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Diego del Mourín, fiel a la tradición en Tapia

El joven mantiene viva la costumbre ancestral de elaborar nasas de madera: “Pescan mucho mejor que las de hierro”

Diego García posa con una de sus nasas. | T. Cascudo

“Hace cuarenta años sería uno más, un pescador normal y corriente, pero ahora soy el raro”, lamenta el tapiego Diego García, más conocido como “Diego del Mourín”, en referencia al apodo familiar. Y es que, pese a su juventud, es el único que conserva costumbres ancestrales, como la de la elaboración artesana de nasas para la pesca. “Es algo que me gusta, pero es que, además, las de madera pescan mucho mejor que las de hierro que se compran ahora”, defiende este marinero de 35 años.

Lo sabe bien, pues él trabaja con los dos tipos, consciente de que las modernas tienen mejor mantenimiento y quizás más durabilidad. “Un día, solo por curiosidad y por comprobar si era verdad que pescaban más, fuimos a Santa Gadía y largamos una tira de nasas de madera y, pegada lo más que pude, otra tira de nasas de hierro. Pues la tira de madera pescó diecisiete pulpos, mientras que la de hierro solo tres”, dice satisfecho. Desconoce si hay alguna razón científica que lo apoye, aunque se inclina por que tenga algo que ver la corriente galvánica consecuencia de la interacción entre el metal y el mar.

García, que prácticamente se crió en el puerto de Tapia y se empapó de bien niño de las tradiciones del mar, lamenta que la gente “se haya olvidado de dónde venimos”. Su lancha “Punta Galiña”, comprada en 2015 en San Ciprián (Lugo), va “llena de aparatos”, pero prefiere navegar a la antigua usanza, guiado por las marcas de tierra: “Ahora nadie anda así”.

Dice el tapiego que no aprendió de nadie en concreto a hacer nasas, sino que, fruto de la curiosidad, se lanzó a probar. “Empecé a hacerlo de verlas y porque se me da bien la madera”, precisa. Ahora tarda unas dos horas en elaborar cada una.

“Afeitando” la red.

Tiene un buen número de las dedicadas a la captura del pulpo y también las más grandes, que se usan a la captura del marisco. “Se le da el mismo uso que las de hierro, el problema de la madera es que hay que tener más cuidado con ella porque no dura igual”, añade. De hecho, mientras que las de hierro las suele dejar en el mar, las de madera las retira y las cuida con más mimo.

Los aros con los que conforma la estructura se compran hechos. Los últimos los trajo de Muxía (La Coruña). Una vez monta el armazón, coloca la red de nailon, que debe ajustarse a medida, y, a continuación, los aros exteriores. A la nasa no le puede faltar la boca, llamada “bozo” en Tapia, por la que entra el pulpo, atraído por la sardina que García coloca de cebo. Y no solo hay que mimar la madera, sino también la red, que debe revisarse bien para que no tenga roturas. En ese caso toca coser, “afeitar”, como se denomina tradicionalmente. “A afeitar me enseñó mi abuela Paquita”, relata.

Estos días Diego está volcado en la campaña del pulpo. No está dentro de la marca de calidad MSC, pero comparte el problema de la escasez del producto. “Cuando empecé no bajaba de 200 kilos, pero esta campaña el día que más saqué fueron 95 kilos. El viernes traje 20 kilos, que no es nada, y el jueves, cuarenta y algo”, explica. Con todo, seguirá al pulpo hasta marzo y ahí empezará con la xarda (más conocida por cabala en Tapia).

A Diego, que faena desde los 18 años, le gustaría que su hijo siguiera con la tradición pesquera de la familia, aunque reconoce que son tiempos difíciles.

“Ahora es todo burocracia, no facilitan nada”, admite. En este sentido, considera fundamental “mamar” el oficio desde pequeños, algo ahora inviable por el endurecimiento de las normativas.

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