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¿Sorpresa?

Las razones del ministro José Luis Ábalos para confiar tras las elecciones andaluzas

Salió el ministro Ábalos a explicar los resultados andaluces parapetado tras un feliz slogan que dice razones para confiar. Hay otra imagen desoladora en la que Ábalos ya no está. La frase sigue ahí, sola en su sitio, pero sin seres humanos que la arropen. Eso explica bastante bien lo que pasó el domingo. Ábalos dijo en su día que los socialistas no coleguearían ni en una moción de censura con quien resultó que si coleguearon. Ábalos mintió. También mintió su jefe cuando dijo que a él lo de las sociedades pantalla le parecía inaceptable. El PSOE actual dio ahí dos buenas razones para no confiar en lo que nos cuenta. Después, un diputado progresista- se puede escupir y ser progresista- tuvo con el ministro Borrell un detalle pelín vergonzoso y salió de la cámara, en compañía de los suyos, con el aire hilarante de quien ha sido agredido y no agresor. Saltó al quite una conocida crack del PSOE a decir que ella no había visto el salivazo, pero que lo que pasa es que el PP crispa mucho. En esa explosión patética de anorexia intelectual se le notó al partido socialista su actual mendicidad. Necesita el amparo de gentes muy pintorescas. Sánchez eligió, contrariando lo que Ábalos había prometido, coleguear con gente que profana la dignidad del Parlamento e insulta repetidamente al pueblo al que el Parlamento representa. En virtud de esa mendicidad, Sánchez ha consentido actitudes abiertamente hostiles a ciertas instituciones del Estado y no ha dado una sola muestra de tener en la cabeza un diseño territorial que nos saque del marrón. Ha coqueteado con expresiones de plurinacionalidad en un país en el que los jóvenes no pueden opositar si no hablan la lengua autonómica de turno, y se ha mostrado incapaz de lidiar con los taifas peninsulares. Tampoco su tropa andaluza era precisamente de élite. El alcalde de Sevilla se permitió, a finales de campaña, exhortar a un adversario a volverse a su tierra. Con la que está cayendo en cuestión de tierras con derecho de admisión, el exabrupto era, por despectivo y xenófobo, muy inoportuno. El alcalde pensó que el descaro cutre es electoralmente rentable; se equivocó. Súmese a esto que en Andalucía queda cierto mosqueo histórico respecto a agravios territoriales con regiones más prósperas y resulta evidente que el PSOE tenía poco que hacer. Ha insistido Sánchez, de manera mendaz, en que quienes se le oponen son derechistas rancios que no entienden su estrategia de progreso. Pero lo cierto es que los socialistas que le tienen por insolvente han sido exhortados con firmeza a no abrir la boca. Es lo que pasa cuando la gente vota, que te arriesgas a perder. Feliz en su terco Disney monclovita, Sánchez abusa de la paciencia del electorado. Y es sano que, en una región de raigambre socialista, se haya llevado un coscorrón aleccionador.

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