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De cabeza

El sexto hombre

La importancia del banquillo y de Ibrahima en el partido ante Osasuna

Una tarde de épica vale por una semana de rutina. Cuando Saúl, en el minuto noventa, teledirigió un dron hacia la portería del Osasuna, una multitud estaba a punto de hacer una muesca nueva en la lista de agravios, pero el fútbol pasa muchas veces de largo ante las expectativas.

Es obvio ver el campo como un ring si atendemos a que el Oviedo llegó al descanso sonado como un boxeador que golpea la nada. Al haber hecho de lo trascendental costumbre, llegó el partido del sábado bajo la retórica vacía del ahora o nunca. No se puede jugar a golpe de pecho ni a toque de corneta. Yo espero encerrar la épica bajo llave por lo menos hasta junio. Imaginen ustedes que yo escribiera este artículo con letras mayúsculas. Sería lo mismo que convertir una remontada (lance propio del juego) en un espíritu desde el que construir un relato para el resto de la temporada. El fútbol, por suerte, puede ser más prosaico, depende de acertar con la alineación, de no tener lesionados, de ser eficaces cara al gol... A mí me gusta el fútbol redactado por un notario que, de vez en cuando, se ve a sí mismo como García Márquez.

El caso es dar con ese cuando y Berjón acertó en quitarle la razón al fatalismo del título "Crónica de una muerte anunciada". Haría bien Anquela en aplicar a una plantilla corta como la oviedista la dinámica del sexto hombre propia del baloncesto. Porque el jugador número seis no es un reserva propiamente dicho (aunque lo sea) sino el músico especializado en tocar los bises de un concierto.

Ibrahima fue el encargado de anunciar que el show debía continuar. Hasta que saltó del banquillo era fácil oír los resoplidos de Joselu, que sonaban igual que el viento cuando sopla por una habitación en ruinas. Y la cuestión no es reducir el debate a un número: si la cosa funciona mejor con uno o con dos delanteros.

No es lo que esperas, es la razón por la que esperas. "With a little help from my friends" de los Beatles o "Waiting on a friend" de los Stones, me da igual. El caso es que Ibrahima, como el colega que llega a una reunión alicaída, empezó a chocar las cinco a todo el mundo y a mirar de reojo a la pandilla rival.

Lo más importante de un delantero es tener una idea fija y no salirse de ella. Los delanteros no son polisémicos ni relativizan, reducen todo el campo al área rival. El sexto hombre es un despertador, un incrédulo que no acepta la historia oficial.

Al Oviedo, como a cualquier otro equipo, le sobran profetas y le faltan escribas, dubitativos por naturaleza, a quienes les cuesta poner el punto final.

El oviedismo se ha ganado una semana de frases hechas y hábitos diarios. También se juega un partido para dejar de pensar en él. Yo estoy cada vez más en esa tesitura. Qué cansancio darle vueltas a lo que no tiene remedio.

La vida, incluso el fútbol, puede ser algo sencillo. "Si me necesitas, llámame", escribió el añorado Raymond Carver.

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