Una muestra de vinos cangueses está desde el mes de febrero madurando en barricas de roble autóctono, en concreto de Degaña, y, a pesar de que es poco tiempo, los análisis y catas ya están mostrando que le aporta matices diferentes a los de las barricas de roble francés, utilizadas de forma generalizada. Esta diferenciación hace que los investigadores del grupo operativo de caracterización e innovación en vinos Denominación de Origen Protegida Cangas “Cangas wine print” se muestren optimistas e ilusionados ante unos resultados finales que creen serán “prometedores”.
Ayer presentaron su trabajo en la Casa de Cultura de Cangas del Narcea y tras la muestra de datos se realizó una pequeña cata en la que los asistentes pudieron probar vinos de las variedades albarín blanco y tinto madurados en roble asturiano y francés. Los improvisados catadores aseguraban notar rápidamente la diferencia entre uno y otro, e incluso se decantaban por el de la barrica autóctona.
“Soy optimista, son vinos que se han metido hace nada en las barricas y ya se ven diferencias en las gráficas de análisis y en el vino son los pequeños matices los que los distinguen”, destacó María Fernández, investigadora del Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA), perteneciente al área de Ciencia y Tecnología de Alimentos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
La otra línea de trabajo del proyecto de investigación es crear la huella dactilar del vino de Cangas, es decir, una ficha técnica completa creada a partir del análisis de los componentes que tiene cada caldo encontrando lo que los distingue para que sean fácilmente reconocibles como elaboraciones canguesas. De esos análisis, un dato curioso compartido por la profesora de la Universidad de Oviedo Carmen Blanco, es que la composición del vino de variedad carrasquín “se desmarca de los otros vinos”.
El objetivo de la DOP Vino de Cangas es vender un producto de “alta calidad con el valor añadido de exclusividad”.