Coño, qué importante eres! Y así lo creí yo y hasta me prestó un montón el que doña Fátima me escribiese antes de Reyes, puesto que su carta llevaba fecha día 3 de enero pasado. No es que me diese un alegrón -si se fijan, hoy va todo a lo grande: montón, alegrón?, y más cosas que llegarán después-, pero sí un poco de esperanza con eso de que me iba a subir un uno por ciento la pensión, con lo cual, aunque mucho no era, menos da una piedra y mi líquido se incrementaría 24,00 euros. Claro, mensuales, con lo cual ya tendríamos, mi mujer y yo, al menos para sacar el Abono de Transporte que doña Esperanza, presidenta de nuestra Comunidad madrileña, con esto de la crisis había tenido a bien seguir manteniendo el mismo importe, es decir, 10,90 euros per cápita. Así que, elucubrando por sacar dinero donde no hay, gracias a dicho abono al menos podríamos viajar por toda la provincia en cualquier medio de transporte, eso sí, llevando un bocadillo envuelto en papel de periódico del día anterior, porque ni tan siquiera para restaurantes de un solo tenedor no da la cuestión de la manduca. Pero algo es algo y el que no se conforma, es porque no quiere. Bueno, a ver si nos entendemos, ¿usted quiere o no? Veamos, pues.

Queda claro que el día 3 de enero? Bueno, pues en una carta sin fecha, pero que recibí ya en febrero -pongamos un mes después aproximadamente-, quien me escribe -¡qué importante soy!, porque hasta el momento no me escribió el secretario del secretario del, a su vez, subsecretario- es doña María Eugenia, Directora General dependiente de doña Fátima, para decirme que «donde dice digo, digo Diego», es decir, que si primero me subió la pensión 24,00 euros, ahora me quita 20,00, con lo cual, el incremento del año 2011 a este que ahora corremos, el incremento líquido es de cuatro tristísimas monedas de euro u ocho de cincuenta céntimos cada una, para que metan más ruido en el bolsillo. Y, así, no poder sacar repetido Abono de Transporte y, por supuesto, no tener tan siquiera la oportunidad de conocer casi gratis la Comunidad en la que vivo.

Triste pero bien pensada la comunicación. Para las alegrías, me escribe la señora ministra. Para los descalabros sin fecha alguna, la «ordenanza» de turno. Y en cuanto al texto?, para qué se lo voy a copiar a ustedes, si casi nueve millones y medio de pensionistas recibieron el citado. Ah, pero eso sí, les recuerdo y resalto alguna de las frases, por ejemplo, que «me dice» doña Fátima: «Es un compromiso -habla de revalorizaciones- del Presidente del Gobierno, que se ha aprobado nada más comenzar la legislatura». En tanto que doña María Eugenia, cierra con: «Lamentamos los inconvenientes que esta situación le haya podido ocasionar».

¡Ojo al dato!, como diría nuestro versado en deportes José María García. En la primera carta «se comprometen» y en la segunda «lo lamentan». Señores, seamos serios a la hora de tomar decisiones con tan poca diferencia de 30 días. Sí, claro, ¿o creen ustedes que no sabemos que es un juego de números entre incrementos e impuestos? Al final, los creyentes de resignación cristiana solo nos queda por recordar aquello de Job: «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!».