La razón que llevó a Isobel Blackthorn, escritora inglesa de literatura esotérica, a aterrizar en este pueblo asturiano

La británica se instaló en San Esteban en octubre por su calidad de vida y aire fresco

La escritora británica Isobel Blackthorn,  en su casa de San Esteban.

La escritora británica Isobel Blackthorn, en su casa de San Esteban. / MIKI LÓPEZ

Durante varias semanas, después de un intenso verano, fue la comidilla en San Esteban (Muros de Nalón), un pueblo tranquilo en la desembocadura del Nalón, amable con el visitante y poco habituado a las sorpresas.

Había una nueva vecina.

Ganar un habitante no es poco en plena despoblación y San Esteban no llega a los 500 vecinos, aunque en el verano la población se triplica por los turistas y los asturianos que acuden a su segunda residencia de vacaciones. Aquello era diferente.

La nueva vecina no era una madrileña con ganas de ir a la playa de Aguilar, en Muros, o pasear por la cada vez más descuidada barra de San Esteban. Tampoco descendiente de una asturiana. No tenía, ni tiene, ninguna vinculación anterior con San Esteban ni con Asturias. Ni siquiera sabía qué era el Principado. Tuvo que buscarlo por internet. Pasaban los días y no se hablaba de otra cosa, en la cola de tienda o en los bares, en el primer café de la mañana.

–Ha comprado una casa una escritora.

–¿Una escritora?

–Sí. ¡Y además es inglesa!

Aquello fue por el mes de octubre.

Hoy y ahora Isobel Blackthorn (Londres, 1962) es una más en el Bajo Nalón.

"Estoy feliz, me gusta vivir aquí y me siento con suerte. No me aburro nada, tengo unos vecinos muy amables", explica esta escritora británica, instalada en soledad San Esteban para seguir buscando inspiración para sus libros y continuar con su buen ritmo en la venta de ejemplares: lleva 21, con más de 100.000 ejemplares en total en varios países por todo el mundo.

Blackthorn no le hace ascos a nada, escribe de todo, pero su especialidad es el esoterismo y el misterio, además de la ficción histórica, la literatura gótica o los thrillers.

La vida de Blackthorn, que habla un más que correcto castellano, ha dado un sinfín de vueltas antes de que acabar en Asturias, admite ella misma mientras disfruta de la casa que adquirió hace pocos meses. Y qué casa.

Es una imponente vivienda, muy amplia, decorada al estilo clásico, de una sola planta con un coqueto corredor con vistas privilegiadas a la desembocadura del Nalón. Ahí mira ahora todos los días Blackthorn antes de ponerse a escribir, con una rutina germánica y más bien a mediodía.

Se sienta en uno de los sofás y cuenta cómo una británica experta en literatura esotérica acabó en un pueblo del Bajo Nalón.

"Nací al sureste de Londres, en el seno de una familia normal. Mi padre era agente de seguros y mi madre, ama de casa".

La tranquilidad acabó pronto, ya que la vida de Blackthorn siempre ha ido de un lado para otro, de continente a continente hasta acabar en Asturias. Cuando tenía seis años, la familia al completo se mudó a Australia.

"En los años sesenta, en Reino Unido, había muchos anuncios en la televisión referidos a Australia. ‘Una vida nueva’, decían. Y allí nos fuimos, sobre todo por la insistencia de mi madre".

"Estoy feliz, me gusta vivir en Asturias y me siento una mujer con suerte", dice la británica

El traslado a Australia, donde estuvieron en varias ciudades, como Adelaide o Melbourne, duró unos pocos años. Se fueron en 1968, pero regresaron a Londres en 1975.

Cinco años después, en 1980, Blackthorn tomó la que, a la postre, sería una de las decisiones más trascendentales. Su madre, su padrastro –su madre estaba ya separada– y su hermana regresaron a Australia, donde se quedarían hasta la actualidad. Ella optó por quedarse en Inglaterra, lo que provocaría que muchos años después empezase una prolífica carrera como escritora. Por entonces, Blackthorn estaba en su bautismo como trotamundos en una historia de idas y venidas que todavía no ha acabado.

Empezó a estudiar Química. "No me gustaba nada, nada de nada. Dejé de estudiar y trabajé un tiempo en un McDonald’s". Duró muy poco, porque el amor lo cambió todo.

"Cuando tenía 21 años empecé con mi primera pareja y una parte de su familia vivía en Barcelona. Nos fuimos de vacaciones a conocerlo y dos años después yo quería vivir ahí".

Así fue. Con 23 años y una vida por delante, Blackthorn estuvo viviendo en el barrio de Gracia de la ciudad condal mientras estudiaba Ciencias Sociales a distancia, en la universidad de Oxford.

Todavía no le había aparecido el gusanillo de escribir, que le nació en España, pero a dos mil kilómetros de distancia de Barcelona. Con 26 años conoció Lanzarote y le marcó un antes y un después.

Es una enamorada de Canarias, pero se trasladó a Asturias por recomendación de sus médicos

"Tenía otra pareja, nos fuimos de vacaciones y aquello fue como una gran explosión para mi corazón. ¡Me encantó todo! La cultura, la gente. Todo. Era 1988 y las carreteras estaban vacías. Era un paraíso", recuerda la británica. "Ahí me nacieron las ganas de escribir".

Para explicar su pasión por la literatura hay que ir hacia atrás en el tiempo, cuando Blackthorn tenía 11 años y estaba en Australia, viviendo en una pequeña aldea con su madre y su hermana.

"Teníamos un profesor y nos mandó escribir una novela como actividad escolar. La mejor valorada tendría un premio. Ganó una chica, pero su historia, a mi juicio, tenía poca originalidad. Me enfadé, ahora me río al recordarlo".

