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El camionero «cazurro» de Andés

Marcelo Baños comenzó a trabajar en 1960 en el Seminario de Oviedo y, tras vender fruta en El Fontán, se convirtió en transportista autónomo

El camionero «cazurro» de Andés

Andés (Navia)

Marcelo Baños pasa su jubilación en el barrio de Las Cortinas, en la localidad naviega de Andés. Mucha gente lo conoce como «el cazurro» porque es originario de Villamoratiel de las Matas (León). Su primer viaje al occidente de Asturias lo realizó como transportista, años antes de casarse con la naviega Julia García.

Hijo de ganaderos, se marchó de casa con 18 años en busca de un futuro mejor. Era la primera vez que abandonaba su tierra y lo hizo con rumbo a Oviedo, donde le esperaba un trabajo como personal de mantenimiento en el Seminario de Oviedo. Entonces se formaban en en este centro del Prado Picón unos 500 religiosos. «El viaje lo hice en tren, solo. Era la primera vez que salía de mi pueblo», relata Baños quien evoca su impresión del encuentro con una pequeña ciudad.

Este leonés formó parte del personal del Seminario, dedicado a labores diversas, como panadero y transportista. Logró el trabajo por mediación de un pariente que era portero en el Obispado. El sueldo era bajo, pero el centro les ofrecía pensión y manutención. «Nosotros éramos libres para entrar o salir del centro, allí no había horarios de trabajo. Nos organizábamos bien». Algunas veces le tocaba ayudar a cocer pan -al menos hacían falta dos o tres hornadas diarias-; otras, repartir el correo o recoger leche en la granja que dependía del Seminario.

Una vez al año participaba en la recogida de la colecta. «Se iba por los pueblos con el camión recogiendo lo que daban los vecinos. Solían ser patatas, maíz y manzanas. Los curas se encargaban de recopilarlo en las parroquias y nosotros veníamos por la zona a recogerlo de iglesia en iglesia. Fue la primera vez que pisé esta zona», relata.

Durante dieciséis meses abandonó el seminario para prestar el servicio militar en Segovia, en la Academia de Artillería. Ocupó un puesto de conductor que le permitió evadir la dureza de la instrucción. Se dedicaba a transportar a los cadetes a las maniobras de artillería y en sus ratos libres mataba el tiempo haciendo manualidades, en concreto unos marcos de fotos a base de hilos de colores que, después, regalaba a sus familiares y amigos. «Nos costaba hacernos con el hilo, pero en algo había que matar el tiempo libre», bromea.

Trabajó en el seminario entre 1960 y 1968. Entonces el destino quiso que un vecino de León se casara con una naviega. En la boda, y cumpliendo con aquello de que de una boda sale otra, Baños conoció a la que poco después sería su mujer. La boda fue en 1968 y ese mismo año empezó a trabajar como transportista para el almacén Frutas Santos. A primera hora de la mañana llegaba con su camión cargado de mercancía al mercado de El Fontán, en Oviedo. Era una venta al por mayor, especialmente destinada a las fruterías de Oviedo y alrededores. Una vez se cerraba el trato, Baños distribuía la mercancía por toda la ciudad. Por la tarde tocaba preparar las cajas de nuevo para el día siguiente.

En los sesenta, la fruta era todavía un artículo de lujo y lo que se vendía principalmente eran manzanas, narajas y plátanos. «Los plátanos había que recogerlos en el puerto de Gijón. Venían en piña, verdes todavía, y había que tenerlos colgados en una cámara una semana para que maduraran». Pero Baños sabía que este trabajo no sería el definitivo y, por eso, cuando le ofrecieron un camión a buen precio no lo dudó y se hizo autónomo. «Vine unos días de vacaciones a casa de mi mujer y Almacenes Infanzón me ofreció un camión. Además, me dejaron amortizarlo trabajando para ellos, así que acepté. Llamé a mi jefe de Oviedo y dije que no volvía».

Aquel primer camión de 12 toneladas de carga le costó 70.000 pesetas. Con él se dedicó a hacer viajes por el norte peninsular. Sobre todo llevaba madera para Hunosa y para almacenes del centro y volvía con el vehículo cargado de material de construcción para Navia.

También se dedicó durante años al transporte de patata de Navia, que era muy bien acogida en Galicia. «La patata de aquí tenía muy buena fama porque es muy rica. Trabajaba para un almacén del concejo y me contrataba para recoger la patata por las fincas y llevarla a Galicia». Su vínculo con la patata nacía con la propia semilla, pues en muchos casos transportó sacos de patata de siembra que adquiría en Burgos y vendía a agricultores de la zona. Otras veces les suministraba forraje de Castilla.

En sus primeros años de camionero circular por la red viaria española era toda una odisea: «Eran carreteras de segunda, nada de autovías», comenta. «Aunque también circular era mucho más barato; me acuerdo de que el gasóil costaba entonces siete pesetas. Había muy pocos camiones», relata.

Marcelo Baños cambió de vehículo hasta en seis ocasiones. Cuando se jubiló, en el año 2003, conducía un trailer, que vendió a una orquesta gallega.

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