Mateo: "Cuando Stanley Kubrick creó '2001' a finales de los años 60 imaginó un mundo de naves que bailan valses, inteligencia artificial que recuerda con nostalgia canciones de la infancia que nunca tuvo y viajes siderales que fusionan tiempo y espacio. Cuando llegó el año 2001 no sonaba Strauss entre las estrellas y los robots aún no habían aprendido a suplicar por su vida. En 1982 un director menos creativo pero más prolífico como Ridley Scott recreó con ayuda de un imaginativo equipo (Scott es más un director de orquesta que un auténtico creador) un mundo en 2019 de noches en permanente estado de humedad. Lluvia y anuncios gigantes de mujeres orientales con sonrisa helada, coches voladores y replicantes aferrados a la vida con fecha de caducidad. Testigos de cosas que no creeríamos en un planeta que se lame las heridas de la hecatombe. Abominables consecuencias de la inhumanidad con unicornios acosados y palomas fugitivas. Tampoco se cumplieron muchas de las profecías de 'Blade runner' (¿y dónde están los móviles?), pero los replicantes viven a nuestro alrededor en cierto modo. Esta mañana entré en una cafetería y me fijé en un detalle inquietante: todos los clientes estaban consultando sus teléfonos. Algunos leían, otros tecleaban como si les fuera la vida en ello. Incluso había gente en la misma mesa que, en lugar de charlar con su compañía, prefería dedicar su atención a su pantalla. Luego salí a la calle y me crucé en apenas cien metros con más de una docena de personas que hablaban con los cascos puestos o sorteaban obstáculos con el móvil como principal preocupación. Cruzaba un paso de cebra cuando un chirrido de frenos me hizo pegar un brinco de terror. El conductor que casi me arrolló me miró con ojos inexpresivos sin apartar el móvil de su oreja".
