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Infinitudes

La despedida del socialista José Blanco en la cercanía de unas elecciones para marrulleros

Dicen los que saben que lo infinito no tiene fin; lo eterno, ni principio ni fin. José Blanco ha escrito, en su mensaje de despedida, que su gratitud es infinita y eterna. No sé puede, en cuestión temporal, ofrecer más. Parece que Blanco manifestó su apoyo a Susana Díaz y eso, en estos tiempos, te cuesta el ostracismo en las filas socialistas. Es curioso ver cómo conviven, dentro de la intensidad electoral, la armonía más o menos universal que ofrecen los candidatos al conjunto de la población y el brillo de los cuchillos que, dentro de los partidos, perfilan listas. Es curioso también ver qué rápidamente se puede fusionar un partido con la imagen de quien lo lidera. Sánchez, tan irrelevante hace un suspiro de la Historia, es ahora quien le da al PSOE forma y, a lo que se intuye, también fondo. Es decir, que las cosas se harán como diga él en lo que se refiere, por ejemplo, a las tensiones territoriales que pudieran seguir produciéndose en el futuro. Y en la interpretación de la Constitución que él, alguna que otra vez, nos ha aconsejado mirar con flexibilidad no especificada. De alguna forma, es como si se aceptara en política una suerte de darwinismo sobre hechos consumados. Si alguien está en lo alto del podio quizá lo merece por definición. Con Sánchez pasa eso. Y por eso se afana en recortar aquí y allá las discrepancias que pudieran sugerir un partido que no sienta por él una lealtad infinita- (¿eterna también?). Susana Díaz ha puesto- es un decir- cara de poker. Y es otra curiosidad que no se haya recordado tanto como conviene que la propia Díaz arrimó en su día el hombro, obstaculizando a otros, para que Sánchez llegara adonde está hoy.

Sánchez tiene una destreza especial. Es, de todos los candidatos, el más dotado para adaptarse a la vulgaridad si la vulgaridad resultara ser, por evolución social, una virtud necesaria. Ese saber ceñirse a la ola de los tiempos declarándola buena por definición en tanto que nueva- una audacia ética y estetica- le trae ventajas tan sorprendentes como haber arrinconado a quienes en otro tiempo parecieron a punto de realizar un sorpasso. Dio al populismo donde dolía: hablando con poca sustancia. Su capacidad para los razonamientos absurdos es tan notable como temible; Sánchez no fue a Sálvame por casualidad. El hit literario que hace poco nos donó está pensado para hacernos ver cómo se crece en la adversidad; es también la nota de los tiempos- o sea, la desidia que produce la vulgaridad excesiva- lo que ha hecho que le pasemos por alto esa vanidad tan chocante. Serán unas elecciones buenas para marrulleros. Nuestra gratitud no será infinita -no habrá motivos- pero nuestra sorpresa no menguará.

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