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Joaquín Rábago

Derrotismo socialdemócrata

La renuncia del SPD frente a la popularidad de Merkel dentro de su país

Dicen que la canciller alemana, Angela Merkel, quiere presentarse a las urnas por cuarta vez. Los cristianodemócratas y sus correligionarios, los cristianosociales bávaros, aspiran a conseguir una mayoría absoluta, aunque la propia Merkel se muestra prudente.

Es tal la popularidad de la canciller dentro de su país, en abierto contraste con el rechazo en buena parte de la opinión pública de los países que sufren el rigor presupuestario que les ha impuesto Berlín, que algún dirigente socialdemócrata parece dispuesto a arrojar la toalla. Nunca había mostrado tamaño y tan preocupante derrotismo el SPD, socio minoritario de los cristianodemócratas en el Gobierno federal.

Muchos reprochan al jefe del Gobierno del "land" de Schleswig-Holstein, Torsten Albig, que se dé por vencido cuando faltan aún dos años para la próxima cita electoral al declarar que los socialdemócratas deberían renunciar a presentar candidato en 2017 porque Merkel "está haciendo un trabajo excelente".

En dos años pueden pasar muchas cosas en política, pero sobre todo lo que no puede hacer un partido es desconfiar hasta tal punto en las propias fuerzas y defraudar a quienes todavía y pese a todo siguen confiando en él.

El abrazo de la CDU de Merkel parece ser el abrazo del oso, como ya tuvieron ocasión de experimentar sus anteriores socios, los liberal-demócratas, que quedaron incluso fuera del Parlamento en las pasadas generales.

Sin llegar a tanto, los socialdemócratas, bajo su líder, ministro de Economía y vicecanciller, Sigmar Gabriel, parecen desorientados. Su único éxito en el Gobierno de coalición ha sido la fijación por primera vez de un salario mínimo y la jubilación a los 63 años, aunque tras nada menos que 45 de cotización. Por lo demás, Gabriel no ha dejado de dar bandazos.

Muchos dicen que todo esto sucede por haber renunciado el SPD a sus principios y haber comulgado con la rueda de molino neoliberal de que no hay alternativa a la política que han impuesto los partidos conservadores que marcan el paso en Europa. Si da igual quién nos gobierne, ¿para qué celebrar elecciones? Renunciemos a la política y dejemos que gobiernen los tecnócratas.

Lo que vemos que ocurre hoy en Alemania con un partido socialdemócrata que parece haber renunciado a formular con imaginación propuestas claras, a tener una política propia, auténticamente de izquierdas, y no una versión edulcorada de la que practican con entusiasmo y convicción los conservadores, es lo que puede suceder mañana, lo que está ya sucediendo en otras partes. Y la alternativa, ya lo estamos viendo, los populismos nacionalistas de la peor especie.

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