Volvamos a Lanzarote. "Yo quería escribir, me gustaba la lírica, pero me faltaban confianza y formación. Cuando tenía 18 años mis amigos me decían: ‘Isobel, necesitas formarte’." Blackthorn fue a una escuela en la que había 2.000 alumnos, pero tampoco le convenció. Tuvo una práctica, que no vocación, tardía y se despertó en Lanzarote.

En 1990, tras dos años viviendo en Canarias, la escritora de San Esteban dio otra pirueta vital y regresó a Australia, donde echó raíces, se casó y tuvo dos hijas. Allí quedó más de treinta años, trabajando para una agencia literaria, después de obtener un doctorado en esoterismo occidental, una temática que le ayuda en sus creaciones literarias.

En 2007, esta vez sí, empezó su andadura como escritora profesional. "La gerente de la oficina había trabajado en Nueva York y un día me dijo: ‘Isobel, tienes que escribir una biografía y una autobiografía, de lo que quieras’. Cada viernes, cuando me veía, me decía: ‘Isobel, ¿estás escribiendo?’. Era muy gracioso".

Isobel estaba escribiendo. Uno de los autores que trabajaba con esa agencia, Robert Hillman, fue una especie de maestro para ella. "Me enseñó mucho, aprendí con todos sus trucos". Blackthorn tenía la confianza de la que carecía.

No solo eso.

También una situación vital ventajosa. "Mis hijas se fueron con 18 años a hacer sus propias vidas y al final tenía tiempo para mí. Mi marido por aquel entonces y yo teníamos una pequeña finca y me podía dedicar a escribir".

Blackthorn ha escrito más de veinte libros desde 2007 y lleva vendidos más de 100.000 ejemplares

El problema, recurrente en la vida de cualquier escritor que está empezando, era encontrar una editorial que se lanzase a publicar los libros de una escritora desconocida y veterana. "No fue nada fácil. Estuve tiempo escribiendo cuentos que salían en revistas de literatura, pero yo quería escribir novelas ambientadas en Canarias y las editoriales no querían publicarlas. Entonces encontré una, Next Chapter Publishing, con sede en Londres y en Japón, que es muy alternativa y me dieron la oportunidad. Gracias a ellos pude cumplir un sueño".

Llegaron entonces todos los libros. El primero fue ‘Cuestión de latitud’, ambientado en Lanzarote. Luego, muchos más. La aventura vital de Blackthorn no acabó ahí.

En 2022 volvió a irse de Australia. "La culpa la tiene mi imaginación y amor por las Canarias y España. Cada vez que escribía un libro situado en Lanzarote me daban ganas de mudarme, me empezó a resultar insoportable vivir en Australia. Y entonces me fui".

Blackthorn se mudó a un apartamento en Fuerteventura, pero la aventura no salió bien por un motivo de salud: un problema respiratorio persistente.

"En Canarias había mucho calor y polvo y casi no podía salir. Los médicos me recomendaron que buscara algún sitio con aire fresco y me puse a explorar en internet, desde Bilbao hasta Galicia".

Asturias apareció casi de casualidad,. "Una amiga mía, con la que tengo contacto por redes sociales, que vivió en Autralia, tiene ahora una tienda en Gijón y me recomendó Asturias. Miré por portales de internet y encontré esta casa".

Su amiga fue a ver la casa por ella, le dijo que estaba bien, y Blackthorn acudió, la compró en octubre del pasado año, y celebró el movimiento con una comida con el dueño de la casa, Carlos, un conocido decorador de la zona.

Instalada en San Esteban, dice que fue la mejor decisión que pudo tomar. "Aquí hay de todo: tiendas, tren, aire fresco. ¿Qué más puedo pedir?". Tiene tiempo y calma para escribir y se inspira en los paisajes del Bajo Nalón.

Tiene varios amigos asturianos, aunque pudo disfrutar poco de las navidades por un problema de salud, ya solventado. Dice, con gracia, que lo que más le llama la atención del estilo de vida español es "la cultura de la sobremesa, que es un gusto".

Se marca un reto: escribir un libro en español. "Tengo que hacerlo, no sé cuándo, pero tengo que hacerlo". Seguro que lo hará la escritora inglesa adoptada por el Bajo Nalón.

San Esteban, un pueblo que atrae cultura y escritores

San Esteban y el concejo de Muros de Nalón tienen una gran tradición cultural y literaria desde la última década del siglo XIX, gracias a La Colonia Artística de Muros, que giraba en torno al pintor local Tomás García Sampedro.

Muchos artistas llamaban a la ría del Nalón La Arcadia. El pintor Joaquín Sorolla estuvo invitado por el citado García Sampedro y pintó varios cuadros en Muros, en San Esteban yen San Juan de la Arena, el pueblo de Soto del Barco, separado por la ría.

La presencia de los artistas de La Colonia en el Bajo Nalón atrajo a muchos escritores a esta zona. Fue muy conocida la estancia del poeta y cuentista nicaragüense Rubén Darío, que estuvo muchos veranos en San Esteban y se alojó en el hotel El Brillante, reabierto recientemente por la iniciativa privada local. Rubén Darío. que era diplomático y colaborador prensa recibió en San Esteban visitas de otros escritores, como el novelista ovetense Ramón Pérez de Ayala.

A principios del siglo XX se convirtió también en asiduo de San Esteban el historiador y jurista Rafael Altamira, que compró el precioso chalet del muelle que aún pervive intacto. Lo ocupaba con su familia por los veranos hasta su exilio en México tras la Guerra Civil.

En la actualidad, el concejo de Muros sigue acogiendo a escritores cautivados por su belleza. Juan José Millás, con vivienda en la capital murense, es uno de ellos. También tienen ahí segunda residencia Manuel García Rubio y Milio Rodríguez Cueto.

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