El gran artista pixueto que pudo tener el cráneo de Goya en sus manos: enigma y genialidad en torno a Dionisio Fierros 130 años después de su muerte

La obra del gran artista pixueto "El cráneo de Goya" conserva el misterio para los investigadores del Museo de Zaragoza

Copia de la obra "La Fuente", de Dionisio Fierros (Museo del Prado).

Copia de la obra "La Fuente", de Dionisio Fierros (Museo del Prado). / l Alicia Vallina

Alicia Vallina Vallina

Alicia Vallina Vallina

El 5 de mayo de 1827, cuando Goya pintaba "La lechera de Burdeos", exiliado en esta localidad francesa, nacía en Ballota (Cudillero), Dionisio Fierros Álvarez. Aunque su apellido remite a tierras gallegas, el pintor era hijo de una familia asturiana bien posicionada. Años después sus nombres quedarán enlazados en una historia escatológica que se ceunta más adelante.

Con apenas 14 años Dionisio Fierros viajó a Madrid para abrirse camino en el mundo del arte. Gracias al apoyo del marqués de San Adrián y de Castelfuerte (descendiente del virrey de Perú), inició sus estudios de pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid era un hervidero de nuevas ideas donde el movimiento romántico comenzaba a expandirse con fuerza y la pintura costumbrista (también desarrollada en Andalucía) mostraba el modo de vida de una sociedad que comenzaba a abrirse a la modernidad, pero en la que aún pervivían los modos, la estética y las costumbres más tradicionales. Fierros fue el pintor que más contribuyó a la expansión de la pintura costumbrista, pionero del género en la zona norte.

El joven Dionisio cultivó especialmente el retrato de la mano de sus principales maestros: José de Madrazo y, sobre todo, de su hijo Federico. De ellos aprendió la elegancia en el estilo, la precisión del dibujo y la influencia de la pintura francesa en el empleo de delicadas tonalidades y en la dulzura y melancolía de los rostros y expresiones, como demuestra en la composición "Retrato de señora" (Museo Nacional del Prado), fechado en 1851.

Retrato del pintor Manuel Castellano (Museo del Prado). Abajo, boceto de «El mayo en Ribadeo». (MBAC).

Copia de la obra «La picota» (Museo de Bellas Artes de Coruña). / _

Recibió muchos encargos de las más importantes personalidades de su tiempo y llegó a retratar a ilustres personajes de su Asturias natal, como a Fernando Valdés Salas (impulsor de la creación de la Universidad de Oviedo), al marqués de Teverga (para el ayuntamiento de Avilés), al banquero Ignacio Herrero, ya difunto, a Álvaro de Armada y Valdés en uniforme de Artillería o a Fray Ramón Martínez Vigil, del Museo de Covadonga. Fierro retrató al ministro de Hacienda, Manuel García Barzanallana y a los reyes de España, Alfonso XII y su esposa María de las Mercedes (ambos cuadros propiedad de la Diputación de La Coruña).

También llevó a cabo más de una docena de autorretratos, muchos de ellos con la indumentaria propia de su tiempo, que gustaba lucir (especialmente la capa y el chambergo, tipo de sombrero de copa de alas dobladas).

Tras participar en varias exposiciones en Galicia y en las Nacionales de Bellas Artes, viajó por primera vez a París en 1861 y comenzó a combinar la pintura de retratos con la de temas literarios ("Lectura del Quijote en casa del duque" o "Fausto") y costumbristas. Fue tremendamente reconocido en su tiempo y galardonado en multitud de certámenes destacando entre sus principales composiciones populares "Bailes de Charros", "La salida de misa en una aldea de las cercanías de Santiago" o "Espigadoras del Alto Aragón". Solía emplear, para encuadrar muchas de sus composiciones, fotografías de pueblos y ciudades españolas tomadas por el famoso galés Charles Clifford, especialmente de las zonas salmantinas y extremeñas (destacando obras como "La picota" o "Una calle de Cuacos"). Cultivó también la pintura religiosa, de forma desigual, entre la que destacan una Santa Teresa en éxtasis para la capilla del Rosario de la basílica de El Escorial, una Virgen Dolorosa o una Inmaculada para la iglesia parroquial de Ballota.

