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Sol y sombra

La quimera de Sánchez

La podemización socialista que denunciaba Javier Fernández quedó a la luz en la entrevista mantenida entre Pedro Sánchez y el periodista Jordi Évole. La copia, Pedro, se ha acercado al original, Pablo, hasta el punto de pedirle al PSOE que se olvide de los reproches al partido de Iglesias, que anteayer lo quería fagocitar y ahora se conforma con señalarlo como el apuntalador de la decadencia constitucionalista mientras se dispone a usurpar su lugar como primer partido de la oposición.

Sánchez, antes de echarse a la carretera como Jack Kerouac, trajo algunos de los conceptos que manejan con probada soltura Podemos y el filonacionalismo: "España, una nación de naciones" o las supuestas presiones de las empresas del IBEX y los medios que controla Juan Luis Cebrián para impedir una unión de la izquierda y cerrarle el paso a la alternativa de cambio en el gobierno. El problema es que el mismo canal de televisión que le ofreció la oportunidad de explicarse en una cafetería le acusaba una hora después de contradecirse en tres ocasiones distintas en las que negó a preguntas reiteradas de un periodista que esas presiones existiesen. La credibilidad del exsecretario socialista quedó desde ese momento bastante tocada. ¿Hubo o no hubo presiones?

Todo es mucho más sencillo. Para entender a Pedro Sánchez, que es cristalino en su ambición personal, basta con desentrañar la obcecación del "no es no". Él ha revelado que se la sugirió el mismísimo Rajoy al invitarle a un gobierno de concentración. ¿Qué raro no? Yo particularmente creo, y cada vez son más los que lo percibirán, que su empecinamiento en demonizar al gallego se asentaba en la convicción de que al cederle el paso como Presidente (la abstención) cerraba el suyo propio a la Moncloa. En esa quimera se fue liando y lió a muchos de los suyos.

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