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El beneficio del oro asturiano durante la romanización

La constitución geológica de Asturias propició la explotación del oro durante la dominación romana

unque está sujeto a diversas opiniones filológicas, el término Hispania -nombre asignado a la península Ibérica por los romanos, sustituyendo al griego de Iberia- parece tener una raíz semita con el significado de "isla/costa donde se baten o forjan metales", hecho justificado por el extendido dinamismo minero y metalúrgico que existió en el lugar desde los tiempos de los fenicios y que alcanzó altas cotas durante el imperio romano. La culminación de la anexión de Hispania por la administración romana se desarrolló mediante campañas militares, auspiciadas por el emperador Augusto en el siglo I a. C, contra las comunidades indígenas del norte peninsular (cántabros, astures y galaicos).

Una vez finalizadas las acciones bélicas los historiadores comienzan a interesarse vivamente por los productos metalíferos tan ricos en el subsuelo, especialmente relacionados con los yacimientos auríferos y cupríferos ya explotados -aunque de manera somera- en épocas prerromanas. Durante el imperio romano, España se encontraba a la cabeza de las minas de cobre y plata ocupando el segundo lugar, tras Rumanía, en explotaciones auríferas.

La utilización del oro en Asturias ya es conocida desde tiempos ancestrales, como lo delata el hallazgo de objetos (collares, pendientes, anillos, etc.) en diferentes dólmenes y castros, datados de la edad del Bronce y del Hierro. De la época romana, se han identificado cerca de un centenar de antiguas explotaciones superficiales ("cortas"), de las que unas veinte alcanzaron notables dimensiones. La importancia aurífera regional queda confirmada por la existencia de una copiosa toponimia alusiva al metal en parajes o localidades cercanos a las explotaciones (Orúa, Ouría, Valledor, Lavadoira, Ouroso, río del Oro, etc.).

Las refe¬rencias de los autores latinos atestiguan la trascendencia de tal actividad. Marcial se refirió a los astures como gentes procreadoras del oro, mientras que Silio Itálico y Lucano resaltan la codicia del lugareño para sacar las riquezas metálicas. Por su parte, Plinio el Viejo -gran divulgador de la riqueza aurífera asturiana- se ocupa en su magna obra "Historia Natural" de facilitar información detallada sobre las producciones y las técnicas de laboreo empleadas: "el oro se encuentra en pepitas en algunos ríos (€). Pero el oro se extrae igualmente de otras maneras, o bien a través de pozos de mina (minería de interior) o bien mediante el socavamiento de los montes ('ruina montium'). Los buscadores de oro comienzan por encontrar el 'segutilum', nombre dado a aquello que indica la presencia del oro; es una batea de arena que se lava y de lo que queda se obtiene una estimación".

Efectivamente, los métodos extractivos utilizados durante la romanización eran de tres tipos: lavado de arenas con contenidos en oro (bateo), explotación directa de los filones primarios y la mencionada "ruina montium".

La técnica del bateo ("aurum fluminum ramentis", oro depositado en los placeres fluviales) era utilizada por los romanos a manera de prospección sistemática efectuada por los denominados aureanos, quienes recogían detritus del lecho del río con unos cuencos planos y a base de pequeños movimientos circulares conseguían separar las pepitas de oro ("segutilum"). La cantidad de éstas permitía establecer una evaluación indirecta del interés de los yacimientos primarios.

La extracción a cielo abierto del metal ("aurum talutium") se llevaba a cabo después de batear los ríos y localizar los afloramientos donde el oro solía estar contenido en sulfuros minerales. El método de laboreo consistía en fragmentar la roca elegida llegándose a construir galerías (p. ej, la cueva de Xuan Rata, Montefurado, Pola de Allande) y pozos subterráneos, debiendo separarse luego el metal de la ganga. Un ejemplo notable de explotación a cielo abierto de grandes dimensiones lo constituye la fana de Freitarbosa, en Bustantigo (Allande).

Por su parte, la "ruina montium" consistía en provocar el derrumbe de los depósitos excavando varios pozos verticales y galerías que se unían entre sí. Para ello se debían de construir canales ("corrugi"), importantes obras hidráulicas algunas con 20 kilómetros de recorrido, como sucede con los del Puerto del Palo. En un momento prefijado se arrojaban tumultuosamente grandes cantidades de agua utilizando túneles excavados en la roca, lo que provocaba la creación de un gran montón de escombros pétreos, que debían ser lavados seguidamente sobre canaletas para seleccionar y concentrar el metal.

La mano de obra estaba integrada por variados grupos sociales, desde los soldados y administradores romanos, pasando por los hombres libres asalariados (mercenarios e indígenas) hasta los esclavos condenados a trabajos forzados. Estos últimos ("damnati ad metalla") se encargaban de las tareas más ingratas y de mayor riesgo.

Los criaderos de oro regionales se apiñan en la zona occidental, destacando la disposición lineal que presentan al ubicarse en importantes zonas de fracturación tectónica orientadas con rumbo norte-sur o noreste-suroeste. En el ámbito geológico señalado se han diferenciado varios distritos mineros: Salave, río Porcía, Allande-Ancares y Salas-Belmonte. La antigua explotación romana de Tapia de Casariego, donde se han encontrado acuñaciones de la época flavia, está relacionada con un complejo ígneo que aflora y al estar de candente actualidad por pretender reiniciarse su beneficio, a pesar de la fuerte contestación social. El distrito del río Porcía, con cerca de 15 cortas, se extiende por las inmediaciones de Beiral, Arancedo, La Andina, Vega de Ouria, Vaovellón y Brañalivel. La máxima densidad de explotaciones (unas 90 cortas) se encuentra en el distrito de Allande-Ancares, en el que se han distinguido tres alineaciones metálicas de recorrido paralelo: Valledor, sierra del Palo y Pola de Allande. Por último, en la zona de Salas-Belmonte sobresalen las actuales minas de Carlés y, sobre todo, Boinás-El Valle que se encuentra en actividad.

Se calcula que en este contorno se movieron para beneficio áurico unos 75 millones de metros cúbicos de materiales, proporcionando al imperio entre 50.000 y 100.000 kilogramos de oro (algunos autorizados expertos suben la cifra hasta 230.000 kg). La época de mayor esplendor se desarrolló entre el último tercio del siglo I d. C y finales del IV.

No se tienen noticias de extracción de oro en Asturias con posterioridad al dominio romano, hasta que una compañía irlandesa inició a finales del siglo XIX el beneficio de los criaderos tinetenses de Santiago Cerredo y Naraval. Y ya en la década de los 60 del pasado siglo se hicieron importantes inversiones en investigación e incluso con desarrollo minero de cierta envergadura para valorar determinados yacimientos.

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