hago nada, pero una jugadora responde: ‘Calla tú, gocha, que a saber lo que hiciste ayer por la noche’. Estaba lloviendo y la paisana, que estaba bastante fuerte, saltó al campo a darle paraguazos a la jugadora. Las otras jugadoras fueron a defenderla, saltaron más mujeres y se armó una tangana que yo no sabía dónde meterme. En el 77 decidí dejarlo por una huelga de árbitros. Yo estaba al frente de la zona del Nalón y digamos que la huelga salió mal, vamos a dejarlo así. Empezó muy bien, se pararon los partidos en toda Asturias en la primer jornada de huelga, pero luego la gente empezó a ir a arbitrar y al final quedamos solo dos en huelga. Tomamos la sabia decisión de dejarlo. No todos los árbitros son malos ni están vendidos. Recuerdo un viaje de Gijón a Andalucía. Yo iba de juez de línea y cada vez que parábamos el árbitro decía que si preguntaban por él dijesen que no estaba. Al llegar, el presidente de uno de los equipos le preguntó que dónde se había metido, que llevaba buscándolo por toda la Ruta de la Plata".

Las oposiciones y el autostop

"Cuando trabajaba en Perfrisa me di cuenta de que tenía que acabar Derecho y lo hice. Estuve en la empresa hasta el 82. En el 83 me presento a las oposiciones a secretario municipal y tengo la suerte de sacarlas. Estuve tres meses en Taramundi, una mañana en Bobadilla del Campo, en Medina del Campo, y el resto de mi vida laboral en Campo Caso. Como mi padre había sido profesor particular y una persona tan influyente en mi vida, yo siempre he querido ser enseñante. Tengo dos espinas en mi vida, una no haber sido enseñante y otra no haber estudiado Filosofía y Letras. Por eso cuando saqué las oposiciones decidí estudiar Geografía e Historia por la especialidad de Arte. No tengo carné de conducir, así que iba a trabajar a Caso en autostop. Desde que comencé a estudiar Derecho en Oviedo, ese fue el medio que utilicé para desplazarme. Así viajé mucho por el país y cuando comencé a trabajar de secretario del Ayuntamiento de Campo de Caso lo mismo. Fui a vivir a Pola de Laviana para así poder hacer autostop más fácilmente. Y durante muchos años así fue. Volviendo a mi aspiración de ser enseñante. Esa fue siempre mi ilusión. Aunque nunca me presenté a las oposiciones, pues hubiera sido inútil debido al sistema mochila de los interinos, cuando hice Geografía e Historia hice las prácticas (el CAP de antes) en el Instituto Santa Bárbara de La Felguera. Di clases durante un mes a un tercer curso de Bachillerato. Fue una de las experiencias más maravillosas de mi vida. Eso sí, les aprobé a todos cuando hice el correspondiente examen. Mis años en el Ayuntamiento de Caso fueron muy buenos, aunque en los últimos tuve algún problemilla, pero guardo muy buen recuerdo, igual que de los tres meses que estuve en Taramundi, adonde vuelvo siempre que puedo, tengo muy buena relación con el alcalde. Con los alcaldes de Caso siempre me llevé bien, mejor con unos que con otros. Con el de ahora, Miguel Ángel, no tuve relación pero me consta que es una persona extraordinaria, todo el mundo está muy contento con él. De Caso tengo un recuerdo imborrable de mis compañeros. Es muy buena tierra. Cuando me preguntan de dónde soy, digo que de La Felguera, aunque mi segunda tierra es Caso, y también Valladolid".

El cine y Valladolid

"Esto tiene que ver con la familia italiana. Mi abuelo, el padre de mi madre, tenía un hermano que se llama Juan, que era pintor. Se casó con una vallisoletana y fueron a vivir allí. Yo fui asmático desde los 4 años, igual que mi abuelo, entonces íbamos a Castilla a curar, a secar. Como teníamos la familia de Valladolid, empezamos a ir. Yo tenía 4 años, en el 51, cuando fui por primera vez y sigo yendo todos los años al festival de cine porque estoy enamorado de Valladolid. Solo falté a la Seminci el año que murió mi madre. Me encanta el cine. Tengo un primo, Chema Munárriz Cellino, que es un gran entendido en cine y hablamos casi a diario de nuestra afición. Le acabo de mandar unos poemas inéditos de un libro que estoy haciendo sobre cine mudo".

La literatura, una forma de vida

"Estoy muy orgulloso de mi vida política porque me dio los elementos para formarme como persona. A mi actividad sindical y en especial política le debo mucho de lo que soy como escritor. Aunque sigo en el sindicalismo, ahora estoy en la CNT y me encuentro muy cómodo. Pero mi vida en este momento es la literatura. Empecé a escribir de crío. Yo leía porque veía leer a mi padre, que era mi ídolo, y fui tan osado que con 12 años o 13 me presenté al concurso de cuentos de La Felguera y lo gané. Ahora soy jurado de ese concurso, de lo que estoy muy orgulloso, igual que de haber sido pregonero de las fiestas de La Felguera en 2015. Pero eso, siempre escribí, lo que ocurre que cuando empecé con la política no tenía tiempo ni a pasarlo a la máquina, lo tenía en la cabeza. En el 93 estaba en Granada y veo en el periódico que se convoca el concurso de poesía ‘Gerardo Diego’, pedían como máximo 200 versos y yo tenía mucho más. Lo troceé y lo mandé en el último minuto. Gané. El resto lo mandé al concurso ‘María Villar’, en Tafalla, y también lo gané. Luego hubo muchos más premios y libros. Escribo a diario. Ahora estoy con varios libros, uno de música clásica, el de cine mudo y otro de música popular. Ahí hay una mezcla de rap, pop, rock, indie y zarzuela. Tomo canciones de ‘Vetusta Morla’, ‘Morgan’ y otros y hago poemas. Para el rap he tirado de mis hijos, los dos son raperos, uno de ellos, PGJ, acaba de ganar hace unos días la batalla de canciones en Bilbao y se clasificó para ir a Barcelona al Nacional".

Una tranquila rutina

"Todos los días tengo la misma rutina. Me levanto, hago las cosas de casa, leo, escribo y voy a tomar dos descafeinados a Casa del Marqués, donde Jovi, la dueña, me dice que más que leer LA NUEVA ESPAÑA la estudio. Vuelvo, como y me pongo otra vez al ordenador hasta que llega la hora de salir a tomar dos vinos en la tertulia de los maestros, la Centiárea. Vamos todos los días a los mismos tres bares. Vuelvo a casa, ceno y aprovecho para ver cine, tengo todas las plataformas".

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