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Elogio de la partera

Veinte minutos jugando al juego que le costó la vida a Sócrates, cicuta mediante

Ayer jugamos un rato como lo hacía Sócrates, la partera. Echamos unos veinte minutinos bastante entretenidos en la rueda de prensa de Michael J. Sandel en el Reconquista, practicando eso que los filósofos llaman mayéutica (literalmente: asistencia al parto). Esta actividad a la que también se dedica Sandel consiste en que el maestro, como una comadrona, ayuda al discípulo a empujar la idea que viene gestando dentro de su cabeza y, pese al mucho dolor que conlleva remover la entraña mental, conseguir alumbrarla. Esto lleva siglos funcionando porque pensar es parir ideas propias. No todo va a ser corta y pega de internet.

Sandel, a dos metros de distancia y salvo una mirada que parece ir pidiendo guerra, resulta un señor de lo más corriente. Ya lo has visto en otra rueda de prensa. En puridad, no tiene facciones.

Es corriente, pero va a contracorriente de un siglo en el que, en asuntos de filosofía y reflexión, cuando toca parir pensamiento, el sistema se proclama decididamente abortista: mejor que la cosa no llegue a término, no vaya a ser.

Sandel es de los que no aprenden de la historia. Nadie debió de contarle que Sócrates, el que parió la mayéutica, acabó muy malamente, cicuta mediante. Así que Sandel va por ahí diciéndole a todo el mundo que si le apetece tener un parto a medias: tú empuja, empuja, que yo te ayudo. Qué imprudencia en estos tiempos en que cuando a uno, sin querer, le crece dentro una opinión propia, le acaba cayendo un chorreo por no haber tomado medidas anticonceptivas y meterse en un embarazo no deseado. Ahora tienes cabeza y te dicen que no tuviste cabeza.

Este filósofo que nos envía Harvard para los Premios llega repartiendo preguntas en vez de respuestas. Y eso es raro y bastante incómodo. Porque la gente que viene de Harvard, o de altos podios así, casi siempre van de cuñaos, ordenándote lo que tienes que hacer. Muchas veces te la meten doblada, es cierto, pero ya te ahorraste una semana de reflexión que puedes dedicar a Netflix o al Instagram.

Pero con Sandel te pasa lo contrario. Él te dice poco más que la democracia no es posible sin debate y que, si quieres, lo debatimos. O sea, que tenemos que ponernos, entre todos, a parir. A parir ideas.

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