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Eduardo Lagar

Regreso al futuro

Eduardo Lagar

Kepler ha muerto

El telescopio espacial que permitió constatar que hay más planetas que estrellas se queda sin combustible y termina una misión que cambió la astronomía

El telescopio espacial Kepler ha muerto. Se ha quedado sin combustible, a la deriva alrededor del sol. La NASA acaba de anunciar que ha dejado de estar operativo después de nueve años y medio en una misión que, según sus propios impulsores, "ha sido la más aburrida que jamás se haya realizado". La más aburrida, sí, pero su tarea ha significado el principio del final de "la soledad cósmica de la humanidad", como lo definía "The New York Times. Al término de su misión, los científicos saben que hay más planetas que estrellas. En uno de ellos puede haber vida. Lo que realmente buscaba Kepler era la pista de otra vida en la galaxia distinta a la nuestra.

La sonda Kepler, llamada así en honor al astrónomo alemán que en el siglo XVII enunció las leyes de movimiento de los planetas alrededor del sol, permitió constatar tras la minuciosa observación de una pequeña porción del universo la existencia de 2.662 planetas fuera de nuestro sistema solar, orbitando alrededor de sus propias estrellas. Y eso que sólo examinó una porción que alberga 4,5 millones de astros entre las constelaciones de Cynus y Lyra. Al extrapolar esas cifras, los astrónomos concluyen que hay 10.000 millones de planetas en nuestra propia galaxia que pueden tener la temperatura adecuada para albergar agua y, por tanto, vida. Diez mil millones de tierras potenciales. Eso sí, el más cercano de esos mundos supuestamente habitables está a 11 años luz.

Kepler es el sueño de un científico llamado William Borucki, que trabajó en el programa Apolo como experto en mediciones precisas de luz. Su idea era que podían constatar la existencia de planetas al medir cuánto disminuye la luz de una estrella cuando ese planeta pasa por delante del astro. Eso sí, para hacer esas mediciones había que colocar el ojo del telescopio fuera de nuestra atmósfera para evitar que las observaciones se distorsionasen. Esta idea, al parecer, ya la tuvo en 1971 pero la tecnología necesaria para llevarla a cabo no llegó al mercado hasta los años ochenta del pasado siglo XX. En 1992, planteó por primera vez la idea a la NASA.

Al final, después que el proyecto fuera rechazado cuatro veces, el telescopio espacial Kepler fue lanzado al espacio en 2001. Antes de que el ojo de Kepler se pusiera en activo sólo se habían encontrado unos 300 planetas fuera de nuestro sistema solar. La perspectiva de los astrónomos cambió radicalmente. Los propios responsables de la misión reconocen que eran "cautelosamente optimistas" al pensar que iban a encontrar nuevos planetas, pero "no teníamos ni idea de que íbamos a encontrar tantos", declara a "The Atlantic" Jessie Dotson, una de las científicas de un proyecto que, en comparación con otros, fue una ganga. "Sólo" costó 600 millones de dólares de los contribuyentes estadounidense.

El pasado 19 de octubre "Kepler" entró en modo suspensión. Descanse en paz el ojo que miró más allá de nuestra soledad cósmica.

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