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La ventana

Menuda prisa les entró

Menuda prisa les entró

El municipio de Valdés y en particular su capital Luarca no salen de su asombro ante la celeridad con que se ha buscado una solución para los Jardines de la Fonte Baixa, al tiempo que otras anheladas aspiraciones locales siguen en punto muerto. Un municipio que ha perdido la mitad de su población, la mitad del comercio, la mitad de las empresas, trata de redimir sus pesares con la atracción que ejerza la finca de Panrico.

Que un león, animal emblemático de fortaleza y bravura, sea cobarde es una llamativa anomalía, por muy simpático que nos resulte el personaje creado por Lyman Frank en el Mago de Oz. Que un ayuntamiento, ocurre ahora en Valdés, salga al rescate de una propiedad privada, por mucho interés artístico y por mucha singular flora que atesore, es una torpeza y no responde a lo que cabe esperar de aquellos que dicen aspirar al cacareado bien social.

La historia nos ha dejado para su contemplación infinidad de obras complejas, enormes, majestuosas, que en la actualidad causan admiración al ser visitadas. Iglesias, catedrales, monasterios, castillos y palacios abundan por doquier. Todos son reflejo de épocas anteriores donde las diferencias de los distintos estratos de la sociedad eran enormes.

La caridad que predica la Iglesia católica poco tiene que ver con el valor arquitectónico y pecuniario de sus propiedades. De la época de las monarquías absolutas, ejemplos de despotismo, de relajo y de abuso nos han quedado paradigmáticas muestras como los Jardines de Versalles o de Aranjuez. Mas reciente es la dictadura española, donde un país hambriento levantó el Valle de los Caídos o la Laboral de Gijón. Ni en los tiempos actuales nos libramos de obras faraónicas que reflejan la egolatría de sus promotores, ahí está el Calatrava de Oviedo o el Museo de las Artes Escénicas de Luarca.

Se comenta que hay dueños de palacetes indianos y de casonas rurales que también aspirarán a la ayuda municipal. No se puede negar que tan digno y merecedor de admiración como los exóticos ejemplares que se pueden ver en El Chano, es la espesura de un robledal o la floración de una pomarada.

Se aplaude cualquier iniciativa que genere visitantes pero no puede ser a cualquier precio ni todo vale. Es absurdo pretender un Escorial para Luarca, tan absurdo como llenar el pasillo de papel higiénico.

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