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Archivera-bibliotecaria de la Junta General

Los 680 años de la Carta Puebla de Langreo

En 1338, el valle de "Lagnneo" obtuvo el documento que lo constituía como organización local

En el año 1338, las denominadas tierras del valle de Langreo (Lagnneo) obtuvieron de la mitra ovetense, de quien dependían como señorío eclesiástico, una Carta Puebla que venía a rubricar documentalmente su constitución como organización local con capacidad administrativa, de orden público y judicial. Aquel hecho tan trascendente para la ordenación territorial acaeció en el mes de junio, así que a lo largo del año el vecindario andaría revuelto con la institucionalización de su nueva entidad.

Las cartas pueblas, como los llamados fueros en otros lugares peninsulares, fueron instrumentos de promoción urbana y estructura del espacio llevados a cabo por la corona para sustraer a la dependencia señorial nuevos sitios, en los que sus habitantes quedaban dotados de cierta capacidad para autogobernarse, siéndoles concedidos privilegios que en otras zonas eran difíciles, así que se extendió el dicho de "el aire de la ciudad hace libres". Pronto la iniciativa regia fue imitada por algunos señoríos que veían en el desarrollo de las ciudades un modo de obtener más ganancias. La ciudad generaba una riqueza que el campo no daba.

En Asturias una gran cantidad de tierras caía bajo dependencia de señoríos eclesiásticos, monásticos y del obispado y cabildo de la muy venerada Catedral de San Salvador. Y ello fue así desde que la extensión de la reconquista hacia el sur de la cordillera hiciera obligado trasladar la corte a León y luego más allá. Los reyes fiaron en los titulares del obispado el control de las regiones, aunque ello no impidió que hubiera poderosos señoríos laicos. Pero, incluso algunos acabarían cayendo bajo la tutela mitral como fue el caso del condado de Noreña y Gijón, tras las guerras del levantisco conde don Alfonso. Y ello continuó así después de creado el título regio de Principado de Asturias, en 1388, considerando estos lares, "alma de la reconquista" ligados para siempre al heredero al trono, en un caso similar a lo acaecido con el "Príncipe de Viana" en el reino de Navarra, el "Delfinado de Francia" o el "Principado de Gales" en Inglaterra. Menguar el poder señorial laico, reforzar el poder real y apoyarse éste en la organización eclesiástica estable fue un todo en el periodo bajomedieval. Las ciudades, las polas o pueblas, ofrecían una mayor diversidad, una organización estable, una seguridad que facilitaba los intercambios, los mercados, la existencia de un artesanado, la variedad de oficios? un mundo diferente.

El "valle de Lagnneo" se correspondía casi con lo que hoy son los concejos de San Martín del Rey Aurelio y el de Langreo, que de hecho estuvieron unidos hasta la tercera década del siglo XIX. En 1075 el rey Alfonso VI, de peregrinación a la Cámara Santa de San Salvador, para promover el valor de las reliquias en las peregrinaciones hizo donación a la mitra y cabildo de la demarcación de Langreo, lo que suponía que tierras y moradores entraban bajo control eclesiástico a efectos administrativos, judiciales y fiscales. Se oponen a la decisión real un grupo de nobles locales, los infanzones (que comparten los escudos de los hoy concejos divididos). Entre el mito y la leyenda está el relato del reto de dirimir el litigio mediante un duelo, que no consta se llevara a cabo, aunque en el séquito del monarca se hallaba don Rodrigo Díaz de Vivar, el luego llamado Cid Campeador, un digno rival por su fama. Sirve ese documento de donación regia para constatar quiénes eran aquellos primeros prohombres de estas tierras. En el año 1100 Alfonso VII, nieto del monarca concesionario, confirma la donación en otro documento de interés, aclarando que la dependencia se extiende a todos los habitantes, tanto infanzones como villanos que no podrán disponer de sus tierras sin permiso señorial. Otro texto más, de 1158, firmado por doña Urraca, señora de Asturias, reafirma de nuevo el señorío obispal de "Lagnneo", lo que puede entenderse como un síntoma de la permanente rebelión de los locales o al menos de la incomodidad de los más privilegiados, ya que a los pecheros, campesinos pobres, poco les importaba a quienes beneficiaban sus pagos.

