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Eurodiputado asturiano del PSOE

Con Estrasburgo

La necesidad de una política europea de seguridad interior que garantice un entorno estable

Hace algo más de dos años y medio, el terrorismo golpeaba en Bruselas, la capital administrativa de la Unión. El pasado martes, lo hacía en Estrasburgo, el corazón de Europa. Entre tanto, hemos sufrido ataques en Berlín, Londres y Barcelona, con el tremendo golpe en Madrid en 2004 en nuestra memoria. Desconocemos, por otra parte, los intentos fallidos, las operaciones policiales exitosas y el trabajo de los servicios de inteligencia para desmontar estas redes terroristas y la persecución de esos "lobos solitarios" susceptibles de radicalización. En todo caso, nada es suficiente y es más necesaria que nunca una política europea de seguridad interior que, de la mano de la expansión de una estrategia de defensa, garantice el desarrollo de nuestras vidas en un entorno estable.

El Parlamento Europeo tiene su sede en Estrasburgo, una pequeña ciudad del noroeste francés a escasa distancia de la frontera alemana. Aunque la mayor parte de nuestro trabajo en las instituciones se desarrolla en Bruselas, cada mes el Parlamento se desplaza a Estrasburgo para celebrar las semanas de pleno. Un trajín de trenes, aviones y coches que no tiene mucho sentido desde los ojos utilitaristas que hoy guían casi todo en nuestras vidas, pero que esconde un simbolismo al que no deberíamos renunciar.

Estrasburgo, actual capital de la región de Alsacia, ejemplifica la historia de Europa que la Unión ha venido a revertir. Esta región siempre estuvo en disputa entre Francia y los principados germánicos, con la presión del Imperio Austro-húngaro, y ciertos episodios de independencia. Saltando por los conflictos permanentes durante la Edad Moderna y previamente, ya en los albores de la Edad Contemporánea, Alsacia- Lorena pasó al control del Imperio alemán en 1871, siendo Estrasburgo su capital. Tras el fin de la I Guerra Mundial en noviembre de 1918, la región de Alsacia-Lorena volvió a Francia y de nuevo fue ocupada por el Tercer Reich alemán en 1939 para retornar a la soberanía francesa en 1944. Una generación de ciudadanos de Estrasburgo tuvo, por este orden, nacionalidad francesa, alemana, francesa, alemana y francesa nuevamente en un periodo de setenta y cinco años. Merece la pena detenerse unos minutos y pensar sobre la vida de una persona, como usted o como yo, marcada durante toda su existencia por tal realidad. Piénselo. Y ahora celebren el hito histórico de esta Unión Europea, tensionada desde fuera y desde dentro, con atentados episódicos de terrorismo que debemos combatir unidos.

La noche del martes nos ha vuelto a recordar la debilidad de la vida y de cualquier proyecto humano. Y ello nos compromete aún más con las instituciones democráticas y el proyecto europeísta, que no es otra cosa que el marco en el que desarrollar nuestros planes vitales, a veces en situaciones difíciles, pero en un entorno de paz, libertad y fraternidad. ¡Adelante!

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