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Bombas inteligentes y conciencias dormidas

La muerte de niños en Yemen con armas fabricadas en España y vendidas con la autorización del Gobierno español, que presume de pacifista

Quizás sean los tiempos que nos toca vivir o, por qué no, la escasez de pensamiento individual y colectivo que asuela a la humanidad, más preocupada de lo que cuentan las malditas pantallitas de los móviles que de los acuciantes problemas que padecen los países en guerra, causantes de muertes, enfermedades, hambrunas y migraciones masivas.

Los acontecimientos corren como galgos y, de un día para otro, se solapan y pierden actualidad en los medios de comunicación, con lo cual desaparecen de nuestras preocupaciones cotidianas. Veamos. Un tema candente fue la exhumación de los restos de Franco, acuerdo al que al fin han llegado en el Congreso. ¡Cómo se aprecia que, más o menos perfecta, vivimos en una democracia! Por tal razón se han de seguir las normas de la ley sin, como algunos pretenden, emular los métodos del dictador, que a tantos inocentes fusiló, torturó, encarceló y envió a las fosas comunes. Por el contrario, él fue enterrado con honores en el Valle de los Caídos, mancillando con su presencia la memoria de los que sucumbieron defendiendo la República y, a la vez, participando a la fuerza en la construcción aquel horrendo mausoleo.

Cuántos afirman que lo mejor sería exhumarlo y, sobre la marcha, abandonar los restos en una sima ignorada e inaccesible. Afortunadamente -sirva de ejemplo-, vivimos en un estado de derecho y sus despojos mortales irán a reposar en el emplazamiento que decidan sus descendientes.

Otro tema que se ha puesto de moda son los másteres y las tesis compradas al mejor postor, o regaladas, con vistas a futuras prebendas, en universidades por algunos docentes corruptos y huérfanos de dignidad. Cuando los doctorandos caen infraganti, recuerdan a los pimientos de Padrón, unos dimiten y otros non. Por presuntas irregularidades, sonados fueron los enredos de Cristina Cifuentes, Carmen Montón, Pablo Casado y, más reciente, el de Pedro Sánchez, al que algunos diarios involucran en dicho engaño, aunque parece ser que, con mayor o menor calidad, el trabajo está realizado dentro de la legalidad (?). En definitiva, dos noticias de alcance que por unas semanas distraerán nuestra atención. Recientemente ¡ojalá los supriman!, el de los aforamientos -privilegio que transforma en intocable el estamento político-, es destacado en las primeras páginas de los diarios, cuando todo parece indicar que se trata de una cortina de humo. ¡Todo vale, y más reclamos que saldrán a la palestra en fila india!

Sin embargo, hay otra historia controvertida que, salvo firmas como Julio Llamazares, Francisco García, Millás y pocos más, está pasando desapercibida y es indicadora de la apatía que embarga a la sociedad y los tiempos sin compromiso que nos toca vivir. Cómo es posible que mueran en Yemen miles de niños y civiles asesinados por las demoledoras bombas que lanza Arabia Saudí, uno de los Estados más corruptos del mundo, con material de guerra fabricado en España y autorizada su venta por el gobierno español, el cual presume de pacifista. Por si fuera poco, con la aquiescencia de los organismos internacionales en defensa de la paz

Presten atención. Primero, nuestra ministra de Defensa, Margarita Robles, en unas declaraciones plenas de coherencia y sensatez, pregona que las 400 bombas de alta precisión, por razones de humanidad, no se venderán a los saudíes. A los pocos días, quiero creer que espoleado por Pedro Sánchez, ante las manifestaciones callejeras realizadas por los trabajadores de Navantia -a causa de la suspensión del contrato de construcción de cinco corbetas si los saudíes no recibían los proyectiles inteligentes-, nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, comparece ante la prensa y remedando a Groucho Marx -estos son mis principios, si no les gustan? tengo otros- con semblante lacrimoso y cara de póker, para disculpar el cambio de postura, afirma que dichos artefactos jamás fallan, siempre dan en la diana y matan solo a los enemigos elegidos, sin producir efectos colaterales.

Que en Yemen haya miles de muertos entre niños y civiles o que una de esas bombas caiga sobre un autobús escolar es cuestión de mala suerte: ¡Vamos, el destino lo hizo inevitable, estaba escrito, la tenían ahí! Lo triste del caso es que el gobierno, aunque nos tenga acostumbrados, haya rectificado y que el resto del espectro político haya pasado de puntillas sin decir esta boca es mía. Claro, en juego hay unos cuantos votos?, qué importa una masacre de niños y civiles. Y la sociedad actual ¿Qué dice a todo esto? ¡La callada por respuesta! Por desgracia ya han pasado los tiempos en que jóvenes y no tanto se manifestaban en las calles de todo el mundo bajo aquel eslogan tan maravilloso: "Haz el amor y no la guerra". ¿Y el espíritu del 68? Díganme en qué basurero se encuentra para poder recuperarlo.

Ahora la manada depende de las redes sociales, y los denominados "influencer" no quieren poner en riesgo poderío y beneficio económico por un conflicto que no les afecta directamente. Sin su manejo, y también con él, las masas están perdidas en un desierto intelectual. El sendero de compromiso y libertad se ha diluido entre perezosa niebla y nos decimos: a mí que me dejen en paz, que no me amarguen la existencia. Por cierto, sin ánimo de levantar ronchas, sean amables, contesten esta pregunta. ¿Un puesto de trabajo vale más, igual o menos que una vida inocente asesinada por las bombas de precisión? Gracias por su ponderada respuesta.

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