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El calzado veigueño tiene historia

La actividad de curtidores y zapateros destacó del siglo XVIII a mediados del XX, una huella que rescatan Juan José Pardo, Marcelino Méndez y Chemi Lombardero

Chemi Lombardero, Marcelino Méndez y Juan José Pardo han dedicado los últimos dos años a recopilar y rescatar la huella que la industria artesanal del curtido dejó en el concejo de Vegadeo. Su trabajo acaba de plasmarse en el libro "Los curtidos y la fabricación de calzado en el occidente", que tiene una tirada de 200 ejemplares y está a la venta en las librerías del concejo veigueño por 12 euros.

Explican los autores que el asunto llamó su atención porque "era un trabajo de investigación que estaba por realizar en una comarca que conserva muchos vestigios del desarrollo de esta actividad". Añaden además que se centraron principalmente en el territorio veigueño porque "destacaba sobre el resto de la comarca en la fabricación de curtidos y calzados, sobre todo desde finales del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX".

El libro diferencia lo que es la fabricación de curtidos (se empezó a documentar en el siglo XVIII, aunque los autores indican que por su importancia tuvo que existir desde mucho antes), de la fabricación de calzado, que se mantuvo siempre con carácter "de artesanía familiar o de pequeños talleres".

Al respecto del curtido explican que es a comienzos del siglo XIX cuando la faena adquiere carácter industrial con la llegada de empresarios foráneos como el vasco Pedro Zabala, que abrió en 1823 la Casa del Campo en la capital veigueña. A mediados del siglo XIX entró en funcionamiento la fábrica de Núñez Zabala y también la de Saavedra y Pardo, en la localidad de Piantón. Estas tres grandes curtidoras pervivieron con otras de menor tamaño instaladas en la villa entre el siglo XIX y el XX.

Entre las curiosidades que recoge este trabajo está una orden real emitida en 1783 y que anula las inhabilitaciones existentes para los curtidores y otros trabajadores a la hora de disfrutar de cargos públicos y también se especifica que dichos empleos "no deslegitiman a los hidalgos que los ejerzan". La orden, indican los autores, se promulgó para atajar la situación de abandono en que estaba entonces la industria curtidora en Galicia, lo que a su juicio, se puede hacer extensible a la comarca occidental de Asturias. Esta situación de abandono llegó a provocar el desabastecimiento del país y a obligar a importar cueros.

El caso es que esta orden potenció el desarrollo de las curtidoras en esta zona, si bien también influyeron de manera determinante otros factores como la existencia de agua (en Vegadeo concluyen muchos cauces como el Eo, el Suarón y el Monjardín), la disposición de pieles locales gracias a la tradición ganadera, la existencia de corteza de roble, de cal y de sal y también su buena comunicación por mar. No en vano, la ría del Eo facilitaba la salida de cueros y calzado y también la entrada de otros materiales. "El último argumento para explicar el desarrollo excepcional y el mantenimiento a lo largo del tiempo de los curtidos veigueños es la concentración tradicional en esta villa de un artesanado doméstico del calzado", indica el libro. En este sentido, los curtidos de Vegadeo se transformaban en buena medida en calzado gracias a los zapateros locales. Una parte de estas pieles se dedicaba también a la guarnicionería, oficio existente en Vegadeo.

Al respecto de los zapateros, los tres investigadores señalan que entre los siglos XVIII y XIX el número de artesanos de la zapatería en Vegadeo "fue muy alto en relación con el total del vecindario". De hecho, añaden, en el siglo XIX su número solo es comparable al de los trabajadores de la manufactura del hierro, otro sector con gran peso en el municipio. Como ejemplo, en el Catastro de Ensenada de 1750 figuran 53 profesionales.

Marcos Méndez, popularmente conocido como Neno de Marcos, fue uno de los últimos zapateros en activo. El libro destaca el envío al por mayor de sandalias a Mallorca desde su taller, que estuvo primero en el barrio de El Fondrigo y después en la localidad veigueña de Miou. En lo que se refiere a la comercialización de las pieles y del calzado los autores reconocen muchas lagunas pues no lograron dar con documentos en los que se registrasen las ventas o la contabilidad de las fábricas. Con todo, su trabajo persigue contribuir a mejorar el conocimiento de esta industria tan importante para el concejo veigueño.

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