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Cien líneas

Patrón

Todas las rutas de la Europa medieval eran Camino de Santiago. Los que peregrinaban desde Sevilla o Lisboa ya me dirán por dónde iban. Codificar un trayecto en función de su caudal, el llamado francés; o de su gracia seminal, de Oviedo a Compostela, está bien porque es pedagógico -¡y turístico!- pero nada de esoterismos y zarandajas a cuenta y cuento de supuestas líneas privilegiadas con determinados poderes.

La crisis de España se mide por la reducción del Apóstol a Galicia. Un paso más y será apenas la fiesta de Prisciliano. Al tiempo.

Pero no hay que desanimarse. Santiago tiende a resucitar según la piadosa leyenda. Enriqueció a la mitra con el voto -producto de su lucha en Clavijo contra los sarracenos, codo a codo con Ramiro I- y defendió el predio frente a tirios y troyanos.

En sus primeras figuraciones aparece matando burgueses compostelanos como quería el poderoso arzobispo. En el siglo XII su objetivo armado son los musulmanes. En América las imágenes lo presentan cargándose incas y aztecas. También mata filipinos y japoneses según los avatares de las misiones en el lejano Oriente. Tras la independencia, en Perú arremete contra los españoles y tal y tal y tal. Atención, el Camino que desaparece en el siglo XVI con el Estado absoluto, sus fronteras y la deriva luterana lo reinventa Manuel Fraga. Tal cual.

Y es que Santiago tiene mil calzadas, afanes y desempeños. Lástima de patria.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente el himno del Apóstol: "Santo adalid, patrón de las Españas, amigo del Señor...").

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