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Álvaro Faes

La modernidad y la política retan a la plaza

A las abuelas se las oía decir con frecuencia que bajaban a comprar "a la plaza", allí lo tenían todo. Cuando los mercadonas y alimerkas no eran ni una ensoñación, la calidad ya estaba en el Fontán. Y de ahí no se ha ido. A la plaza le vino la competencia y ella aguantó el tipo como pudo, a base de buen producto y trato familiar. El que sigue ahí es porque lo vale, nadie habría aguantado la implacable subida del listón de la exigencia de las familias.

Los nuevos tiempos, la vida moderna, la vuelven a poner a prueba. Lo reclaman los propios inquilinos, los comerciantes; ven los nuevos modelos de mercados, con éxito desde hace años y replicados en numerosas ciudades, y se preguntan por qué no en Oviedo. San Miguel (Madrid), la Boquería (Barcelona), El Val (Valladolid) son un ejemplo de los que funcionan.

Ahora, el tripartito de Oviedo parece dispuesto a abrir la mano para que uno pueda tomarse una caña o una tapa mientras descansa de las compras. Lo hacen con todas las cautelas y poniendo por delante el veto al término gastromercado. Será algo "limitado", que parece una forma de hacer sin hacer, de tantear sin apostar, con el riesgo que supone de quedarse a medias.

Puede también que, como siempre, la política tenga mucho que ver. Porque resulta que fue Iglesias Caunedo, del PP, el que lanzó la idea hace unos meses. Del rechazo de Somos, con las competencias en Economía en sus manos, se ha pasado a lanzar la tramitación de un cambio en las normas de uso del Fontán. ¿Por qúe no hacerlo? ¿Qué hay de malo en tomar una idea de la oposición, trabajarla e incluso mejorarla? El mercado tiene el reto de adaptarse a la modernidad y el de superar las trabas de la política.

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