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Soria y las teologías

El problema de desatención que sufren las provincias más olvidadas del país

No llenamos ni el Camp Nou, dijo un portavoz de Soria ¡Ya! al hablar de la despoblación de la provincia. Gran frase. No se mide mejor la importancia demográfica de nadie - ni ninguna otra importancia- sin saber qué capacidad tiene ese alguien para llenar un estadio. La frase es subversiva también; alude a la constante pugna entre quienes tiene más y quienes tienen menos. En el Camp Nou están quienes tienen más; les basta, como mucho, con once sorianos -caso de que el Numancia estuviera en situación de pasarse por allí- para disfrutar de su entretenimiento semanal, pero que Soria tenga un problema de desatención preocupa muy poco. Como esa confrontación entre quienes tienen más y quienes tienen menos es permanente por definición, la Historia va evolucionando de forma que quienes tienen más, para no parecer antipáticos, se envuelven en ropajes de agraviado. Esa es la forma de que la desigualdad se las apañe con buena salud. En esas estamos ahora. Soria se queda sin gente, pero al Papa le preguntan por la divinidad de Messi: qué gilipollez. Seguro que hay católicos en el mundo- los hubo, ciertamente- que hubieran sentido una enorme alegría en el caso de poder entrevistarse en privado con el Sumo Pontífice. No tuvieron ese privilegio y les pasó como a los de Soria: que cuentan menos. Es signo de cada época atribuirle a alguien unas portentosas capacidades intelectuales más o menos inexistentes; quien siendo vulgar se erige en gurú de guardia, define a la sociedad anémica que lo aplaude. Dejándose ver en la tele con un notorio insolvente que hereda rasgos untuosos del fariseo bíblico- y que nos pontifica de manera inmisericorde sobre presos políticos, libertades, constituciones y lo que haga falta- el Papa nos ayuda a ver su lado más humano, pero no nos urgía asomarnos a esa fragilidad. Estamos en época de profanación, y el Vaticano se dejó meter un gol. Ha sido un mal paso sociológico.

Volvamos con la cuestión teológica; o sea, con Messi. A Messi le preocupa muy poco que en Soria haya gente pidiendo banda ancha. España, pensará el semidios, ya eligió su forma de ser. Eligió sus prioridades, eligió a sus asalariados de élite y eligió postergar a los de Soria, provincia muy cidiana. El Cid se fue al destierro por una mezcla de envidias y malos rollos. Messi no necesita tanto sacrificio; quizá intuye que el momento en que ciertas desigualdades sean consideradas indecentes (¿por el Papa también? Eso no se lo preguntaron) está confortablemente lejos. No queda tan raro que, ante esa notable capacidad de la izquierda actual para embobarse en estadios y en fronteras, Gaspar Llamazares suene pelín en el desierto. Llenar el Camp Nou de los privilegiados: mucho pedir.

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