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Militar, sociólogo y politólogo

Conciencia de paz o de defensa

La disyuntiva del mundo occidental a raíz de los atentados de París

La disyuntiva que plantea el título del presente artículo creo que escenifica, aunque de forma algo genérica, parte del estado de la opinión pública, al menos en el denominado "mundo occidental" de órbita europea, a raíz del tremendo impacto producido por los atentados terroristas en la ciudad de París. Esta situación anímica colectiva de preocupación abre un sinfín de interrogantes sobre las diversas posibilidades en cuanto a las diferentes respuestas o actuaciones ante la crueldad tan cercana, en este caso, de la praxis terrorista. Algo habrá qué hacer, vivir de espaldas a una realidad sociológica globalizadora sería, cuanto menos, una actitud poco eficiente y precursora de nuevos "dramas".

La vida es, sin duda, el derecho fundamental esencial, sin ella el resto de los derechos carecen de sentido y la posibilidad de ejercer dicho derecho ("vivir") depende de múltiples factores, unos son puramente biológicos y para su combate dedicamos esfuerzo e investigación para contener sus efectos en los procesos degenerativos, ya sean causados por el paso del tiempo o por la enfermedad. Existen, asimismo, multiplicidad de factores, naturales, económicos, sociológicos, políticos, culturales, religiosos?, etc. que forman parte de ciertos desencadenamientos atentatorios contra el derecho a la vida. La vida "pende de muchos hilos" y la vulnerabilidad es enorme, a pesar del desarrollo de la sociedad en parámetros que son eficaces en infinidad de instrumentos preventivos.

En este contexto se está produciendo en nuestras sociedades, las más cercanas a nuestros modelos de vida, una polémica enmarcada en el eterno debate sobre la libertad y la seguridad que, a su vez forma parte del debate relacionado con la disyuntiva citada sobre la conciencia de paz o de defensa.

El generar "la conciencia sobre la paz" tiene que ser cimiento sólido en cualquier sistema educativo que se pueda tipificar como tal; si no hay sensibilización sobre la necesidad de estimular conductas prácticas hacia entornos de diálogo, respeto, empatía, acercamiento, análisis sensatos y serenos sobre todas las realidades que nos impactan en el día a día, difícil será construir una sociedad justa y razonable.

La "conciencia de defensa", que lleva implícito el monopolio legítimo del uso de la violencia, también está incluida en el funcionamiento interno de nuestros Estados-Nación; sin ella sería imposible alcanzar unos mínimos de coherencia en las relaciones internas y externas asociadas a las realidades de objetivos y deseos enfrentados. Esta conciencia también se tiene que "trabajar" en el sistema educativo, en todas sus facetas, no sólo la relacionada con el ordenamiento interno, sino también con el externo, como es el caso de la violencia "importada" de fuera de las fronteras propias o incluso generada dentro del propio territorio. En España hemos sufrido con intensidad ambas facetas, la interior y la exterior, con intensidad y "sibilina crueldad", que ha dejado y deja huellas difíciles de erradicar en nuestra conciencia colectiva como Nación.

Por la vía del combate militar, la guerra, en su utilización de la violencia contra el agresor, se pueden conseguir desmantelar sus capacidades, que en el caso del terrorismo supondría disminuir de forma importante su acción, pero si el ejercicio de dicha vía, producto de la conciencia colectiva de defensa, no está combinada con instrumentos políticos, sociales, económicos, culturales..., etc., poco podemos esperar de su eficacia en el tiempo. No hay una única solución, la complejidad de todas las respuestas posibles está íntimamente relacionada con la propia complejidad del fenómeno terrorista, no es nada fácil, pero es fundamental encontrar la solidez necesaria para que la sociedad estimule su derecho a obrar en consonancia con su "conciencia de defensa", que en absoluto excluye el trabajo en la "conciencia de la paz", no sólo no la excluye sino que forma un todo indivisible y esencial para ser eficaces en combatir los efectos de la violencia en todos sus planos.

No hay una disyuntiva en el plano de "la conciencia de la paz y la de la defensa", porque si se plantea de esta forma, excluyente, estaremos en posiciones superficiales, demagógicas o incluso infantiles, que nos arrastran irremediablemente hacia unos escenarios de clara vulnerabilidad colectiva. Aquí no se trata de ponerse "la medalla del buenismo" a toda costa, ni la otra "medalla del belicismo simplista", ambas "condecoraciones" como patológicas respuestas mágicas a tan graves problemas, pero tan tentadoras en momentos de crisis y desconcierto.

Existen infinidad de ideologías contemporáneas, preeminentes en la llamada órbita occidental, que sitúan la balanza únicamente en el plano del estímulo, a ultranza, de la conciencia de la paz, como vía de suficiente calado para prevenir la violencia, una temeraria estructura educativa que nos podría "narcotizar" y situarnos en un nivel de confrontación moral contra las vías legítimas del uso de la violencia. Es indudable que, de estos "sueños", a veces se despierta de forma brusca y acelerada y con una gran desorientación colectiva. Creo que en estos momentos estamos en esta situación, de ahí la idoneidad de reequilibrar nuestras conciencias y procurar dicho análisis en busca de aquellas soluciones que no ocultan la imprescindible necesidad del uso de una única "conciencia colectiva" no excluyente y valoradora de la necesidad de ambos planos, paz y defensa.

No es cuestión de ideologización simbólica paz o guerra, diría que utópica, más bien es momento de madurez democrática, de sensatez en el análisis y de equilibrados esfuerzos asumibles en los sacrificios necesarios que cualquier vía puedan suponer; nada va a salir gratis, porque el envite es duro y debemos estar preparados en la respuesta.

Que la respuesta no nos debilite ante el ataque, puesto que precisamente ése es su objetivo, nuestro debilitamiento y temor ante la suprema crueldad de sus acciones. No habría victoria más contundente para los grupos terroristas que conseguir que el temor y el miedo nos atrapen, nos paralicen o nos hagan renunciar a nuestros valores y principios. Con un sólido esquema de conjunto trabajado en ambos parámetros (conciencia de paz y de defensa) cimentaremos el poder abrir los ojos hacia un futuro, sin duda incierto, pero edificado en "nuestras certezas" como sociedades, simplemente porque las consideramos más justas y mejores, por supuesto superiores al cúmulo de odio y fanatismo que inunda las mentes de aquellos que no respetan el bien más sagrado: la vida humana en su dignidad y derechos.

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