Los derechos son como los amigos: cuando los necesitas, descubres los pocos que tienes. De hecho, los derechos básicos de los ciudadanos de a pie son sistemáticamente pisoteados y nuestros representantes colaboran alegremente a ello en lugar de defenderlos. Si usted se queda sin trabajo mientras su patrón se larga con subvenciones millonarias, si le embarga el banco un piso que casi había acabado de pagar, si se muere en la lista de espera de un hospital, no reclame porque se le reirán en la cara. Ahora bien, si es usted un malversador y el policía que va a detenerle lleva un botón desabrochado, proteste y quedará libre en seguida. Porque los derechos de los delincuentes sí que han sido desarrollados meticulosa y amorosamente durante todos estos años de tal modo que, cuando se procesa a un corrupto, los que acaban siendo sancionados son los policías y los jueces que tuvieron tamaña osadía. Esto es lo que pasa cuando las zorras dictan las leyes del gallinero.