El PP fue la segunda fuerza política más votada en Asturias el 24-M, pero le ha servido para muy poco. Ha quedado circunscrito a desempeñar un papel secundario en la inmensa mayoría de los ayuntamientos. Cierto es que el gran batacazo electoral ya se lo había dado en las elecciones de 2011, pero en aquella ocasión al menos había salvado la Alcaldía de Oviedo. Ahora ya ni eso; se ha quedado sin apenas poder municipal en la región. Algo grave, muy grave, para una formación que sustenta el Gobierno de la nación.
Los resultados del PP fueron malos en toda España. Lo que pasa es que en Asturias, a diferencia de otras regiones, los populares partían con una gran desventaja. Mientras que en otras comunidades el partido liderado por Rajoy obtuvo unos grandes resultados en los comicios de hace cuatro años, aquí, debido al cisma protagonizado por Francisco Álvarez-Cascos, había fracasado, quedando como la tercera fuerza política en la Junta General. Lo normal es que el 24-M, tras el descalabro del casquismo (que de 12 diputados pasó a 3) los populares hubieran recuperado un importante número de votos. Pero no, su incremento de apoyos fue testimonial, mientras que el ascenso de la izquierda fue muy llamativo, alcanzado 28 de los 45 escaños autonómicos.
Esta pérdida de poder municipal del PP (que sólo conserva 9 de las 16 alcaldías de que disponía) contrasta con los datos positivos del PSOE, que pasó de tener 44 presidencias de Corporación a contar con 49, Oviedo entre ellas. Y eso que, a diferencia de los conservadores, los socialistas perdieron votos con respecto a 2011.
Pero, como dice el refrán, el que no se consuela es porque no quiere. Si bien es cierto que las dos grandes fuerzas tradicionales, PP y PSOE, tienen motivos para estar preocupados por su futuro, también lo es que en estas elecciones han conseguido que ni Podemos ni Ciudadanos, los partidos emergentes, se hayan hecho con el poder en alguno de los ayuntamientos asturianos.
