Hoy es un día triste en Gijón, a pesar de que luce el sol, y un día muy triste para mi.
Es ese día cuando, pasada la primera impresión de la desgraciada noticia, noto un enorme vacío interior.
Nos conocíamos desde chavales, pues nuestros padres paseaban juntos cada día al término de sus jornadas matinales. Nos separaban cinco años y en esa etapa juvenil era todo un mundo. Pero la vida nos hizo coincidir a mediados de los años noventa cuando Guillermo accede al Comité Ejecutivo de la Cámara bajo la presidencia de Claudio Fernández Junquera.
Ahí conocí verdaderamente a Guillermo Quirós Pintado y lo conocí con admiración al descubrir a un hombre alegre, afable, motivador, riguroso, culto, familiar y muy gijonés y asturiano.
Alegre porque aún pasándolo mal en su interior, siempre te respondía con una frase positiva que alejaba en los demás los atisbos de preocupación.
Afable porque se relacionaba noblemente con todo el mundo, independientemente de su edad, procedencia o pensamiento.
Motivador porque siempre buscaba la renovación y nuevos horizontes, de manera contagiosa.
Riguroso porque, detrás de lo que hacía, siempre presidía respeto a la norma y racionalidad. Guillermo compraba y pagaba las entradas de la Feria para atender sus compromisos personales.
Culto por su devoción por el conocimiento, por su tolerancia, su sensibilidad, y su entrega a las iniciativas y asociaciones culturales y sociales.
Familiar por su total entrega a su realidad familiar, en particular a su mujer, hijos y hermanas, sin olvidar a su deliciosa suegra.
Gijonés y asturiano, porque poquísimas iniciativas e instrumentos ciudadanos han quedado fuera de su interés, compromiso y entrega.
De Gijón se nos ha ido un hombre especialmente bueno, aunque su memoria siempre nos inspirará.
