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Ingeniero de minas

Los caminos europeos para recortar sus emisiones

Sobre los diferentes esfuerzos, apuestas y trabas con los que se encuentran los países de Europa para contaminar menos

En la primera parte de este artículo se reflexionaba sobre la perdida de liderazgo y capacidad europea en los últimos decenios. Pero Europa quiere seguir siendo líder en un camino que los demás no le siguen, al menos a su ritmo.

Como ya mostramos, el mundo sigue incrementando sus emisiones de CO2, aunque la distribución por regiones varía considerablemente. Los resultados de calcular las emisiones por habitante de las distintas regiones se muestran en el gráfico adjunto.

Las emisiones de CO2 por habitante se han mantenido curiosamente durante este largo periodo en el entorno de los 4,5 toneladas (t) de CO2 por habitante y año (3,9 en 1970 y 4,4 en 2015). Los norteamericanos siguen siendo los mayores emisores individuales, con 16 t/h y año, aunque en los últimos años han reducido su impacto por la sustitución de parte del carbón por el gas en la generación eléctrica y la introducción de generación renovable, eólica y solar. China es el otro gigante en emisiones: desde una posición de reducidas emisiones en los 70, como correspondía a una sociedad rural poco desarrollada, su masiva industrialización a partir de finales de los 90 la ha llevado a sus actuales 6,6 t/h y año, superior ya a la media mundial pero lejos de los valores de EE UU. De cualquier forma, por el tamaño de población, China casi duplica las emisiones absolutas de EE UU y casi triplica las de la UE (9.200 Mt frente a los 5.200 y 3.500 Mt). Latinoamérica, India y, sobre todo, el África subsahariana están a la espera del empujón del desarrollo para elevar sus emisiones. La experiencia de China es alentadora, pues habiendo alcanzado un apreciable nivel de desarrollo, su crecimiento de emisiones se está ralentizando, producto del cierre de instalaciones obsoletas y su sustitución por la mejor tecnología disponible, y también por la entrada en los últimos años de generación de electricidad no emisora de CO2: solar, eólica y nuclear fundamentalmente.

Entre los países grandes de la UE el mayor valor per cápita lo ostenta Alemania, con más de 9 t/h y año, frente a las 6 t/h de España y 5 de Francia. Quienes deben reducir sus emisiones son aún los alemanes, y de nuevo volvemos a las actuaciones en el sector del transporte: ¿Limitar la potencia de los vehículos? ¿Reducir velocidad en las autopistas y carreteras? Con el potente "lobby" alemán del automóvil hemos topado, amigo Sancho. Decisiones impopulares y que Bruselas no ha sabido, no ha querido o no ha podido imponer. No es España el malo de la película.

España ya tomó decisiones para estar en cabeza y nos han costado muchos miles de millones de euros. En 2007, nos sorprendía que Alemania instalara más potencia fotovoltaica que España (¡Alemania!), así que mejoramos sustancialmente las primas hasta casi igualarlas con las alemanas? Como aquí hay casi el doble de las horas de sol que, en Alemania, la rentabilidad de las instalaciones aquí, si además tenemos la garantía del BOE para cobrar la prima ofrecida, es del doble. Así, en muchos meses de 2008, la mitad de las placas fotovoltaicas del planeta vinieran hacia nuestro país. Y aunque el Real Decreto establecía un límite a la potencia que podía beneficiarse de la generosa prima, el límite fue ignorado (era tentador proclamar que España era el campeón mundial en el desarrollo de fotovoltaica), así que la potencia instalada final fue casi 5 veces la prevista, con el consiguiente agujero en las cuentas del sector eléctrico (y finalmente en el precio de la luz que soporta el ciudadano). La reducción de la demanda de electricidad que causó la crisis que estalló ese mismo año, completó el doloroso cuadro.

Aquí no hay premios por ser los primeros. Esto no es una competición y hay que valorar sin dogmatismos las consecuencias económicas de las actuaciones, y considerar qué puede ir mal. En 2008/2009 fuimos los campeones mundiales en la instalación de placas fotovoltaicas, pero, paradójicamente, desapareció la industria (y los puestos de trabajo) nacional que fabricaba placas fotovoltaicas. En estos últimos meses China está reformando su potente industria fotovoltaica (este país produce hoy 3 de cada 4 placas solares que se fabrican en el mundo), y una de las consecuencias en estos meses ha sido un descenso del orden del 20% en el precio los módulos solares. Esto ha anulado algunos de los proyectos de fabricación de células fotovoltaicas que aún quedaban en países como EE UU, y una reducción de los puestos de trabajo esperados. La industria de fabricación solar europea ha sido también prácticamente diezmada en años pasados.

