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Matar a un concejal

Sobre Javier Ardines, que no cobraba sueldo, ni dietas, ni desplazamientos, ni nada del Ayuntamiento

En Llanes, donde todos nos conocemos y sabemos aproximadamente la calidad personal y el valor moral de cada uno, mataron a un concejal honrado elegido por el pueblo, defensor del interés general, un concejal que no cobraba sueldo, ni dietas, ni desplazamientos, ni nada de nada del Ayuntamiento, un concejal que según dijo más de una vez sólo quería defender los intereses de la gente, defender el medio rural abandonado donde residía y dos patrimonios vitales del concejo, el patrimonio natural costero y el patrimonio comunal de todos los vecinos.

Javier Ardines era un hombre del pueblo y para el pueblo, pero alguien cainita y criminal se lo llevó por delante, a oscuras, de madrugada, cuando iba a faenar en su barco pesquero del que vivía, o bien porque se había enfrentado a los intereses creados, o porque había impulsado con la oferta pública de empleo la renovación del personal municipal siguiendo los criterios de igualdad, mérito y capacidad en lugar del anterior "dedazo" o porque había reordenado algunos chiringuitos playeros, o el acceso sin control a sus queridos bufones de Pría, o porque impulsaba un nuevo Plan Urbanístico elaborado con la participación democrática de todos los vecinos o simplemente por razones personales que ignoramos, o por todo a la vez.

Pobre Llanes, tan cerca de la corrupción y tan lejos de la democracia, pobre Llanes por ver asesinado a un político ejemplar, que nunca robó, que nunca prevaricó, que no delinquió, que no se forró, que no fomentó ni el favor ni el clientelismo, y que vivió sólo de su sudor y de su trabajo.

Hubo un tiempo en que Llanes era un feudo uniforme y corrompido del socialismo de amiguetes, del clientelismo vecinal, de la servidumbre empresarial ladrillera, de la colonización laboral del propio Ayuntamiento por la militancia del partido. Ardines fue al Ayuntamiento -como dice Ramón Díaz en su información de ayer en LNE- a enfrentar todo eso, "a acabar las viejas formas de gobierno y romper con lo que él denominaba un régimen". Fue en definitiva al Ayuntamiento con las manos vacías a tratar de construir un nuevo régimen verdaderamente democrático, y el viejo régimen, que es muy antiguo y muy profundo, se lo ha llevado al infierno.

Sí, porque para la reacción Javier Ardines debía irse al infierno con todas las consecuencias: era honesto a carta cabal, era intachable, era un verso suelto, era justiciero, era el soporte de un alcalde honesto y sentimental, y por si fuera poco era también comunista. Era en ese Llanes turbio y opaco ciertamente un estorbo a eliminar, por lo civil o por lo criminal.

En realidad Ardines era un llanisco de pura cepa, hijo de la mar y del campo, de la emigración y de la "jambrísima", pero tuvo tiempo para volver a su tierra y poner todo su empeño en hacerla mejor: más justa, más democrática, más solidaria y más avanzada. Ese fue su gran pecado.

Tenía a Llanes en el corazón, "la capilla sixtina del turismo en Asturias" como la definió más de una vez, que tal como él la entendía tenía que hacer una verdadera apuesta integradora por los pueblos, por su saneamiento y su desarrollo, una apuesta por la defensa del patrimonio cultural y paisajístico, por el senderismo vital y no solo por las playas. En efecto, tenía a Llanes en el corazón pero también en la cabeza.

Javier Ardines es ya en la memoria una biografía llanisca y más en concreto un llanisco histórico de la parroquia de Pría, que como lo fueron sus paisanos Pin de Pría en la poesía y en las letras y Horacio Fernández Inguanzo en la lucha antifranquista y en la política, ha honrado con su ejemplo a sus convecinos, a todos los que amamos Llanes y a todos los asturianos que han luchado y luchan por la democracia y por la justicia.

Y el mejor homenaje que le podemos rendir es continuar su legado, es seguir su lucha contra el antiguo régimen, contra el viejo clientelismo y la corrupción rampante, por un Llanes abierto, plural e integrador, que cuide y proteja su paisaje y su paisanaje en beneficio de todos.

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