La superación de Mónica: de no poder casi moverse a ser instructora de pilates

La avilesina, afincada en Luarca, se formó y buscó caminos alternativos para superar un dolor limitante que condicionaba su vida

Mónica Fernández, en una de las salas donde imparte pilates, en el polideportivo de Luarca.

Mónica Fernández, en una de las salas donde imparte pilates, en el polideportivo de Luarca. / A. M. S.

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

«Es una cuestión de voluntad, de sobreponerse a lo que viene». Lo cuenta la avilesina afincada en Luarca Mónica Fernández Díaz y lo explica con esta tranquilidad de quien se siente satisfecha y segura con lo que ha hecho. Porque su historia es de superación. Hoy en día, es la monitora de pilates más conocida en Valdés, donde desarrolla con éxito su trabajo. Sin embargo, pocos saben cómo llegó a esta disciplina de la que es referencia.

Formada como entrenadora nacional de atletismo, cuando empezó su trayectoria profesional lo hizo con el deporte como centro. El destino tenía preparada otra cosa. Durante tres años, dejó "un poco de lado" el deporte y trabajó en una lavandería. «Se trabajaba con estrés y mucha tensión», cuenta y quizás aquello, unido a otras variables que tal vez nunca se sabrán, fue la gota que colgó el vaso.

«Estaba de vacaciones y, de repente, no pude incorporarme, así que me quedé sentada», dice. Lo relata con sencillez, sin embargo, es conocido que los problemas de movilidad son muy limitantes y muchas veces afectan a la autoestima. Corría 2007. Le diagnosticaron una protusión lumbar no operable que afecta al nervio ciático y condicionaba la movilidad de su cuerpo. Es decir, toda la pierna derecha estaba afectada, Incluso «la sensación era de no controlar el pie derecha», relata. Basta una situación para poder ponerse en el lugar: cuando le dio la primera crisis, de vacaciones, el médico que la atendió le desaconsejó viajar en avión y volver a casa. En Traumatología le hicieron el diagnóstico médico y le comentaron que había que aprender a vivir con ello. Mónica Fernández quiso indagar más. Tras tomar la medicación, a base de relajantes musculares, y hacer la rehabilitación oportuna, buscó ayuda en la fisioterapia y en la osteopatía.

Mónica Fernández.

Mónica Fernández. / A. M. S.

Fue un osteópata el que le indicó que tenía un bloqueo en la mandíbula. Pasó por el dentista y con una férula de descarga, la situación mejoró más. Y aquí entró de lleno el pilates a su vida. Siempre tuvo lumbalgias y por su formación deportiva conocía los estiramientos, pero fue con una instructora, con la que compartió muchas clases individuales, con la que aprendió a, como dice, no solo hacer pilates, también conectar con lo que nos dicen las articulaciones y la musculatura. Todos los días hacía ejercicios. Por cuestiones imprevistas, la instructora cambió de destino y le preguntó a Mónica Fernández si podía hacerse cargo de los grupos de pilates. Todo eso cambió su vida. Se formó en acondicionamiento del "core" y hoy en día no tiene problemas de movilidad ni tampoco sufrió una recaída  de tanto impacto como para inmovilizarla. Incluso puede correr, un deporte que le apasiona, aunque poco.

«Puede decir que tengo el privilegio de dedicarme a algo que me apasiona», destaca. Aconseja hacer pilates porque es una forma sana y barata de cuidar cuerpo y mente. Se mejora el tono muscular, la movilidad articular, la fuerza, la flexibilidad y la coordinación. Eso sí, para hacer lo que hizo ella hace falta constancia y voluntad: «En este caso, querer sí fue poder», advierte. Además, con esta disciplina se aprende un patrón respiratorio positivo para el cuerpo: se oxigena mejor y se alivia el estrés. es decir, se vive mejor.