En la industria eólica algunas cosas son similares. Hace 15 años Gamesa, Ecotecnia y Acciona eran fabricantes españoles líderes mundiales. Hoy las instalaciones de fabricación de las 3 compañías ya no están en manos nacionales.

Europa debería hacer algo más que fijar objetivos numéricos a 2030 o 2050 ¿Qué Europa queremos? ¿Una de guías de museo, camareros y animadores? Comprendo y comparto la preocupación del Gobierno del Principado por el futuro industrial de la región. Hoy China es también el mayor fabricante y consumidor de ve que es donde mayor desarrollo se hace en baterías (¡cuidado Elon Musk!).

¿Dónde está Europa? Probablemente conseguiremos un 32% o 36% u otro número mágico de energía renovable en nuestro consumo final de energía, pero ¿ayudado quizá por un descenso de consumo por la desaparición de la industria y la carestía de la electricidad para el consumidor? De 2005 a 2016, Alemania instaló más de 40.000 MW solares fotovoltaicos. Cierto que los están pagando los consumidores domésticos de electricidad alemanes (con una gigantesca transferencia de dinero desde los consumidores domésticos a los propietarios de esas instalaciones), pero ¿qué sentido tiene poner 40.000 MW solares donde solo hay 1.000 horas de sol anuales? Esa inversión hecha en España, Italia o Portugal hubiera, producido el doble de electricidad excedente (y de eso es lo que se trata: ¡de generar electricidad libre de emisiones!), que hubiera podido ayudar a construir las líneas de interconexión necesarias. Ahora parece que vamos a tener normativa que permita actuaciones de localización más eficientes. Lo dicho, el mercado europeo va demasiado lento.

Ahora podríamos instalar MW fotovoltaicos con costes muy inferiores a los que hicimos en 2008, pero hay que discutir y desarrollar el modelo de funcionamiento técnico-económico del sector en ese futuro con más generación renovable. Como dice la ministra, el coste depende también de la normativa. Convendría ir pensándola para no sufrir sobresaltos (ni para la industria ni para el consumidor). Y fijando una rentabilidad razonable.

Cerrar centrales de carbón conduce en los próximos años a un monopolio del gas como energía de respaldo para la generación renovable. Dos grandes empresas tienen ahí una clara posición de dominio, y también en la generación hidroeléctrica regulable. Es un tema que se debe valorar muy cuidadosamente antes de manifestarse por la idea preconcebida de que el carbón es malo y aplaudir al que quiere cerrar centrales de carbón. Si en Europa seguimos, como parece, sin desarrollar la tecnología de fracturación hidráulica para producir gas, habrá que considerar si sigue siendo válido el modelo de mercado eléctrico que hemos desarrollado hasta ahora.

Y, puestos a liderar el mundo y demonizar los combustibles fósiles, podríamos pedir a Noruega que deje de producir gas y petróleo? Así subirían los precios y disminuiríamos su consumo, y salvaremos el planeta? ¡Ah! ¡Que son noruegos, no estúpidos!

En Europa, salvo excepciones, tenemos los precios de la electricidad más elevados del mundo, y también los mayores impuestos (también sobre la energía). Así que los gobiernos no van a tener mucho interés en bajar el coste de la electricidad. Llevamos unos decenios con un cambio del modelo fiscal de la imposición directa a la imposición al consumo. Ahora añadimos además la imposición medioambiental, que puede abarcarlo todo. Pero mucho impuesto no va a recaudar mucho (y mantener un estado de bienestar) si no hay riqueza a la que gravar.

Este periódico se hacía eco recientemente de la publicación de los escritos de un campesino asturiano acomodado de hace 200 años. Es recomendable su lectura para reflexionar cómo ha cambiado la vida en Asturias. Yo mantengo que cambió para mejor, aunque ciertamente las emisiones de Rosendo eran muy inferiores los del asturiano medio actual. La disponibilidad de energía abundante, segura y económica nos ha llevado hasta aquí. Rosendo vivó una Asturias en las que muchas familias perdían a sus hijos víctimas de la viruela, y en la que episodios de hambrunas azotaban al 90% de la población y la caridad privada era la única ayuda. El carbón fue uno de los principales artífices en sacar a Asturias de esa lamentable situación. Espero que en el futuro los recursos de todos no se gasten en subvencionar coches de 40.000 euros asequibles solo para una minoría de la población, y encima fabricados en el extranjero. Claro que a lo mejor queremos una sociedad sin coches...

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