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Director emérito vitalicio de la Fundación Princesa de Asturias

Sellaño, el arte al servicio de la esperanza

Un emotivo homenaje en Tapia de Casariego al pintor de la belleza y la verdad

Le preguntó el buen Papa Juan XXIII a un periodista en una recepción en El Vaticano que cuál era su profesión, a lo que éste le respondió: "Santidad, soy periodista: cuento lo que veo".

Recordaba yo esta breve conversación al salir, el pasado día 14, de un hermoso y emotivo homenaje: el que le rindió, en la Casa de Cultura, el Ayuntamiento de mi querida Tapia de Casariego al pintor Antonio Sellaño.

Allí estaban la alcaldesa, la concejala de Cultura, el concejal y mi amigo Emilio Reiriz, Zaida, la esposa del pintor, sus hijas, Pilar y Zaida, y familia, y una nutrida representación del pueblo tapiego. Fue un acto merecido, sencillo y muy emotivo. Directo al corazón.

Todo muy verdadero, como le hubiera gustado a Antonio, a quien conocí y admiré, y le recuerdo todos los días cuando estoy en mi casa de Oviedo. Despierto contemplando una de sus obras, una barca, una gaviota y un mar en calma, que me da luz y alegría.

El acto fue la respuesta de un pueblo agradecido a quien tanto, y tan desprendidamente, le amó. Amor con amor se paga, como tantas veces escuché en mi niñez. Porque Antonio era un hombre generoso, bueno, humilde, y un trabajador incansable. Un artista total, en la vida y en el arte.

Y recordaba aquella anécdota vaticana porque Antonio también contaba a su manera lo que veía. Lo pintaba, como él hacia, en silencio, discretamente, como todo lo que amaba, con corazón entero: a su familia, su pintura, sus amigos y sus pueblos, Sellaño, donde nació, y Moreda de Aller, mi pueblo, donde vivió y murió, y Tapia de Casariego, donde pasó feliz tantos veranos.

Le recordó, brillante y emotivamente, desde el estrado, un colega suyo y gran amigo, el profesor lucense, Antonio Rivas Pol, que dijo de él: "Antonio estaba considerado como uno de los mejores representantes asturianos de la acuarela, y el más lírico de todos ellos, al haber sido capaz de captar con sus extensas manchas, aplicadas con brevedad y precisión, paisajes y marinas repletos de poesía, ofreciendo hallazgos sorprendentes".

Su hija Zaida, también con mucha emoción, dio las gracias a todos cuantos allí estábamos y recordó, diciendo cuánto su padre amaba "a este lugar, cada uno de sus rincones, los campos de maíz, sus playas, sus acantilados, sus veredas, pinares, rincones y casas, se sentía inspirado para pintar de forma plena y natural". Para un pintor este sitio es una provocación constante, nos decía... Y continuó: "Sellaño formará ya para siempre parte del paisaje tapiego. Le seguiremos recordando pintando algún acantilado, ante unas rocas sugerentes, contemplando los más bellos atardeceres, donde quiera que haya un atisbo de belleza".

También se recordaron las palabras de su gran amigo, el gran pintor catalán Lluís Roura: "Viste mi tierra, estabas embriagado de la belleza de mi lugar de inspiración? pero, mira por dónde, yo igual me enamoré de los paisajes asturianos, los verdes adormecidos perdiéndose entre las nieblas, donde traslucían los más inverosímiles grises, casi increíbles, aquellos que al pintarlos te sobrecogen el corazón, tal como si cometieras una profanación en la divina pureza de estos paisajes. Yo de tu mano recorrí las entrañas de tu paisaje, subimos a Muros de Nalón, bajamos a las playas de Candás, la Concha de Artedo, Luanco, Cudillero, fue un gozo para el alma de este pintor trasladar la belleza de esta tierra, de paisajes ondulados, que suben en busca de los cielos allá en los altos de Covadonga? una tierra de alfombras verdes hasta la orilla del mar, es tu tierra querida, que tanto has pintado, una tierra que yo la he bautizado como 'la tierra de color esmeralda', la misma tierra que tanto has amado".

Un artista de verdad es el que quiere que toda la tierra sea esperanza. Primero la ve en los ojos de un ser querido. Y después quiere llevar el resplandor de esa alegría, de esa dicha, más allá de quienes le rodean. Y brilla limpia su tarea, y la entrega de corazón, porque ama sin fatiga lo que hace. Así fue Antonio Sellaño. El arte al servicio de la esperanza y del ejemplo, de la belleza y de la bondad, de la libertad y de la concordia.

Todavía algunos creen que el arte es provocación, desgarro, rechazo, división. El arte verdadero une. Ninguna obra de arte verdadera, escribió Albert Camus, se ha basado en el egoísmo y la ruptura sino en la fraternidad, en la libertad y en la concordia. El arte camina entre dos abismos, la frivolidad y la propaganda. Qué alejado estaba Sellaño de ello.

Por eso, el homenaje no fue un adiós, porque esa puerta que llama al adiós está cerrada. Lo dijo la concejala de Cultura al finalizar el acto: "Estás y estarás siempre aquí."

A veces el amor y el mar son una sola marejada, no hay adiós sino ancla pura.

Y al terminar de escribir estas palabras, también llenas de admiración y de cariño, me doy cuenta de que he regresado, después de tantos años, a mi oficio de periodista, a mi amor desde muy joven, a la profesión más hermosa. Como le dijo mi colega al Papa Juan, yo también he contado lo que he visto. Sigo siendo periodista. Maravilloso.

Gracias a ti, Antonio. No te has ido de Tapia. Tampoco de mi recuerdo ni de mi corazón.

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