La historia familiar del boalés José Bousoño está marcada por la emigración a Cuba. Primero su abuelo y, después, su padre cruzaron el océano desde el concejo occidental asturiano en busca de una vida mejor. Formaron parte de esta manera de aquellos "americanos" que, a finales del siglo XIX y principios del XX, protagonizaron tantas historias de lucha, superación, aventura y, en el mejor de los casos, fortuna. "Mi padre se fue a Cuba con doce años; la familia tenía una bodega en la que vendían de todo. El azúcar, el arroz y los garbanzos estaban en sacos", explica. Como la de José Bousoño, prácticamente la totalidad de las familias de Boal están marcadas por el éxodo intercontinental, que llevó a más de cuatro mil personas a cruzar el Atlántico.

Ayer, Boal se vistió con sus mejores galas para recordar ese legado perenne e inolvidable, en la tercera fiesta indiana "Volven os americanos". A pesar de la amenaza de lluvia, fueron cientos de personas las que se enfundaron elegantes trajes claros, vestidos de época y tocados y sombreros caribeños para celebrar, unidos y orgullosos, este pasado común. Se culminó así todo un fin de semana cargado de actividades lúdicas y culturales, en una propuesta que no deja de crecer año tras año. "Ha nacido una ilusión en Boal", aseguró la organización de la fiesta.

El propio Bousoño se mostró "encantado" de poder recordar de esta manera a sus antepasados. Guarda como oro en paño una máquina fotográfica cubana de 1920 y el pasaje con el que su padre cruzó el océano, en 1925. "Costaba 549 pesetas, y se pasaban un mes en el vapor hasta llegar a Cuba", dice.

En una breve intervención, justo después de la llegada de los "haigas" a la capital boalesa, Pilar González agradeció todo el apoyo que han prestado los vecinos para que esta fiesta haya salido adelante. "Todo el mundo ha puesto su granito de arena", valoró desde la organización.

González recordó cómo los emigrados en Cuba crearon la Sociedad de Naturales de Boal en La Habana "con la ilusión de procurar una vida mejor a los que se quedaban en Boal", y de ahí el empeño en sufragar la construcción y mantenimiento de decenas de escuelas. También cómo aquellos que se decantaron por viajar a Argentina se reunieron, pero en lugar de crear otra entidad optaron por establecer una delegación de la sociedad cubana. "Eso demuestra que estaban todos en la misma línea, trabajando por un mismo objetivo. Ahora los boaleses queremos remar juntos, siguiendo el ejemplo de los emigrantes que hoy revivimos", declaró.

La jornada festiva incluyó una comida de hermandad, a base de arroz congrí, plato típico caribeño que combina arroz con frijoles negros, música típica de la época y un taller de baile. También una visita guiada por la excepcional muestra de arquitectura de la emigración que se puede disfrutar en la villa, y que conoce a la perfección Irma García. "Lo más particular de Boal es su conjunto de casas de retornados, y cómo marcan en el desarrollo urbanístico de la localidad un punto de inflexión muy importante", apunta.

Fueron muchos los que se animaron a dar un toque de luz y color a la celebración. Es el caso de Milagros Perales, que junto a un grupo de amigos se ataviaron con sus mejores galas para la ocasión. "Es una fiesta que nos gusta, nos encanta el ambiente, y se hace en un lugar muy marcado por la emigración. Es muy bonita", señaló, recordando cómo un tío de su madre hizo el viaje a Cuba.