Autonomía

Aprovechando en el siglo XIV que se extendía la costumbre de reordenar territorios creando núcleos de población estables mediante la concesión de fueros y cartas pueblas y que estos suponían una cierta autoorganización local, o autonomía, los vecinos de Langreo promovieron una reunión y en el mes de abril de 1338 dieron poder a un grupo de representantes para solicitar al obispado y cabildo "façer puebla en dicho conçeio" ya que "se fezieron de un gran tiempo acá muertes, forçias, robos e otros muchos males e se fazen oy dia con mengua de la justicia, e viendo que estos males non se podían nin pueden refrenar sin auer pobla". La "Carta Puebla" interesaba al vecindario con poder porque le permitía cierta independencia, y al señorío porque conservaba su control y además la existencia de una organización concejil estable le facilitaba la interlocución y el cobro de tributos. Estos tributos se establecen en dos pagos, por San Juan y Navidad, cambiando las entregas en especie por dinero (3.000 maravedíes). La Carta fija la demarcación geográfica, sus límites y los núcleos que lo componen y que coinciden con este valle intermedio del Nalón, entre Laviana y Tudela, con puntos delimitados en "Penna Alba" (o Peña de Villa), Pando, Bobia, San Tirso, hasta Blimea. Los representantes locales que firman la Carta Puebla son de San Mamés, de Pando o de Pampiedra. Aunque parece confirmada la costumbre de reuniones vecinales conjuntas en La Ponte de Oturriellos, entre los distritos actuales de Sama y La Felguera, la "Carta Puebla" no fija el lugar donde ha de ubicarse la puebla. No se sabe a ciencia cierta cuándo se eligió Sama como centro administrativo, o si este estuvo antes en el barrio del Puente. Lo cierto es que desde el XVI ya había unos edificios de gestión pública. En las Actas de la Junta General de 1647 puede leerse la elección de un procurador "en las cassas de Ayuntamiento de la villa de Sama, concejo de Langreo estando juntos los señores justicia y reximiento deste concejo en su Ayuntamiento, como lo tienen de costumbre antigua" citando a los miembros de tal corporación.

La "Carta Puebla" langreana es extensa y desde el punto de vista formal de las más evolucionadas y complejas otorgadas por el obispado. Establece cómo han de elegirse por los vecinos los cargos locales, alcaldes, jueces y personeros, dos de cada y con renovación anual que serán confirmados por el Obispo y Cabildo. Establece que habrá notario público y los documentos concejiles se pondrán en un arca con dos llaves en poder de dos diferentes responsables y que se conservará en casa de un "buen hombre". Está obligado el concejo a dar alojamiento y manutención al emisario del obispado y edificar dos casas para el mismo y para la gestión de asuntos.

Perdido

El documento original de la Carta Puebla está perdido, pero se conservan copias realizadas tiempo después en dos maravillosos libros: el Libro de los Privilegios y el Libro de la Regla Colorada, del rico Archivo Capitular, un depósito donde bucear la historia medieval de Langreo y del vecino San Martín del Rey Aurelio, dos concejos sin ruptura geográfica y con demasiadas vivencias conjuntas, pero privados del archivo común por un desgraciado incendio en medio de la guerra carlista del XIX. Pocos municipios asturianos disponen de fondos medievales. La Historia debe reconstruirse con otros archivos e ir sacando un ayer que explica no poco el hoy.

Viene este escrito a cuento del aniversario y de un episodio de mi primer empleo como archivera-bibliotecaria del Ayuntamiento de Langreo en un ya lejano lustro (1983-1988) marcado por la ilusión de recuperar y organizar los papeles municipales. Una corporación, que puso empeño en plantar cara a muchos abandonos en muchos temas a base de trabajo duro, estaba al frente. De aquel tiempo me persiguen buenas cosas y buenas gentes. Una de esas personas me trajo el recuerdo del último trabajo como archivera local: la publicación en el 650 aniversario de la "Carta Puebla" de un amplio artículo en este mismo diario, en junio de 1988, sobre aquel documento. Más tarde, se editó la "Carta Puebla de Langreo" (1990) que coordiné, aunque ya no como funcionaria municipal. Uno es siempre un poco lo que fue. Y las raíces marcan mucho.

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