Dionisio Fierros sigue contando su tiempo 130 años después de su muerte

Retrato del pintor Manuel Castellano (Museo del Prado). / _

Su nombre sonó en certámenes internacionales y fue premiado con una medalla de primera clase en la Exposición de Filadelfia en 1876 con la obra "La fuente", y participó, además, en las Exposiciones Universales de París de 1867 y en la de Chicago de 1893, a la que envió "La niña tímida", "Niño romano" y "Marina del Cantábrico".

En esta vorágine artística de encargos y en concursos pictóricos, Fierros siempre buscó el descanso cerca de la mar, especialmente en de Ribadeo, donde conoció a la que se convertiría en su esposa, Antonia Carrera. Con ella se casó en 1873, tuvo tres hijos, y vivió dos años después de su matrimonio en La Coruña, aunque siempre combinó sus estancias en Galicia con sus veranos en Ballota y Cudillero, fuentes de sincera inspiración para su pintura de paisaje, al óleo y la acuarela.

Dionisio Fierros sigue contando su tiempo 130 años después de su muerte

Boceto de "El mayo en Ribadeo". (MBAC). / _

Asturias como fuente de inspiración

En sus pinturas localistas se dedicó a Ribadeo y su puerto, las playas de Luarca y Oviedo (tenía estudio en la calle Uría) de la que dejó las composiciones "Lago del Campo de San Francisco", "la Torre de la Catedral" o "En los arcos de los Pilares".

También fue un apasionado de Madrid, adonde regresaba para visitar el Museo del Prado (allí realizó copias de los grandes maestros, especialmente de Velázquez y Murillo), frecuentar a sus amistades de juventud, disfrutar de las corridas de toros en La Ventas (con su amigo, el pintor Manuel Castellano, a quien retrató en 1865) y compartir tertulias en el Café Gijón. Era socio de mérito del Ateneo y realizó en 1868 el retrato del marqués de Pidal para su pinacoteca de presidentes.

Visitó Italia en 1891, pasando por Roma, Venecia, Florencia, Nápoles y Milán para morir, en 1894 en Madrid, donde fue enterrado en el cementerio de La Almudena. Meses después, la Academia de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo, de la que había sido elegido miembro de número en 1888, organizó en sus locales una exposición póstuma donde se vendieron buena parte de las obras de su estudio.

El cráneo de Goya (1849), copia del que está en el Museo de Zaragoza. |

El cráneo de Goya (1849), copia del que está en el Museo de Zaragoza. / _

El cráneo de Goya

En la producción artística de Fierros es muy interesante el lienzo "El cráneo de Goya", fechado en 1849 y conservado actualmente en el Museo de Zaragoza, gracias a la donación del científico aragonés Hilarión Gimeno, realizada en 1928 y tras haber adquirido la pieza en un anticuario.

Esta obra, según las investigaciones de la propia institución, está firmada por el autor en el ángulo inferior izquierdo y parece que fue encargada por el marqués de San Adrián (a quien perteneció), como consta en una etiqueta al dorso, sobre el bastidor, rubricada en tinta sepia.

Goya fue enterrado en Burdeos, en 1828, en la tumba de su consuegro Martín Miguel de Goicoechea, fallecido tres años antes. El cónsul español en la ciudad, Joaquín Pereyra, llevó a cabo, años después, las gestiones para repatriar el cadáver del maestro a España. Tras la exhumación del difunto, en 1888, se descubrió que a los restos de Goya les faltaba la cabeza. En 1899 estos fueron llevados a la catedral de San Isidro y en 1919 a la ermita de San Antonio de la Florida, donde actualmente descansan bajo la cúpula que él mismo pintó años atrás.

¿Tuvo Fierros en su poder el cráneo del genial aragonés? Todo son conjeturas. Algunos cuentan que el propio Goya donó en vida su cabeza para ser estudiada por la frenología (naciente disciplina que determinaba que los rasgos de la personalidad y el carácter dependían de la forma y características del cráneo). Otros afirman que pudo pertenecer a un hijo de Fierros, estudiante de Medicina en la Universidad de Salamanca.

En cualquier caso, la inscripción que alude al título de la obra en la parte trasera del lienzo, pudo ser un añadido posterior con la intención, como narran los técnicos del Museo de Zaragoza, de revalorizar el lienzo en un momento en que la obra del artista aragonés despegaba considerablemente.

Dionisio Fierros fue uno de los artistas más destacados y reconocidos de su tiempo, un hombre de pincelada sutil y cuidado estilo que atestigua en sus composiciones la elegancia de lo cotidiano.

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